d.r.

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Entre citas y lecturas

"El consuelo tiene mecanismos curiosos. A veces necesitamos chocolate de supermercado y otras contarle que tenemos miedo a alguien que no vamos a volver a ver."

Uno de mis allegados (ahora llamados oficialmente ¿agregados? ¿integrados?; en fin, ustedes me entienden…) está triste. Peor, dice, que en pleno confinamiento, cuando nos sostenía la adrenalina y la esperanza de que el final fuera un final de verdad y no un bucle infinito. Esta tercera ola le ha pillado, como a muchos de nosotros, un poco a traición y con las espaldas cansadas. Mi amigo y yo compartimos un talento: podemos dormir más y mejor que casi cualquiera y en cualquier circunstancia, pero hasta este superpoder nos está fallando. Las previsiones del FMI y la pelea con AstraZeneca tampoco ayudan. Así que se ha apuntado a Tinder.

Mi amigo ve en Tinder su único recurso de sostén psicológico."

La primera cita fue un fracaso. Desastre total y previsible desde el minuto uno para cualquier espectador medio de First Dates. Sin paliativos. Por lo que cuenta, es poco probable encontrar dos personas que se caigan tan mal el uno al otro. ¿Va mi amigo a cambiar la app de contactos por la jardinería o un club de lectura, por poner ejemplos de hobbies pandémicos? No. Ve en Tinder su único recurso de sostén psicológico “hasta que podamos volver a quedar con normalidad”. Ha descubierto que las desconocidas le resultan muy terapéuticas.

Habrán leído a lo largo de estos meses que Tinder está viviendo una edad de oro en pleno apocalipsis. Por qué queremos relacionarnos con extraños cuando es tan difícil ver a las personas que queremos es un misterio. O no. Simplemente, puro escapismo, como el éxito de Bling Empire, el reality de Netflix con megamultimillonarios asiáticos en Los Ángeles. El consuelo tiene mecanismos curiosos. A veces necesitamos chocolate de supermercado y otras contarle que tenemos miedo a alguien que no vamos a volver a ver. Yo sentí el otro día el impulso irreprimible de comprar un libro perfecto para el fin de semana. Me visualicé sola en mi salón (ahí estaba la fantasía), con una copa de vino y el sol en la ventana.

Caminé dos horas, recorrí tres librerías, hojeé decenas de novedades y volví feliz con Un caballero en Moscú, de Amor Towles, libro del año, según The Times. En el primer capítulo, descubrí que era la historia de un aristócrata ruso (hasta ahí bien) confinado de por vida en el hotel Metropol. No, realmente, no ha sido una buena semana.