Nada como una ducha relajante y caliente en un día frío, pero el vapor de agua es muy dañino para la piel porque la deja sin rastro de sus aceites naturales que son los que la hacen lucir lustrosa y brillante.

No abuses del agua caliente. / pixabay

El agua caliente trae la sangre a la superficie de la piel que lucirá más rosada (y hasta roja) tras una larga ducha caliente) pero eso, en opinión de los dermatólogos, favorece la inflamación de la piel y la salida de eczema e irritaciones. Es mejor tomar duchas de agua tibia y de no más de 10 minutos.

Usas el jabón equivocado

Ten cuidado con el jabón que usas. / pixabay

Muchos jabones, particularmente los que se presentan en barra, no solo quitan la suciedad de la piel sino que también arrastran todos sus aceites naturales. Los jabones con olores muy fuertes también contienen muchos químicos que deshidratan la piel por más que nos guste salir de la ducha olinedo a frutas del bosque o a coco.

Exfolias tu piel con demasiada frecuencia

Los productos abrasivos suelen causar irritación en la piel. Si ya te has lavado la piel con agua y jabón no necesitas nadas más, y si la exfolias, que sea una vez a la semana y ese día no uses jabón.

Te secas la piel con la toalla con cierta brusquedad

Aprende a secar tu piel. / pixabay

Secarte con la toalla es un arte, si lo haces con brusquedad cuando acabas de salir de la ducha y la piel está especialmente sensible causarás irritación y enrojecimiento. En lugar de secarte de un modo rápido y enérgico sécate dando pequeños golpecitos sobre la piel.

Esperas demasiado para ponerte la hidratante después de la ducha

La crema hidratante debe aplicarse en los primeros tres minutos después de la ducha y después de secarte con la toalla. No esperes más porque esta es la única manera de devolver a la piel la barrera protectora que ha perdido durante la ducha.