Aunque esta vez no pudo ser en el
Grand Palais, el habitual escenario donde históricamente tenían lugar los desfiles de
Chanel, el espectáculo y el interés que siempre general sus presentaciones mantuvo el listón igual de alto. Y para ello
Virginie Viard quiso recuperar el allure que tenían durante los
años 80 y 90: un despliegue de frenesí protagonizado por las supermodelos en las que bajo los flashes de los fotógrafos y con una actitud mucho más lúdica a la que estamos acostumbrados hoy, se consagraron los elementos base del estilo de la casa de la camelia. Prendas de
tweed declinadas en
blanco y negro, collares de perlas de varias vueltas, detalles de inspiración marinera y logos con la doble ce estampados por doquier. Un manifiesto creativo que reivindica la atemporalidad de los clásicos reformulados para que las nuevas generaciones sigan sucumbiendo a esa
elegancia tan francesa.
Experimentar con las facetas más diversas de la
sensualidad se ha convertido en el pasatiempo favorito de los diseñadores en una temporada que ha transformado la pasarela de París en un ejemplo de diversidad. Una serie de visiones y de aproximaciones que contrastan entre sí y que sin embargo resultan complementarias. La jornada del lunes sirvió para descubrir el compromiso de
Giambattista Valli con una versión joven y fresca del romanticismo clásico: pequeños trajes de jacquard ligeros que parecían flores de acuarela, vestidos rosas de volantes y ligeros y números de cóctel con plumas hinchables, pero infundidos con una actitud sexualmente positiva. Looks centrados en el cuerpo compuestos por blusas cortas y faldas amplias, minivestidos campesinos apenas visibles o vestidos de noche transparentes con volantes que dejaban poco a la imaginación. «Me gusta la idea del nuevo feminismo: chicas, que tienen el poder de ser chicas, con tacones y camisetas, casi desnudas, libres de ser ellas mismas y no escondidas», dijo Valli.
En su cruzada histórica por la sostenibilidad de la industria,
Stella McCartney presentó una colección cuyas prendas estaban confeccionadas con Mylo, un revolucionario tejido realizado a base de hongos con el que hasta ahora solo se habían hecho bolsos pero que ha demostrado ser mucho más versátil. El estilo general del desfile ahondaba en la estética deportiva, con colores brillantes, cortes estratégicos y sastrería ancha. «Ha sido un período de transición, y quería proyectar cómo podría ser el futuro de la firma: un enfoque un poco más ligero, ¡mezclando estas piezas deportivas y masculinas», comentaba la diseñadora.
Para bien o para mal 2020 pasará a los anales de la historia como
el año en el que todo cambió para siempre. Una evolución forzosa sin punto de retorno que ha hecho recapacitar a las mentes más inquietas de la industria. En esta reducida lista destaca
Jonathan Anderson, cuya brillantez y talento ya son indiscutibles. Al frente de
Loewe, el norirlandés ha sabido conjugar el espíritu tradicional y artesano de la casa con la pulsión iconoclasta que pide la realidad.
Tras dos temporadas presentando sus colecciones en formato digital a través de producciones de fotos,
su regreso a las pasarelas con público era la ocasión perfecta para dar forma a un manifiesto estético definido como «una
declaración experimental que marca un punto de partida y abre un nuevo capítulo». Anderson ofrece una visión enraizada en el presente, recurriendo al mundo manierista e histérico del pintor renacentista Pontorno para explorar las nociones de drapeado, escultura y color por medio de torsiones, desviaciones y distorsiones. El nuevo comienzo se convierte así en una
multiplicidad de renacimientos. ¿Cómo se traduce todo esto? En trajes que ocultan elementos 3D de alambre metálico, gabardinas, tops drapeados, vestidos y leggings. Pantalones gigantes y cazadoras; chaquetas de denim retorcido y faldas. Vestidos slip de lentejuelas con volantes. Minifaldas con lentejuelas y jerséis. Mangas alargadas y culottes. Rajas y orificios reveladores.
Otro de los grandes visionarios de la escena parisina es
Demna Gvasalia, director creativo de
Balenciaga, quien decidió reformular las reglas de los desfiles para convertir la presentación de su colección p/v 2022 en
una metapasarela, convertida en una alfombra roja sobre la que los asistentes eran fotografiados luciendo las nuevas prendas. Un espectáculo que concluyó con la proyección de un corto a modo de capítulo de
Los Simpson realizado ex profeso por Matt Groening en el que todos los habitantes de Springfield se convierten en el casting de modelos de Balenciaga.
Como si de dos polos opuestos se tratara, las diferentes facetas de la feminidad se convirtieron en los discursos de
Valentino y Givenchy. Pierpaolo Piccioli se dirigió a la generación Z con una propuesta de alta costura informal diseñada para flotar entre géneros: sastrería de tafetán liviano en colores vivos, plétoras de vestidos desde minúsculos y recortados hasta caftanes bordados y amplios. El juego de proporciones mini-maxi, como volúmenes ondulantes combinados con micro-cortos, proporcionó un glamour contemporáneo que capturó todo lo con lo que la generación de TikTok podría identificarse.
Con el pulso de la calle latiendo en sus creaciones para Givenchy,
Matthew M. Williams experimento con los códigos urbanos para darles un giro en el que la factura de la confección de la costura estaba muy presente. Abordando una silueta amplificada inspirada en la década de 1940 —hombros esculpidos, cinturas recortadas— trabajó la fabricación y decoración de la superficie de cada prenda en grados inextricables, aumentando el factor de impacto de los looks para que literalmente los detalles fueran apreciables: bombachos con volantes, vestidos columna incrustados con mega-lentejuelas gruesas y chaquetas bolero reforzadas tcon estructuras de micro plisados.
Que
Isabel Marant pasa sus veranos en Ibiza no es ningún secreto. Algo de lo que hablan también las prendas que presentó de cara a la próxima temporada, un repertorio pensado para enseñar piel y
disfrutar de la playa a la terraza. Bajo el lema
¡Disfruta de lo que haces! la francesa conjuró un espíritu vacacional con tintes deportivos en el que prevalecen el color, la alegría y la sensualidad. Inspirado en el ambiente deportivo y el espíritu futurista de las fotos de Hans Feurer, con reminiscencias de los años 90, la colección juega con los códigos de la
feminidad sexy y la indumentaria deportiva. La ropa de playa y el prêt-à-porter se entrelazan y se fusionan a lo largo del desfile. Las chicas, izadas sobre zuecos de tacones altos, parecen haber salido del agua para regresar directamente a la ciudad. Los
tejidos técnicos y los tejidos iridiscentes inspirados en la ropa deportiva cambian de color bajo la intensidad de la iluminación.
Una sensación muy similar a la que puedo verse en el desfile de
Chloé, que tuvo lugar en una orilla del río Sena. Para su segunda colección al frente de la marca,
Gabriela Hearst quiso consagrarla al amor en el sentido más amplio de la palabra. De ahí que las prendas subrayaran su
sólido compromiso con la sostenibilidad y la decisión de trabajar con tejidos artesanales realizados a mano y proveedores respetuosos con el medio ambiente. Una sensación de bohemia contemporánea traducida en apetecibles vestidos de macramé, ponchos de flecos y vestidos de
patchwork multicolor.
Cuando el
28 de septiembre de 2011 y casi por accidente, un jovencísimo
Olivier Rousteing tuvo que hacerse cargo de las riendas creativas de
Balmain tras la baja de su mentor
Christophe Decarnin, más de una ceja se levantó mientras sus primeras creaciones empezaron a desfilar por la pasarela. Sin embargo, hoy, exactamente una década después, el talento de Rousteing no es cuestionable. Como tampoco lo es la inconfundible iconografía estética que ha forjado para la legendaria casa francesa, fundada por Pierre Balmain en 1945.
El espectáculo comenzó con una serie de piezas que encapsulaban un significado completamente nuevo del
sexy. Las modelos lucieron piezas de
inspiración utilitaria complementadas con gruesas joyas de oro y piezas decorativas contemporáneas, desde gafas de sol futuristas hasta bolsos acolchados. En un rápido giro de los acontecimientos, la supermodelo
Naomi Campbell inauguró lo que parecía ser un segundo acto de la colección con vestidos adornados en oro y monos que relucían con grandiosidad. Un repaso a algunas de las creaciones más representativas de la era Rousteing en la que no faltaron desde
Natalia Vodianova a Mila Jovovich, Karen Elson o Carla Bruni.
Tras dos años de ausencia física en los que las colecciones de
Saint Laurent habían sido presentadas en formato digital a través de vídeos de factura espectacular, era hora para
Anthony Vaccarello de regresar a la pasarela por todo lo alto. Para ello devolvió al público a su habitual espacio: a los pies de la
Torre Eiffel. Con una espectadora de excepción como esa, su desfile para Saint Laurent no podía sino rendir homenaje a una de las musas del legendario modisto,
Paloma Picasso.
Reconocida como
una auténtica mujer renacentista que, en su apogeo, era tan feliz en una discoteca como en el estudio de un artista. O, para el caso, el taller de un diseñador: hace años, Pierre Bergé reconoció el papel fundamental que jugó para
sacar a Saint Laurent de moribundo mundo de la alta costura, electrizándolo para que asumiera nuevos riesgos. Vaccarello celebró su legado con un estilo audaz y fabuloso. «Ella proyectó una fuerza glamourosa», aseguraba antes del espectáculo. «Y fue una forma de moverse por el mundo y mantenerse firme».
Subrayar la
sensualidad empoderada y sin remordimientos que ya lleva imponiendo desde hace varias temporadas fue para
Vaccarello un hilo argumental sólido gracias al cual construyó siluetas ajustadas en los que la sastrería y las aberturas eran clave.
En 1961,
Marc Bohan, por entonces director creativo de
Dior, confeccionó una colección que fue reconocida como uno de los grandes hitos de la maison, a la altura de la revolución que supuso el
New Look, creado por su fundador en 1947. Partiendo de esta premisa,
Maria Grazia Chiuri revisita la década de 1960 con su nueva colección para la primavera/verano 2022 de Dior, marcando los contornos del cambio y formulando un nuevo léxico para un mundo que aún se tambalea por la pandemia.
Las siluetas también revelan cortes y
efectos gráficos transpuestos en amarillo, verde, rojo, azul marino, naranja y frambuesa, dando a la estética de Bohan un giro de bloque de color. Estos colores también simbolizan las
geometrías espaciales en el corazón de los juegos ideados por la artista
Anna Paparatti para cuestionar las reglas del arte y la vida. Inspirada por su estilo singular, Maria Grazia Chiuri se acercó a ella para concebir la escenografía de la muestra con un espíritu absurdo que reflejara el universo de sus diversas obras y que convirtió la pasarela en un tablero de juegos.
Semana de la moda de París p/v 2022
Chanel
Semana de la moda de París p/v 2022
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