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La entrevisté en directo con la ilusión y los nervios de una principiante. Es probablemente y como se ha repetido en los titulares de estos días, la feminista más famosa del mundo pero también una escritora brillante, irónica y mordaz. No creo que fuera eso lo que me impresionaba sino esa mezcla de emoción y de inseguridad que produce tener enfrente a alguien con una vida tan extraordinaria. “Mi gran logro ha sido recorrer todo el camino desde un pueblecito de Ohio hasta aquí”. Y sí, yo también lo creo, su gran logro es ese viaje.
Gloria se convirtió en una periodista famosa por infiltrarse en la mansión Playboy disfrazada de conejita para escribir un reportaje. Ahí estaba esa chica de pueblo espectacular y descarada en el condescendiente Nueva York intelectual de los años 60 donde las mujeres eran en el mejor de los casos, secretarias con piernas largas. Gloria Steinem siempre supo defender una minifalda pero también un discurso contundente y moderno que la convierte hoy en una referencia para nuestra madres y también para nuestras hijas. Admiro de esta mujer su sentido del humor y su empeño en seguir divirtiéndose.
Me gusta que disfrute de la fama y de haberse convertido en un icono pop que imitan las niñas en Halloween disfrazadas de mini Glorias con su melena y sus gafas. Que planee escribir nuevos libros. Me conmueve que todavía hable con dolor de la adolescente triste que fue. Y procuro recordar a menudo consejos tan brillantes como éste: “Las mujeres no deberíamos ir a ningún lugar donde no se nos permita reírnos. Incluida la Iglesia”. Enhorabuena.