Las bandejas de seguridad del aeropuerto es donde más bacterias hay.
Hoy en día todo el mundo asocia los gérmenes con las infecciones y con la enfermedad, pero esta asociación no es tan sencilla, de hecho solo se conoce desde hace unos 150 años. El cirujano británico Joseph Lister, en aquella época, asoció la infección de las heridas quirúrgicas con la contaminación bacteriana. Inventó las medidas antisépticas, así como el lavado de manos o de la incisión, etc. Hoy son habituales y obligatorias, por eso la tasa de infecciones, y por consiguiente la mortalidad, de aquella época en la que no existían los antibióticos, disminuyó espectacularmente. Para que se hagan una idea, antes de este periodo los cirujanos operaban vestidos con esmoquin, como se puede apreciar en ilustraciones de la época.
Más bonita aún es la historia de los guantes empleados en la cirugía. Surgieron de una historia de amor. El cirujano americano William Halsted, en cuya vida se ha inspirado la serie televisiva The Kick, conoció a la enfermera Caroline Hampton a finales del siglo XIX. Ella se vio afectada por una dermatitis muy severa debido a los continuos lavados de manos en quirófano. Halsted encargó unos rudimentarios guantes de caucho a la empresa Goodyear, más conocida —hoy en día— por los neumáticos y con ello pudo conservar a su enfermera, según él por su eficiencia, aunque en el año 1890 se casaron. Los guantes quirúrgicos se hicieron obligatorios para todo el personal a finales de este siglo.
Salir de casa para dar una vuelta o llegar al trabajo puede ser una experiencia plagada de bacterias. Los lugares con más posibilidades suelen ser zonas de alto tráfico donde muchas personas diferentes tocan las mismas superficies y las mismas cosas.
Comencemos por los botones de los ascensores o las barandillas de las escaleras. Según diferentes estudios, se ha podido apreciar que están contaminados por bacterias en más de un 60% de los casos. Igual que los pomos de las puertas, los asideros que nos encontramos en el metro o en los autobuses son un foco de contaminación evidente debido al elevado número de personas que están en contacto con ellos diariamente.
Tampoco nos podemos descuidar en la oficina, los teléfonos de uso común o los teclados está demostrado que son una fuente inagotable de gérmenes. Uno de los sitios más contaminados que nos podemos encontrar, aunque nos parezca mentira son las bandejas que utilizamos en los controles de seguridad de los aeropuertos. Según se ha podido apreciar en estudios, muchas veces están más contaminadas que un inodoro y en ellas se pueden encontrar incluso gérmenes fecales.
Los famosos no son ajenos a estas amenazas microscópicas. Michael Jackson era un auténtico obseso y se protegía en cámaras estériles para no contaminarse. Más recientemente hemos podido ver en los medios de comunicación a la actriz Jennifer Lawrence declarar al periódico británico The Sun que no mantiene relaciones sexuales porque tiene miedo a los gérmenes. Todo esto nos puede parecer exagerado, pero la misofobia (fobia a la suciedad) es algo que no es infrecuente y todos conocemos personas que lo tienen en mayor o menor medida.
El lavado de manos es una medida muy eficaz para mitigar los posibles problemas causados por el contacto con lugares contaminados. El número de lavados es algo de sentido común, pero tampoco hay que obsesionarse. Hacerlo correctamente, limpiando todas las superficies de la mano y en ocasiones usando una solución antiséptica posteriormente puede ser más que suficiente.