Nancy fue ciertamente una primera dama muy impopular. La primera en el ranking de odiadas por la prensa y la opinión pública. / Getty images

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En Los Reagan, la miniserie documental estrenada por Movistar+ que recorre la biografía del que hasta hace poco nos parecía el presidente norteamericano más conservador de la historia reciente, Nancy Reagan es definida con una frase demoledora: “Era el tipo de persona que cree que, si masticas cada bocado 43 veces, nunca pasarás de los 43 kilos. Todo control”.

Nancy fue ciertamente una primera dama muy impopular. La primera en el ranking de odiadas por la prensa y la opinión pública durante una Presidencia que coincidió con una terrible recesión económica y un despiadado recorte presupuestario de ayudas sociales.

La vemos a lo largo de 40 años contando que su objetivo vital siempre había sido el matrimonio, comprando una vajilla de 1.000 dólares el servicio o contestando con una sonrisa feroz al periodista que le pregunta si no sería buena idea apretarse el cinturón en lugar de redecorar la Casa Blanca: “Oh, nosotros también nos estamos apretando el cinturón. ¿Cómo? Bueno... no estamos haciendo dinero aquí”.

Construía la agenda de negociaciones con Gorbachov con una “astróloga política”.

Un retrato con muchas sombras y casi ninguna luz, en el que participa el hijo pequeño de la pareja que tiene alguna frase casi cariñosa para su padre (“Podía ser muy empático cuanto trataba con personas individualmente”), pero ninguna para su madre. Y una tesis de fondo, la de que Reagan fue un presidente prefabricado y débil, manejado por grandes corporaciones y manipulado por su mujer que construía la agenda de las negociaciones con Gorbachov con la ayuda de una “astróloga política”. Puede que fuera así, puede que las mujeres tuvieran que buscar todavía esos únicos resquicios domésticos de poder. Ahí están los 80 en su máxima expresión, con cretonas floreadas, vestidos de James Galanos, diamantes, toneladas de laca. Con el sida de fondo y la idea verbalizada en los discursos de que la homosexualidad era una enfermedad contagiosa que debería inhabilitar para cualquier función pública. ¿Y no se parecen cada vez más Nancy y Jane Wyman, primera mujer de Reagan, la poderosa Angela Channing de Falcon Crest?

Desde el macartismo hasta la perestroika, una pareja envejece delante de las cámaras. Un hombre con un dominio asombroso de la fotogenia y un pelo inmortal, capaz de convencer a los espectadores de que no estaba mintiendo durante la crisis de los rehenes en Irán, sino que su “corazón decía una cosa y los hechos otra”. Un presidente que, según asegura su hijo, padecía Alzheimer durante su segundo mandato. Y a su lado, una mujer que parece nerviosamente contenida y hambrienta durante toda su vida.