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Parece que por fin la ministra de Empleo, Fátima Báñez, podría tomarse en serio la tarea de buscar un pacto político y social para que la jornada laboral termine a las seis de la tarde. Pocas medidas podrían cambiar tan radicalmente la vida de las trabajadoras. Sin embargo, lograrlo no será tarea fácil: un 46% de los españoles continúa en su puesto de trabajo después de las seis de la tarde y a un 10% le dan las nueve.
Nuria Chinchilla, profesora del IESE y experta en conciliación, defiende que una ley es necesaria para cambiar hábitos tan arraigados en la cultura social española. Como sucedió con la ley antitabaco, es el gobierno el que ha de empujar a las empresas a dar el gran cambio.
Sin embargo, reconoce que "el cambio depende de los directivos y mandos intermedios", habitualmente hombres que no suelen tener como prioridad conciliar la vida familiar con la laboral, de ahí que tampoco tengan como prioridad volver a las seis a casa.
Lo primero que notaríamos como un gran beneficio si pudiéramos salir a las seis de la tarde y, sobre todo, si se hiciera realidad el deseo del presidente, Mariano Rajoy, de alinearnos con el huso horario de Greenwich, es que disfrutaríamos de más horas de luz, con los beneficios que eso tiene sobre el estado de ánimo.
Además, al limitar las horas que hemos de estar en el puesto de trabajo disminuiríamos los riesgos sobre nuestra salud: más de 55 horas semanales en el puesto laboral pueden dañar las arterias y aumentar el riesgo de ictus en un 33%.
Otro factor importante: los países que presumen de jornada laboral más estricta, con salida sí o sí a las cinco o seis de la tarde, son los que presumen de mayor productividad: se terminaron las distracciones y el hacer tiempo.
Sin embargo, puede que una de las mejoras más felices sea el aumento de la cantidad de tiempo que podríamos pasar con nuestros hijos. Al coincidir en mayor medida los horarios escolares y laborales, no necesitaríamos depender tanto de los abuelos o terceras personas para cuidar a los pequeños.