
revista
revista
Echamos de menos muchas cosas, sí. Algunas obvias, como la compañía o tocarnos sin miedo. Otras, quizá más difusas, menos evidentes, más difíciles de enunciar: la despreocupación, chuparnos los dedos, la confianza ciega, la ilusión, sin más, de conocer a alguien. En este momento mental de mi particular pandemia, echo muchísimo en falta alimentar mi cabeza y supongo que mi espíritu (perdonen si suena cursi) de la manera en que lo hacía antes. Lanzarme a por un atracón de exposiciones a punto de terminar. Regalarme un día libre de cine y librerías. Empezar un fin de semana con una tarde de amigas y bares.
Lo hago, pero menos y con un poco de miedo, esa es la verdad. Lo hago con hambre porque ya no puedo más de ayuno de cosas bonitas o interesantes o distintas o provocadoras. Y, cuando me decido, la sensación es tan física como el primer sorbo de una cerveza helada un domingo de verano. No hay nada mejor.
El último, frío y delicioso, ha sido la exposición de Lee Friedlander, en la Fundación Mapfre de Madrid. Cuarenta años de imágenes de un fotógrafo maravilloso que ha retratado a los grandes del jazz y del soul, a María, su mujer durante 60 años, a su bebé bañándose en la pila de la cocina o a una jovencísima y desconocida Madonna desnuda. Imágenes que recorren las calles de Nueva York y los jardines de Kyoto. Que nos sorprenden, nos inquietan, nos hacen sonreir, nos asombran.
El ojo primero de una Leica y luego de una Hasselblad porque en la fotografía, y en la vida, casi todo es cuestión de punto de vista y de encuadre. Autorretratos que nos acercan al autor y nos golpean con una imagen intubado en la UCI, porque quería celebrar que estaba vivo con una foto. Imágenes que nos alimentan. Que nos permiten seguir vivos. Sentirnos vivos.