Michelle Obama en su documental de Netflix. / cortesía netflix

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Michelle, por Lourdes Garzón

"Todos, o casi todos, adoramos a Michelle. Incluso, los que nunca adoraron a Obama; incluso, lo que se sintieron decepcionados por su gestión. ¿Por qué?"

La publicación de Becoming, la autobiografía de Michelle Obama, ha sido probablemente la operación de relaciones públicas más exitosa desde la victoria electoral de su marido en 2009. Un libro que ha vendido más de 10 millones de ejemplares, ha recibido la bendición de los medios en todo el mundo, ha convertido oficialmente a su autora en la mujer más popular del planeta y ha sido el origen de un documental, de hecho basado en la gira promocional. Marketing sobre el marketing, tan eficaz y brillante, como una segunda mano de pintura.

Todos, o casi todos, adoramos a Michelle. Incluso, los que nunca adoraron a Obama; incluso, lo que se sintieron decepcionados por su gestión. ¿Por qué? Es ese algo indefinible de los buenos productos de masas: una mezcla de brillantez, inteligencia, extraordinaria capacidad para la empatía, cuidada espontaneidad, atrevimiento, un pelín de descaro y una historia bien construida. Me sigue gustando Michelle, pero no deja de sorprenderme que lo más reseñable de su biografía sea su depresión postparto, su decisión de cambiar el uniforme de los mayordomos de la Casa Blanca, su confesión de que había recurrido a la fecundación in vitro o el empeño en que sus hijas se hicieran la cama y la colada.

Quizá, pensarán ustedes, han sido esos los titulares elegidos por los medios: los que tienen que ver con la relación con Obama (cuenta una crisis de pareja) con su vida privada, con lo que no conocíamos de esta brillante abogada, licenciada por Harvard antes que primera dama y jefa del que luego sería su marido. Puede ser. Pero también han sido los que ella ha repetido en las entrevistas con Ophra Winfrey, o con Reese Whiterspoon durante la gira de promoción del libro, y los que aparecen en el documental producido gracias a un acuerdo de exclusividad entre los Obama y Netflix.

De Becoming, que camina de puntillas y con los zapatos rojos del mago de Oz sobre su familia, sus entrevistas en directo en enormes auditorios, sus baños de masas, sus estilismos, las largas colas de fans entregados esperando un libro firmado, me gusta mucho una escena. Una de las pocas, curiosamente, en las que aparece hablando a cámara. Está recordando su boda y dice: “ Si quería tener una relación de igual a igual, tenía que espabilarme, llegar a un lugar en el que pudiera estar a la altura de este hombre. Cuando nacieron mis hijas, no estaba realmente preparada, había que renunciar y fue a mis aspiraciones y mis sueños, tuve que echar el freno...”. Y sí, esos dos minutos, suenan a verdad y no sé si a arrepentimiento pero sí a una cuenta pendiente. Seguramente con ella misma. A lo mejor por eso Michelle parece ahora lanzada a toda velocidad. Y quién sabe, a lo mejor estos 90 minutos esponjosos y azucarados son el principio de una nueva carrera en la que una celebridad mundial y riquísima, gracias a cómo ha querido contar su historia, comienza a construir puentes hacia la vicepresidencia de su país. Becoming.