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El apetito. El hambre real la puedes calmar con una fruta. El apetito o " hambre emocional", no. Él te exige un alimento concreto, poco nutritivo y muy calórico. Aprende a combatirlo con nutrientes que calman esa ansiedad: almendras, arándanos, pepinillos, aceitunas, tortitas de maíz o una onza de chocolate 70% cacao te ayudarán.
El estrés. Durante siglos, la humanidad solo se estresaba si había escasez de comida. Por eso aún hoy nuestro organismo se confunde e interpreta el estrés como hambre, lo que le empuja a ordenarnos que comamos más y fabriquemos más grasa para tener reservas de energía. Si sabes que estás estresada, combate tu estrés haciendo ejercicio.
Cuando el estómago está lleno produce obestina, una sustancia que viaja hasta el cerebro para pedirle que dé la señal de parar de comer. Tomar un primer plato de verduras en las comidas, incluir proteínas en el desayuno y comer despacio son tres claves para producir esa saciedad. Si quieres conocer más, lee ¿Por qué engordamos? (Grijalbo).
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