Cuando conocí a Juan Marsé, él era un escritor de éxito que además ganaba dinero y yo un mico. Es muy fácil decepcionarse con un entrevistado al que se admira. Los entrevistados a veces se aburren, tienen cosas más importantes que hacer o te miran con perplejidad cuando les lanzas una pregunta que a ti te parece ingeniosa y original y a ellos una solemne estupidez. No fue el caso. La entrevista con Marsé empezó a las 12 de la mañana y terminó a las siete de la tarde en Casa Leopoldo, su restaurante favorito, a la carrera, porque yo perdía mi vuelo de vuelta a Madrid.
Marsé y su mujer, Joaquina, acababan de mudarse. La casa aún tenía los muebles del espacio anterior, seguramente mucho más pequeño, que no encajaban en el nuevo pero daban el mensaje optimista de que a esa pareja las cosas les iban bien. Todo estaba un poco vacío, menos la jaula enorme del salón y el despacho abarrotado. Marsé es un escritor formidable. Con un estilo modesto y contenido pero certero y eficaz como un puñetazo en el estómago o una caricia. Yo recordaba Si te dicen que caí como una de esas novelas que te desarman en la adolescencia y sentía mucha curiosidad por la historia, entonces poco contada, de sus orígenes, su adopción, de la que no supo nada hasta los diez años, por la fascinación que siempre le produjo el cine, por un escritor que no me correspondía generacionalmente pero me emocionaba.
De todo eso hablamos, supongo, porque no me acuerdo bien. Sí de una comida divertidísima con arroz y ceps, anchoas y pulpitos, con vino y orujo. De tener la impresión de haber conocido a un hombre cálido con un grandísimo talento y una curiosidad intacta. Supongo que eso es básicamente un escritor, alguien que escucha mejor que los demás y que cuenta mejor que los demás.
Le pregunté si querría escribir alguna vez en la revista para la que yo trabajaba entonces y que a él le sonaba a un territorio ajeno dominado por fotógrafos excéntricos y modelos. Se lo propuse con un poco de vergüenza porque supuse que le iba a parecer una idea absurda. Lo consideró un momento y me contestó, divertido pero sin pizca de condescendencia. “Claro, podría entrevistar por ejemplo a una actriz. Si es posible, a una estrella rutilante”. Y sí, exactamente eso me pareció entonces Juan Marsé. Sin artificios, sin pretensiones, con un ego bajo control, pero una auténtica y rutilante estrella. Guardo esa tarde con cariño y mucho agradecimiento.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?