Kéfir de agua. Mezcla en un tarro un litro de agua mineral con 50 g de azúcar y remueve. Añade 5 g de granos de kéfir de agua secos y un dátil Medjool. Cubre el tarro con muselina y deja que fermente a oscuras 48 horas. Estará listo cuando el agua salga turbia, ligeramente efervescente y dulce. Cuela y pasa el líquido a un tarro, reservando los granos de kéfir para otra ocasión.
Kvas de remolacha. Mete 340 g de remolacha lavada y picada en un tarro de conserva hermético y añade una cucharadita de sal marina sin yodo. Cubre con 700 ml de agua mineral y cierra el tarro. Deja que fermente a temperatura ambiente de tres a cinco días, agitándolo a diario. Estará listo cuando la bebida tenga un regusto ligeramente salado y ácido.
Si el kéfir fermenta demasiado y tiene un olor extraño, es mejor tirarlo y empezar de nuevo una nueva fermentación. Un consejo que también es válido si tiene un aspecto viscoso o si, al hacerlo con leche en vez de con agua, se separa el cuajo del suero. Por su parte, las bebidas de fermento espontáneo, como el kvas de remolacha, no deben ser consumidas si huelen o saben raro. Para saber más, consulta Bebidas probióticas (Lunwerg).
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20 de enero-18 de febrero
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