1. Elimina el ketchup

El ketchup era un condimento que se empleaba en las comidas y no solo en las patatas fritas. Se le podía añadir a los huevos cocidos, o a los bocadillos. Obviamente no es de las peores elecciones nutricionales que podemos hacer, pero tampoco de las mejores.

El ketchup es una gran fuente de azúcar. Cada cucharada contiene 4 gramos de azúcar. Desde el punto de vista de la Asociación Americana del Corazón las mujeres no debían consumir más de 25 gramos de azúcares añadidos por día. En otras palabras, añadir una cucharada de esta salsa a tus comidas supone consumir la cuarta parte de la cantidad recomendada. Si eres muy fanática de las salsas deben leer con atención las etiquetas y escoger una de las tantas que no tienen azúcares añadidos.

2. Añade tus propios sabores al yogurt

Consume yogurt griego sin azúcar y escoge tus propios sabores con frutas como la fresa o la frambuesa. De esta manera te aseguras de evitar los azúcares, los conservantes y otros componentes químicos y artificiales añadidos. También puedes añadir semillas de chía, canela, avena. Todo menos azúcar. Es cuestión de tiempo que el paladar se adapte a los sabores menos dulces.

3. Haz las paces con la grasa

Parece una contradicción pero algunos expertos ya advierten de que consumir más grasas saludables te puede ayudar a romper el hábito de añadir azúcar a las comidas. La razón es porque los alimentos ricos en grasas como el aguacate o el pescado azul son más saciantes y evitan los atracones impulsivos en los que sueles dar rienda suelta a tu necesidad de azúcar.

Por supuesto importa y mucho el tipo de grasas que escojas para conseguir este efecto. Lo ideal son las grasas cardiosaludables y monoinsaturadas como el aceite de oliva y el aguacate. También las nueces, el salmón y las semillas de lino.

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