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Envejecer ya es reversible

Por primera vez, un equipo internacional de investigadores, liderado por el español Juan Carlos Izpisúa, ha logrado retrasar el reloj biológico de animales. ¿Su próximo reto? Rejuvenecer tejidos humanos

¿Es posible retrasar el reloj biológico y rejuvenecer? Eso es lo que intenta un equipo internacional de científicos, liderado por el español Juan Carlos Izpisúa, profesor del Laboratorio de Expresión Génica del Instituto Salk (en La Jolla, California) y catedrático de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM). Su equipo ha conseguido rejuvenecer órganos de ratones y prolongar su esperanza de vida en un 30%, un anuncio que se ha convertido en la gran noticia científica del pasado final de año y que ha sido recibido con entusiasmo por los mayores expertos en envejecimiento del mundo.

Los científicos ya exploran la posibilidad de rejuvenecer tejidos humanos

"Es enorme. Un hallazgo que puede ser un hito en la historia de la investigación sobre envejecimiento", declaraban expertos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) al New York Times nada más conocer la noticia. Pero pongamos las cosas en su sitio: el método empleado con los ratones requiere ingeniería genética y no se puede aplicar a los humanos directamente. La parte positiva es que los investigadores ya están explorando la posibilidad de rejuvenecer tejidos humanos por otros métodos diferentes.

Contra los dogmas

Como muchos avances científicos, este parte de una hipótesis que contradice los dogmas establecidos: que el envejecimiento no es algo irreversible y que el reloj biológico se puede retrasar. La idea suena a sacrilegio, porque se da de bruces con lo que sucede en la vida. Si bien las manecillas del reloj biológico se sitúan en el punto cero en el momento de la concepción, la acumulación de marcas epigenéticas -"señales" generadas por la dieta, el estilo de vida y otros factores del entorno en la superficie de nuestros genes, que hacen que estos se activen o no se activen-, acaba degradando las células y, finalmente, provocando el envejecimiento.

Hace ya 10 años, el biólogo japonés Shinya Yamanaka (Nobel de Medicina en 2012) conmocionó a la ciencia al identificar cuatro genes responsables de "resetear" el reloj del óvulo fertilizado y ponerlo en hora cero. Desde entonces, los laboratorios lo utilizan para convertir células de tejido adulto en células similares a las que se desarrollan en las primeras divisiones de un embrión.

Sin embargo, el método de Yamanaka resultó en desastre cuando, en 2013 y 2014, sendos estudios quisieron comprobar si funcionaba con animales completos. Todos murieron, unos porque sus tejidos adultos acabaron perdiendo su identidad y otros por cánceres. Como declararon los científicos, los procesos de las células embrionarias, diseñadas para un crecimiento muy rápido, se descontrolan fácilmente.

Izpisúa llevaba tiempo dándole vueltas a otro enfoque distinto. Siempre le había llamado la atención el proceso por el cual lagartos, lagartijas y peces son capaces de regenerar colas y extremidades amputadas. ¿De dónde extraen esa capacidad?, era la pregunta. Hoy se sabe que lo consiguen porque las células próximas a la zona amputada se retrotraen a un estadío intermedio entre la célula embrionaria (esa que puede dar lugar a cualquier tejido u órgano) y la adulta (una célula específica de pulmón, de corazón, de hueso, de piel...).

Ese tipo de reprogramación "parcial", que Izpisúa observó en peces y lagartos, le hizo considerar las posibilidades de un método escalonado. Dicho de otro modo, pensó que pequeñas dosis de factores de Yamanaka podrían rejuvenecer las células sin llegar a esa reprogramación total que, como habían dejado claro los estudios, podía descontrolarse y tener consecuencias fatales.

El equipo lleva ya más de cinco años investigando formas de administrar una dosis segura de factores de Yamanaka a ratones. ¿Qué solución han encontrado? Alterar los genes de ratones con copias extra de los cuatro genes de Yamanaka y activarlos solo cuando los ratones toman cierto fármaco, que les administran dos veces por semana.

Cicatrizar y regenerar

"En ratones con progeria (una enfermedad rara que conlleva envejecimiento prematuro y que, por lo tanto, permite conseguir resultados más rápidamente), vimos que los animales tratados parecían más jóvenes que los no tratados -explica Izpisúa-. Su función cardiovascular y la de otros órganos mejoró, y, al final, comprobamos que vivían un 30% más que los animales de control y que no desarrollaban cáncer", aclara.

Los ratones del estudio vivieron un 30% más y no desarrollaron cáncer

Aplicado a ratones sanos pero envejecidos, el método "escalonado" demostró una mejora en la capacidad de regeneración del páncreas y el tejido muscular. En concreto, los músculos y páncreas lesionados cicatrizaron más rápidamente en los ratones envejecidos tratados, lo que significaba una mejoría en su calidad de vida. Los investigadores creen que estos efectos se han logrado al "resetear" el reloj del envejecimiento regido por el epigenoma. "El epigenoma está siendo editado continuamente. Con los años se acumulan tantas marcas que la célula tiene dificultades para leerlas todas", explica Izpisúa. Él y su equipo creen que la utilización correcta de los genes Yamanaka elimina las marcas extra y, de ese modo, retrasa el reloj biológico de los ratones.

"Con la reprogramación celular se lleva a la célula a un viaje al pasado y, al mismo tiempo, se retoma el potencial que tenía", insiste el doctor Pedro Guillén, decano honorario del Grado en Medicina de la Universidad de Murcia, fundador de la Clínica CEMTRO y coautor del artículo. "Con la aplicación al ratón de los cuatro genes - factores de Yamanaka- solo dos días a la semana, se consiguen retrasos en el envejecimiento y, además de mantener su identidad, las células rejuvenecen".

Obviamente, los ratones no son humanos y los investigadores saben que será más complejo rejuvenecer a una persona. Con esa meta, el equipo está testando fármacos para ver si consiguen el mismo efecto que con los factores de Yamanaka. "Creemos que el empleo de factores químicos tiene más posibilidades de utilización en terapias humanas y clínicas", aclara el doctor Guillén. A su juicio, "ahora solo resta realizar el experimento con animales mayores y obtener esa ansiada "píldora" capaz de corregir el envejecimiento. Ya sabemos que esa medicina traslacional comenzará en músculo y cartílago, y en algún otro órgano".

"Nuestro estudio demuestra que el envejecimiento no evoluciona en una sola dirección, sino que tiene plasticidad -sentencia Izpisúa-. Modelando adecuadamente el proceso, puede revertirse". "Investigar para alargar la vida y, además, añadir calidad a la vida es un trabajo que merece siempre la pena -termina diciendo el doctor Guillén-. No podemos ser forasteros al mundo de la investigación, porque todos nos beneficiamos de sus avances. ¡De hecho, todo país que no investiga se empobrece!".

¿Cómo funciona el epigenoma?

El epigenoma permite que una célula del pulmón active solo los genes necesarios para desarrollar su rol y desactiva el resto de genes. Así es como las células embrionarias se van convirtiendo en todos los tipos de células que forman un organismo. Luego, a lo largo de la vida de una persona, y en función de su dieta, su estilo de vida y otros factores del entorno, el epigenoma añade marcas que dan instrucciones a los genes para que se activen o no. Hasta hace pocos años, no se ha sabido que el estado del epigenoma puede estar detrás del envejecimiento. Si está dañado, quizá porque acumula un exceso de marcas, la eficacia de la célula se degrada.

¿Quién es Juan Carlos Izpisúa?

  • Nacido en Hellín (Albacete), en 1960, Juan Carlos Izpisúa se licenció en Bioquímica y Farmacia. En 1993, tras realizar investigaciones postdoctorales en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular de Heidelberg (Alemania) y en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), se incorporó al Instituto Salk de Estudios Biológicos, en La Jolla (California, EE.UU.).

  • Actualmente, Izpisúa es profesor de investigación y ejerce la cátedra Roger Guillemin en el Laboratorio de Expresión Génica de dicho Instituto.>Un hecho curioso marcó su carrera: cuando su hija tenía unos meses sufrió un accidente que le hizo perder un dedo. De forma espontánea, el dedo se regeneró. Esa regeneración, que en humanos suele darse solo en fase embrionaria, pero que permite a lagartos y lagartijas regenerar colas o extremidades amputadas, influiría en muchas de sus posteriores investigaciones. Su interés actual se centra en descifrar los mecanismos de regeneración celular y el desarrollo de terapias celulares y genéticas.