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Con láser. Para los casos más superficiales se emplean los láseres vasculares, como la luz pulsada, que poseen un efecto antiinflamatorio. "Si el problema es más grave, podemos utilizar tratamientos tópicos antiinflamatorios combinados con la luz pulsada o el láser CO2, con el que, además, se logra un afinamiento de la piel engrosada por culpa de la rosácea", explica la dra. Mayte Truchuelo, dermatóloga del Instituto Dermatológico de Vithas Internacional.
Con bótox. La utilización de infiltraciones de toxina botulínica se reserva para los casos más rebeldes. "Esta toxina permite controlar la reactividad de los vasos sanguíneos. En estos casos lo mejor es poner pocas unidades y en varias infiltraciones", afirma la experto.
En una primera fase, la rosácea produce un enrojecimiento en la piel de mejillas, nariz, mentón, frente, cuello y escote de forma transitoria, pero puede ir a más. En la segunda fase (rosácea papular), aparecen granitos, algunos incluso con pus. Los casos más graves pueden presentar síntomas en los ojos (sequedad, irritación...) y rinofima, en la que la nariz se "agranda" porque se ha engrosado la piel.
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