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Tanto la mantequilla como la margarina proceden de la emulsión de agua en grasa. La única diferencia es la grasa utilizada.
Mientras la mantequilla utiliza la grasa de la leche animal,que se forma cuando después de batir la leche, la grasa y el suero se separan, la margarina se compone de aceites vegetales convertidos de líquidos a sólidos.
La mantequilla, por lo tanto, es rica en grasas saturadas y colesterol debido a su origen animal. Esto le restaría puntos al producto si no fuera porque la margarina, aparentemente más saludable, expone Tania Mesa, directora de Nutrición de la clínica Neolife, “pasa por un proceso denominado hidrogenación, para convertir los aceites vegetales a sólidos. Y aunque, tiene un menor contenido en grasas saturadas en comparación con la mantequilla, este proceso industrial da como resultado un elevado contenido de grasas ‘trans’, que han demostrado ser perjudiciales para la salud humana”.
Las vitaminas naturales y características organolépticas son parte del encanto natural de la mantequilla. En cambio, la margarina, añade Tania Mesa, “tan solo tiene vitaminas si se las añaden y se necesitan aditivos para dar el color, el sabor y el olor parecidos al de la mantequilla”. Es decir, la margarina estaría dentro de los alimentos ultraprocesados que tanto intentamos evitar ya que su consumo está relacionado con enfermedades crónicas.
En cualquier caso, ambos productos son bastante calóricos y contienen grasas poco interesantes. Ante esto, la experta sugiere “optar por grasas saludables que han demostrado sus beneficios en la salud, como el aceite de oliva virgen extra o la grasa contenida en el aguacate o en los frutos secos. Y si no queda otra opción, mejor decantarse por la mantequilla sin abusar de su consumo diario”.
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