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Fui testigo del momento histórico en el que Iñigo Errejón decidió aparecer por primera vez con americana en un medio de comunicación. Lo de histórico no lo digo yo, lo decía él que en plena sesión fotográfica paró máquinas para votar con el equipo que le acompañaba (muy numeroso) si:
a) era el momento "con todo lo que eso implicaba". Lo que implicaba no se aclaró, pero todo el mundo menos yo parecía estar al tanto.
b) merecía la pena quemar el cartucho en una revista o era más estratégico aprovechar el impacto de las grandes audiencias televisivas.
La chaqueta mientras tanto esperaba colgada en el burro que la estilista se había aventurado a llevar junto a dos escuetas camisas azules de manga larga. El equipo discutió en círculo y votó. Amplia mayoría a favor. Se comprobó la etiqueta. Quedaron contentos y Errejón preguntó si se podía encontrar on line. La estilista dio los detalles de talla y modelo y sí, se la compró en varios colores y luego la llevó a la tele. Que alguien en las audiencias, grandes o pequeñas, notara lo histórico del gesto ya es otra cuestión.
Hay momentos en los que una americana sirve para marcar el punto exacto en el que se encuentra un partido emergente. O en el que siente uno de sus líderes. A punto de abandonar la mesa de los niños y destinado a la altura política, supongo. Como hay momentos en los que un bolso de Etro sale del armario de una política de derechas por fin, después de años sepultado bajo Zaras más apropiados para las campañas electorales y la política en cuestión parece de repente esponjosa y relajada. Supongo que dejar la primera línea tiene el efecto liberador de poder vestir como una rica, si eres rica. O de soltarte la melena y aparcar la coleta si ya no eres una delegada del Gobierno rubia.
A estas alturas estarán hartos ya de oír hablar del corte de pelo de Pablo Iglesias. Y habrá habido mil interpretaciones para este otro momento histórico. La gente se deshace de la melena por muchas razones: para dejar claro que ya no eres una chica Disney, porque la pareja que te ha abandonado o a la que vas a abandonar alababa mucho tu pelo, porque la búsqueda de nuevo trabajo lo requiere. O por todas las anteriores. Los peluqueros saben mucho de política y del alma humana. Y al fin y al cabo, quién no querría en algún momento la excitante ilusión de una americana inesperada.