"Cuando entré en la escuela, pensaba que el cine era algo complicadísimo y que solo estaba al alcance de los elegidos...", recuerda Mar Coll. Quería hacer cine, probablemente sin saber lo que significaba exactamente. En la ESCAC descubrió que tenía madera de directora. Cinco años después de graduarse ganó un Goya a la Mejor Dirección Novel por su primer largo, 'Tres días con la familia', un viaje íntimo a las entrañas de una familia de la burguesía catalana a partir de la muerte del patriarca, donde demostró que llevaba muy bien aprendidas las lecciones del cine francés de autor. Ahora, acaba de estrenar su propia serie (' Matar al padre', producida por Movistar+) y es profesora de la misma escuela donde se formó como cineasta.

Es el ciclo vital de muchos exalumnos de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña, que continúan vinculados con la institución más allá de su periodo de formación. Nacida en 1995 como un grado de Formación Profesional en imagen y sonido, y ahora asociada a la Universidad de Barcelona, de sus aulas y sus platós han salido cineastas taquilleros como J.A. Bayona ('Lo imposible') o Kike Maíllo ('Eva'); pero en los últimos años la escuela se ha convertido, sobre todo, en una factoría imparable de talento femenino. Además de Coll, Nely Reguera –'María (y los demás)'– y Rose Aguilar ('Lo mejor de mí') –que ya han demostrado su talento y su capacidad de conectar con el público–, hay toda una nueva generación de cineastas salidas de la escuela, como se pudo comprobar en el último Festival de Málaga. Desde Elena Trapé, ganadora de la Biznaga de Oro por 'Les distàncies', y Bàrbara Farré, que obtuvo el premio al mejor corto de ficción con 'La última virgen'; hasta Marta Díaz de Lope Díaz, cuya comedia, 'Mi querida cofradía', conquistó el galardón del público con su alegato por la igualdad en clave de comedia costumbrista.

Objetivo: no llegar tarde

Andrea Jaurrieta quería ser actriz, pero llegó a la ESCAC y terminó dirigiendo 'Ana de día', que es una exploración casi surrealista del tópico del doble, bajo la mirada personalísima de la autora. "Yo soy de un pueblo de Navarra, y he visto a mi alrededor a muchas chicas crecer bajo la presión de que todo tiene que ser perfecto. Un buen trabajo, un marido ideal... Existe esa presión y la sensación de que siempre llegamos tarde, de que nunca estamos a la altura de nuestros padres, que se han sacrificado por nosotros. El personaje de Ana quiere romper con todo eso. Ese fue un poco el punto de partida cuando me puse a escribir".

También 'María (y los demás)', de Nely Reguera, la historia de una treintañera soltera, que trabaja en una librería pero que quiere ser escritora, y que no se atreve a cortar con su familia, tenía mucho de retrato generacional. Y es que las directoras de la ESCAC, conscientes o no de ello, están construyendo en sus películas, por fin, personajes femeninos de auténtica complejidad. Bàrbara Farré, por su parte, ha dirigido su mirada a las adolescentes posmillennial, entregadas a los selfies y el botellón en 'La última virgen', para cuya financiación recurrió al micromecenazgo. Un recurso habitual entre cineastas primerizos.

El oficio se aprende rodando, es ahí donde se pone a prueba tu punto de vista".

Liliana Torres

Pero estas no son las únicas mujeres que descubrieron sus dotes de mando en las aulas de la ESCAC. Sofía Escudé, que hasta ahora se había dedicado al montaje, acaba de dirigir, junto a Liliana Torres, su primer documental: 'Hayati (My life)', nada menos que la historia de Osama Abdul Mohsen, el refugiado sirio que se hizo célebre al recibir una zancadilla de la reportera polaca Petra Lazlo. La cinta ha sido coproducida por Escándalo, la productora que creó la ESCAC en 2001 para hacer de puente entre la escuela y la industria.

Todas ellas reconocen que han encontrado su propia manera de contar siguiendo el lema de la ESCAC: 'El cine no se estudia, se aprende'. 'El primer día formas un equipo, te dan una cámara y empiezas a rodar', explica Marta Díaz. Y Liliana Torres, exalumna y actual profesora, coincide en valorar en enfoque práctico: " Rodar es parte esencial de la escuela. Es donde aprendes el oficio, donde se pone a prueba tu punto de vista".

Pero ese tirarse a la piscina del rodaje tiene además otra consecuencia positiva: la estrecha, casi íntima, relación de colaboración que se establece entre las alumnas y alumnos. "El resultado es una enorme red social de contactos que luego se traslada al ámbito profesional y puede traducirse en proyectos y trabajos. “Es como una familia. Cuando te encuentras en un rodaje con alguien de la escuela, te entiendes casi sin conocerlo", explica Bàrbara Farré. Todo eso, como señala Mar Coll, fomenta "la ambición y la energía". Una ambición y una energía que, en los últimos años han sido, eminentemente, femeninas. " Yo creo que no es una cuestión de talento, sino de oportunidades. Y como en ese sentido la escuela es muy igualitaria, surgen tantas directoras como directores", agrega Marta Díaz.

UNIVERSO PROPIO: Sus películas dan cuenta de un universo femenino en el que el empoderamiento ('Mi querida cofradía'), o la búsqueda de la identidad propia '(María y los demás', 'Ana de día') son habituales. Mar Coll es además la primera mujer que dirige una miniserie ('Matar al padre') para Movistar+. / D.R.

Efectivamente, las aulas de la ESCAC son prácticamente paritarias: el 45% son mujeres. Pero una cosa es la escuela, donde priman la meritocracia y el criterio creativo, y otra muy diferente es la industria del cine. "La pregunta es: ¿cómo puede ser que en las aulas haya paridad y eso no se traduzca luego en lo laboral? Y la respuesta es que se trata de un problema estructural", explica Elena Trapé. "Es una transformación muy lenta. La industria no ha sido capaz de hacerla y han tenido que venir centros como la ESCAC para que las mujeres tengan oportunidades", dice Coll. Por eso, todas están de acuerdo en que hay que tomar medidas. El año pasado la CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas) pedía aplicar medidas de discriminación positiva en las ayudas públicas al cine. Es una fórmula que ha funcionado con buenos resultados en países como Suecia y que vendría a paliar una estadística deprimente: solo el 19% de las películas estrenadas en España tienen a una mujer detrás de la cámara. Y la reivindicación fue escuchada. En enero, el Gobierno anunció que se primarán los proyectos liderados por mujeres para paliar la terrible disparidad que domina el sector y que se ve reflejada inevitablemente en las historias que se cuentan… o se contaban.

En sus historias construyen personajes femeninos de auténtica complejidad.

Aunque parezca mentira, hasta hace poco las "narrativas femeninas" que de manera natural están en el epicentro de la obra de la mayoría de estas cineastas, podían resultar un obstáculo. Andrea Jaurrieta cuenta una anécdota reveladora al respecto: "Cuando presenté mi proyecto de fin de máster y dije que uno de los puntos fuertes de mi corto era el papel de la mujer, un jurado formado exclusivamente por hombres me dijo: "No vayas por ahí". Ahora, les daría vergüenza". Sin embargo, las cineastas coinciden en una misma idea: las historias sobre mujeres (igual que las que hablen de hombres) las puede contar cualquiera, es decir, no les pertenecen. " Nosotras simplemente tenemos otro punto de vista. Lo importante es que se cuenten nuestras historias y que no se considere nuestro cine de mujeres y solo para mujeres", dice Sofía Escudé.

Eso sí, en general la filmografía de esta nueva generación de directoras cumple con creces los requisitos del famoso test de Bechdel: que haya dos personajes femeninos, que mantengan una conversación entre ellas y que esa conversación no gire en torno a los hombres. "Yo no suelo tenerlo en la cabeza, pero supongo que lo paso porque el de mis películas ya es un mundo de mujeres que no hablan solo de hombres", explica Mar Coll.

Mujeres que hablan

Para Marta Díaz, el test de Bechdel es también es un proceso inconsciente. "Todas mis historias lo cumplen, pero no está hecho a conciencia. Simplemente, son las historias que me apetece contar", dice la cineasta que en 'Mi querida cofradía' utilizó la perspectiva de género para explorar un universo eminentemente masculino. "En realidad, ocurrió de una forma natural. Cuando me planteé hacer una historia sobre la Semana Santa, me di cuenta de la poca visibilidad que tienen las mujeres en el contexto de las cofradías y me pareció una manera interesante de abordar ese universo", explica.

Pero no siempre es así. Ni tiene por qué serlo. En su segundo largo, 'Les distàncies', Elena Trapé explora la relación de un grupo de amigos que viaja a Berlín para visitar a un amigo que vive allí. "No sé si pasaría el test; la secuencia más larga de la película es una conversación entre dos mujeres, pero hablan de un hombre. Más allá de que lo supere o no, el test nos ayuda a plantearnos una cuestión importante".

Una vez deciden qué quieren contar, el verdadero reto para casi todas ellas es la financiación, un auténtico viacrucis. Escudé lo explica de manera gráfica: "Yo tengo dos hijos y nuestro documental ('Hayati') es el tercero. He tenido que dejarme la piel para sacarlo adelante. Este trabajo requiere mucho amor al arte". Todas cuentan penurias de un proceso en el que, a menudo, toca rascarse el bolsillo, dormir en los sofás de los amigos durante los rodajes, pedir muchos favores y encomendarse a la generosidad de colegas y familiares mientras llega la subvención. Si es que llega.

El verdadero reto para las directoras es la financiación, un auténtico viacrucis.

Pero también hay otra forma de mirarlo: " Narrar con pocos medios te hace ser más intuitiva e ingeniosa", explica Diana Toucedo, exalumna y profesora de la ESCAC. A Andrea Jaurrieta le costó ocho años de trabajo poner en pie Ana de día. "La financiación ha sido una locura. ¿Que cómo se hace? Trabajando mucho en muchas cosas a la vez y estando muy loca, porque es un suplicio. Una odisea. Se habla mucho de los "subvencionados", pero a mí me gustaría saber quién vive de esto. Porque yo no, y mi entorno, tampoco". De hecho, la mayoría de ellas tiene que compaginarlo con la publicidad, los videoclips, la posproducción… Las más jóvenes, como Farré, tienen una visión pragmática: " Soy realista: no espero ganarme la vida con mis películas. Tengo asumido que tendré que compaginarlo con otros trabajos". Jaurrieta solo aspira "a pagar las facturas con el cine. Si lo consigo, seré feliz".

Pero por el camino han conseguido algo más importante todavía: convertirse en un espejo en el que las adolescentes y las jóvenes que aspiran a ponerse detrás de una cámara se puedan mirar. "Cuando decidí que quería ser directora, busqué referentes femeninos para comprobar que se podía hacer", explica Trapé. Para ella, Isabel Coixet era ese ejemplo. Andrea Jaurrieta recuerda ver con la misma admiración a Pilar Miró. "Era una referencia. Prácticamente la única". Ahora es su turno. Pero esta vez, son muchas más. "Es muy importante que las jóvenes se puedan ver reflejadas en esta nueva generación de cineastas y que piensen: "Si ellas están ahí, yo también puedo", explica Marta Díaz. Es la otra cara del grito de guerra de nuestro tiempo: "MeToo" [Yo también]. Y las chicas de la ESCAC son el mejor ejemplo.

Abajo, de izquierda a derecha. / Caterina Barjau

¿Quién es quién?

  1. 1

    Diana Toucedo (35 años. Clase del 2007) Montadora y directora, estrenó su primer largo documental, Trinta lumes, en la pasada Berlinale. También da clases en la ESCAC.

  2. 2

    Elena Trapé (41 años. Clase del 2004) Directora y guionista, también es profesora en la ESCAC. Su segundo largometraje, Les distàncies, ganó la Biznaga de oro en el pasado Festival de cine de Málaga.

  3. 3

    Andrea Jaurrieta (32 años. Clase del 2012) Después de cursar un máster en la ESCAC y de dirigir varios cortos, estrenó su primer largo, Ana de día, en el pasado Festival de Málaga.

  4. 4

    Liliana Torres (37 años. Clase del 2003) Debutó en 2014 con el largo Family tour; ha dirigido, con Escudé, el documental Hayati (My life) sobre refugiados sirios.

  5. 5

    Sofia Escudé (37 años. Clase del 2003) Formada como montadora en la ESCAC, ha dirigido, junto a Liliana Torres, Hayati (My life), su primera película documental.

  6. 6

    Bàrbara Farré (24 años. Clase del 2016) Dos años después de graduarse, su cortometraje, La última virgen, ganó el premio al Mejor Corto de Ficción en el Festival de Málaga.

  7. 7

    Marta Díaz de Lope Díaz (30 años. Clase del 2012) La comedia Mi querida cofradía, que logró el Premio Especial del Público en Málaga, es su ópera prima después de graduarse en la ESCAC, donde también da clases.

  8. 8

    Mar Coll (36 años. Clase del 2003) Tras el Goya a la Mejor Dirección Novel por Tres días con la familia, acaba de estrenar la serie Matar al padre en Movistar+.

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