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Por fin has encontrado ese trabajo que realmente te gusta y que te hace sentir plena a nivel profesional. Te has formado precisamente para llegar a este punto en tu carrera, ha costado horas de sueño, sudor (y más de una lágrima) y piensas demostrar tu valía a base de realizar una labor brillante y meticulosa. Dedicarte a lo que amas es un gran logro, mantenerse toda una meta, pero en saber dónde está el límite radica el quid de la cuestión. ¿Y si por querer destacar estás pecando de trabajar en exceso? ¿Te está costando salud, tiempo y vida social? Si es así, tal vez seas un ‘workaholic’, término acuñado en 1971 por el psicólogo Wayne Oates que define a todo aquel que dedica su vida únicamente al trabajo.
Según varios estudios publicados en Forbes, el 66% de los nativos digitales admiten sentirse absorbidos por el trabajo, de tal manera que continúan con sus compromisos laborales durante el fin de semana, mientras están de vacaciones e incluso convalecientes de una enfermedad. Lo cierto es que las nuevas tecnologías no ayudan a ese necesario momento ‘detox’ fuera de la oficina: correos electrónicos que llegan volando a cualquier hora del día, el ordenador que nos llevamos a cuestas, los ‘smartphones’ que nos mantienen permanentemente en línea y las llamadas a deshora (que evidentemente respondes). ¿Y el descanso para cuándo? Hasta tal punto ha llegado este fenómeno, que la propia Ley de Protección de Datos, tramitada por el Congreso, cuenta con una nueva cláusula que contempla el derecho a la desconexión digital. En ella se establece el derecho de los empleados a no atender ni responder llamadas o cuestiones relacionadas con su empleo en periodos vacacionales, permisos o fuera del horario laboral.
Desde hace 20 años en Estados Unidos ya se han creado grupos de autoayuda para combatir esta adicción. El más conocido de ellos es el Workaholic Anonymous, a donde acuden las personas afectadas por el síndrome para contar sus experiencias. Además, la asociación facilita una serie de preguntas que te ayudarán a descubrir si inconscientemente estás padeciendo esta afección. Aquí algunas de ellas:
1. ¿Sientes más interés por tu trabajo que por tu familia o cualquier otra cosa?
2. ¿Te llevas trabajo a la cama, para el fin de semana o durante las vacaciones?
3. ¿Es el trabajo la actividad que más te gusta y de la que más hablas?
4. ¿Trabajas más de 40 horas a la semana?
5. ¿Asumes siempre toda la responsabilidad de los resultados de tu trabajo?
6. ¿Asumes trabajo extra porque consideras que si no lo haces no estará hecho?
7. ¿Estás de acuerdo en alargar las jornadas laborales si te gusta lo que estás haciendo?
8. ¿Te irritas cuando te piden que pares de trabajar para hacer otras cosas?
9. ¿Han dañado tus horarios de trabajo tus relaciones con la familia u otras relaciones?
10. ¿Trabajas o lees durante las comidas?
Si te sientes identificado con cuatro o más de estas preguntas, probablemente tu relación con el trabajo no es todo lo sana que debería. Por eso es necesario que busques el equilibrio y que disfrutes de tu tiempo de descanso libre de todo sentimiento de culpabilidad. Para eso:
1. Marca una hora determinada para dejar de trabajar. Si tu horario termina a las 19.00 horas, lo ideal es que lo cumplas sin remordimientos. Los descansos son un derecho y los mereces, aprende a relajarte y a delegar.
2. En cuanto des por finalizada tu jornada, realiza una auténtica desconexión digital: ni consultar el correo electrónico ni coger el teléfono del trabajo.
3. Adquiere hábitos de vida saludables, tanto en lo que respecta a la alimentación como al deporte.
4. Encuentra el equilibrio entre las diferentes esferas de tu vida: privada y profesional, porque la segunda no debe imponerse a la primera.
5. Ayúdate de familiares, amistades o colegas que sí sean un buen ejemplo de estilo de vida saludable y equilibrado.
Recuerda, puedes trabajar menos, pero en mejores condiciones, y obtener así excelentes resultados. Busca siempre tu centro de gravedad y trabaja para vivir, no vivas única y exclusivamente para trabajar.
¡Esta imagen, se acabó!
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