vivir
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“Dónde he dejado las gafas?”, “¿Y el móvil?”, “¿Cómo se llamaba la película que vi ayer?”... Son preguntas que, a veces, no conseguimos responder a la primera y eso nos hace pensar que nos sucede algo malo... Pero no: tranquilidad ante todo. “Con la edad, nuestra memoria flaquea por causas químicas (porque generamos una menor cantidad de las sustancias necesarias para que las células cerebrales funcionen), pero también físicas: porque nuestra energía se dispersa. Estamos programados para envejecer y las pérdidas de memoria forman parte de ese proceso”, advierte la coaching antiedad Carmen Giménez-Cuenca.
Estos cambios influyen sobre la manera en que el cerebro almacena los recuerdos. Por ejemplo, olvidar el nombre del restaurante donde acabamos de cenar es un tipo de lapsus que se hace más frecuente a medida que nos hacemos mayores. “Lo normal es que todos perdamos cierto grado de capacidades cognitivas, aunque no tiene por qué ser devastador”, advierte la psiquiatra Paula Martín Marfil, experta en Medicina Neuroendometabólica. Podemos luchar contra ese desgaste de varias formas: realizando ejercicios de memoria, usando juegos mentales para recordar esos detalles o estableciendo rutinas que eviten descuidos. Te toca aprende a recordar.
1. HE COMPRADO TODO... MENOS LO QUE IBA A BUSCAR
¿Cuántas veces nos ocurre que vamos al supermercado a comprar el pan y volvemos con una bolsa cargada de cosas... pero sin pan? Con los años, nuestro cerebro retiene cada vez menos información. “Esto tiene que ver con lo que se denomina memoria de trabajo, un conjunto de procesos que nos permiten el almacenamiento y manipulación temporal de la información que recibimos para la realización de tareas cognitivas complejas. Cosas como la comprensión del lenguaje, la lectura, las matemáticas, el aprendizaje o el razonamiento. Digamos que es un tipo de memoria a corto plazo”, explica Paula Martín.
Lo normal es que seamos capaces de recordar de cinco a nueve objetos de nuestra lista de la compra (siete es la media). Para lograrlo, la visualización del objeto es una parte fundamental que nos ayuda a retenerlo. Puedes usar esto a tu favor con una técnica muy efectiva: consiste en asociar previamente lo que necesitas comprar a una imagen mental del alimento o de los lugares del supermercado donde se encuentra. Si realizas este sencillo ejercicio antes de hacer la compra y lo repites durante las siguientes visitas al supermercado, comprobarás que cada vez se te olvidan menos cosas. Y el plus es que estás ofreciendo al cerebro un buen estímulo que ayuda a fortalecer tu memoria.
Toma nota: Cuanto más extravagantes sean las imágenes que elijas para asociarlas a esos objetos y visualizarlos en tu mente, mejor se conservarán en tu memoria. Deja volar tu imaginación.
2. ¿HE CERRADO EL GAS?
Salimos de casa y, cuando estamos lo suficientemente lejos como para no poder volver, comienza a atormentarnos la idea de que no hemos cerrado el gas y que la casa va a explotar. “Cuando eres joven,* también sufres episodios de estrés de este tipo, pero tienes más recursos y fortaleza para hacerles frente”, recuerda Carmen Giménez-Cuenca.
El estrés es el hijo del miedo. Cuando estás sometido a una tensión (como pensar que tu casa va a explotar), se pone en marcha “la máquina de la angustia”: nos falta oxígeno, se producen contracciones musculares y pérdida de facultades cognitivas. Y si creemos que está en juego un hogar, no hay tiempo para pensar y anticipamos lo peor.
Toma nota: Para que una información tan importante como apagar el gas se “instale” bien en tu memoria, debes utilizar al máximo los cinco sentidos y todas tus emociones, ya sean positivas o negativas. Hay que focalizar la atención en lo que estás haciendo y crear automatismos. Intenta fijarte en todas las acciones importantes y mecánicas que realizas en casa. No es difícil, pero hay que dedicarle tiempo: se tarda entre 21 y 60 días en adquirir un nuevo hábito.
3. ¿QUÉ ES LO QUE TE IBA A DECIR?
Nos sucede muchas veces. Estamos hablando distraídamente con alguien, de repente pides la palabra y justo cuando vas a lanzar tu idea más brillante se te olvida lo que ibas a decir. Los psicólogos lo llaman “descarrilamiento del tren de pensamiento”. El ojo humano realiza continuos movimientos para registrar el entorno. Incluso durante una conversación se mueve unas cinco o seis veces por segundo. Gracias a ello, recopila cantidades ingentes de información que envía al cerebro, lo que nos provoca ciertas interrupciones que provocan esa pérdida de la idea que pretendíamos expresar. Los estudios científicos explican que el mismo sistema del cerebro que participa en la interrupción del movimiento de nuestro cuerpo es el que también interrumpe el pensamiento y nos hace perder el hilo de una conversación en curso.
Toma nota: Si quieres no distraerte durante la conversación, pon el foco en tu interlocutor y no dejes que tus ojos vaguen dispersos por la habitación. El cerebro procesa mejor cualquier información que esté visualizando.
4. LO TENGO EN LA PUNTA DE LA LENGUA...
A veces, durante una conversación, quieres referirte a algo, lo visualizas en tu mente y resulta que no te sale la palabra. El término específico para este tipo de olvidos es “ letológico”: de lethe, olvido; y logos, lenguaje. En la mitología griega, Lethe era uno de los cinco ríos del mundo subterráneo, donde las almas de los muertos bebían para olvidar todos los recuerdos terrenales. Se trata de un fenómeno muy común, que se explica por la forma en que se almacena el vocabulario en el cerebro. Primero aprendemos la palabra, luego su pronunciación y finalmente accedemos a su ortografía. Es un proceso compuesto por tres pasos interconectados. Pero, a veces, por el motivo que sea (nervios, emociones...), nos es muy difícil acceder a alguno de esos pasos. Pero entre el 50 y el 70% de los casos, la palabra regresa a la mente en menos de un minuto. Si sigues bloqueado, siempre puedes recurrir a sinónimos. No es nada grave.
Toma nota: Hablar moviendo las manos libera un espacio en la memoria que ayuda a eliminar ciertos bloqueos del idioma. Un estudio realizado en la Universidad de Chicago (EE.UU.) indicó que esta técnica mejora notablemente la capacidad para ordenar nuestras ideas en el transcurso de una conversación.
5. ¿TU NOMBRE ERA...?
Qué embarazoso es que te presenten a alguien, comiences una conversación y al referirte a tu nuevo amigo, no puedas recordar su nombre. O, peor todavía, que se incorpore alguien más al grupo y le tengas que presentar, pero no te acuerdes de cómo se llama. Los nuevos nombres que se incorporan a tu vida son los más difíciles de recordar porque todavía no has creado una memoria visual de la persona o no lo has repetido las suficientes veces como para que queden almacenados en tu memoria. El cerebro humano tiende a recordar más fácilmente el rostro de las personas y otros detalles (desde su imagen, trabajo o aficiones) para relacionarlos y almacenarlos con la finalidad de tener una referencia, dejando para el final el nombre, que exige un mayor esfuerzo mental.
También puede ocurrir que estemos tan distraídos o fatigados que en el momento de las presentaciones no hayamos atendido al nuevo nombre. Identificar por qué ocurre esa desatención es una de las mejores formas de conocer qué tipo de desorden hay en nuestra vida.
Toma nota: Incorpora a tu cerebro una imagen o característica que asocies al nuevo nombre. Por ejemplo, “Javier tiene un bigote peculiar”. Si estás ante varias personas en una reunión de trabajo, puede serte muy útil repetir en voz alta sus nombres a medida que te los presenten.
6. ¿DÓNDE HE DEJADO LAS LLAVES DEL COCHE?
Es una cuestión científica: para recordar una información, primero hay que “aprenderla”. Solo así es posible almacenarla y encontrarla cuando la necesitas. Si no sabemos dónde hemos dejado las llaves del coche es porque cuando las dejamos no estábamos prestando atención. Teníamos la mente dispersa y las abandonamos con descuido. Es algo que suele suceder cuando llegamos del trabajo, después de una jornada agotadora.
Estos episodios de tensión estresan al organismo y disparan una respuesta fisiológica que se traduce en una mayor liberación de determinadas sustancias, como las catecolaminas (adrenalina, por ejemplo) y los glucocorticoides (como el cortisol). El peligro llega si se producen efectos continuados en la respuesta al estrés sobre el organismo. Son los que acaban comportando alteraciones importantes. Eso es lo que tenemos que saber controlar. Si llegamos a casa con tensión, debemos identificarlo y activar nuestros mecanismos de defensa.
Recuerda que pasan 400 milésimas de segundo desde que dejamos las llaves del coche en un sitio hasta que el cerebro identifica esa acción. Si prestamos atención a lo que estamos haciendo durante esa breve fracción de tiempo, al cerebro le será más fácil recordarlo. “ Este olvido es un problema de atención. Y esa atención la podemos entrenar, por ejemplo, con ejercicios de mindfullness”, o atención plena, como sugiere Carmen Giménez-Cuenca.
Toma nota: Concentra toda tu percepción sensorial en un radio de solo 45 cm alrededor del lugar habitual donde dejas las llaves del coche, por ejemplo. De esta manera, será en este perímetro donde podrás encontrarlas en la mayoría de las ocasiones. Otra medida que puede resultar útil para evitar este tipo de distracciones es crear una rutina para no “malgastar” el cerebro en la memorización de asuntos menores, como este.
Somos capaces de hablar por teléfono mientras borramos emails y vigilamos que el niño no meta el mando de la televisión en la pecera. De hecho, un estudio de la National Research University Higher School of Economics de Moscú asegura que el cerebro femenino necesita menos energía que el masculino para cambiar su atención durante la realización de varias tareas. Así que parece que las mujeres han nacido para hacerlo todo a la vez. Sin embargo, los expertos aseguran que hay que tener cuidado, porque tantas conexiones neuronales puestas en funcionamiento a la vez desgastan notablemente la capacidad congnitiva. Según una investigación del Instituto de Tecnología en Massachusetts, el multitasking aumenta la producción de cortisol, la hormona del estrés, así como la de la adrenalina. En lugar de hacer que trabajes más rápido, lo que consigues es sobreestimular el cerebro hasta provocar niebla mental. “La concentración debe mantenerse al 100% en toda actividad que consideremos importante. Así que es fundamental detectar y saber diferenciar cuáles son esenciales y cuáles no”, precisa Paula Martín.