Una dieta baja en grasas saturadas, la mejor opción. / GTRES

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Menos grasas saturadas y más ejercicio para combatir la obesidad

La transición a una dieta saludable y baja en grasas debe convertirse en un hábito familiar.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado la voz de alarma solicitando a los gobiernos que adopten medidas como el gravamen de los alimentos procesados con alto contenido en grasas y de escaso valor nutricional para conseguir que se limite el consumo de grasas, especialmente de las saturadas, que encontramos en las carnes grasas, la mantequilla o en el polémico aceite de palma y las trans, presentes en los aperitivos, los alimentos fritos, la comida rápida, las pizzas congeladas, los pasteles, las galletas, las margarinas o las pastas para untar que en ningún caso forman parte de una dieta saludable.

De hecho, también es necesario limitar la ingesta de grasas no saturadas como las de determinados pescados, los aguacates, los frutos secos o el aceite de oliva dado que la suma de todas las grasas consumidas debe ser inferior al 30% de la ingesta calórica diaria.

El tratamiento de la obesidad es claro y fundamentalmente consiste en comer mejor y moverse más. Sin embargo, no parece fácil que las frutas y verduras, principales aliadas de la dieta saludable puedan competir con las patas fritas o los snack dulces y salados. Pocos son los niños que se regocijan entusiasmados ante los consejos de la OMS:

Las estrellas de tu menú

  • Incluir verduras en todas las comidas.

  • Comer frutas frescas y verduras crudas como aperitivos.

  • Comer frutas y verduras frescas de temporada.

  • Comer una selección variada de frutas y verduras.

En este sentido, según los especialistas, los niños necesitan en muy raras ocasiones grandes restricciones calóricas. Lo que sí es muy importante es que la transición a una dieta saludable y baja en grasas se convierta en un hábito familiar, para lograr que no se trata de una cuestión puntual sino de un hábito para toda la vida estableciendo metas intermedias y finales para evitar frustraciones y asumir que habrá recaídas para las que es necesario tener preparadas soluciones que refuercen el cambio iniciado. Por supuesto, todo ello acompañado de un incremento de la actividad deportiva adaptada a la edad y a los gustos del niño para que, igual que la alimentación equilibrada, sea también un hábito para toda la vida.