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Todo lo que deberías saber sobre la cirugía íntima

En la era de la insatisfacción, el 80% de las mujeres se muestra frustrada con su cuerpo. ¿En qué momento la estética genital pasó a ser, también, objeto de ansiedad y complejos? ¿Quién marca el canon y por qué?

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Beatriz García Manso
Beatriz García Manso

La escena es real. Una pareja ojea revistas en una sala de espera. La chica mira una portada, donde una modelo en bikini luce toda su bronceada belleza. "¡Qué tipazo! -dice ella suspirando-. Me encanta su bikini". Él posa su mirada en la imagen apenas un segundo. "Sí, pero parece que tenga paquete. Le podían haber hecho un poco de photshop ahí, ¿no?". Con "ahí", el hombre se refiere a la zona del pubis y el comentario no es inocuo. En primer lugar porque, en la vida real, el photoshop con el que alcanzan la perfección las modelos de las revistas se llama bisturí. Y la operación con la que eliminar un supuesto exceso de grasa "ahí" se llama lipoescultura del monte de Venus. La anécdota sirve para ilustrar que tampoco las zonas más privadas escapan del cruel escrutinio al que se somete el cuerpo de las mujeres.

Todavía está lejos de ser la cirugía estética más demandada (el aumento de pecho, el lifting y las liposucciones de caderas siguen siendo las reinas), pero según la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad, la demanda se ha duplicado en los últimos cinco años en nuestro país. "En 2016 suponían el 1,5% de la cirugía estética, mientras que en 2010 ni se contemplaban", afirma la doctora Shirin Zarbakhsh, médica adjunta del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Universitario La Paz.

Como cirugía íntima se entiende toda una serie de procedimientos quirúrgicos encaminados a mejorar la estética y la funcionalidad de los órganos sexuales femeninos. Entre las intervenciones más solicitadas están la labioplastia de reducción, en la que se corrigen los labios menores alargados, colgantes o asimétricos; la de aumento o lipofilling, en la que se incrementa el volumen y la turgencia de los labios mayores; la ya mencionada liposucción del monte de Venus; y la vaginoplastia o estrechamiento, que consiste en una reducción del músculo de la vagina.

¿Por qué se infantiliza a las mujeres -con la depilación integral y la estandarización- y se sexualiza a las niñas?".

En muchos casos, se recurre al bisturí por motivos médicos como incontinencia, infecciones recurrentes, lesiones derivadas del parto, molestias físicas producidas por el roce de la ropa y relaciones sexuales dolorosas y poco satisfactorias. Pero a todos esos motivos se suman hoy, superados los primeros tabúes, los puramente estéticos.

En internet, donde el anonimato vence al pudor, las mujeres comparten sin tapujos sus complejos: "Tengo 17 años y estoy asqueada con esa parte de mi cuerpo. Todo sobresale y cuelga. Me avergüenza y sé que a los tíos les daré asco", escribe una de ellas. Y es que puede haber vanidad en la cuestión de pasar por quirófano para mejorar la forma, el tamaño y hasta el color de los genitales, pero en muchos casos lo que lleva a las mujeres a tomar una decisión así son los complejos, la insatisfacción, la ansiedad y la pérdida de autoestima.

"Se mira el cuerpo femenino como algo que siempre hay que arreglar y que nunca va a ser perfecto -señala Delifina Mieville, sexóloga experta en género y derechos humanos-. Este mercado en alza se basa en el sentimiento de que somos feas y nuestros genitales son feos, son algo que esconder, huelen mal, sangran, tienen pelo...".

La era de las vulvas de diseño

¿Por qué llegan a ejercer las mujeres semejante violencia sobre su propio cuerpo? "La preocupación por el físico y la insatisfacción corporal son cada vez más elevadas y afectan al 80% de las mujeres", asegura Rosa María Raich, catedrática de Intervención Psicológica de la Universitat Autònoma de Barcelona. Según los datos que maneja esta investigadora, que acumula 30 años de estudios sobre imagen corporal, autoestima y prevención de trastornos alimentarios, recibimos unas 3.000 imágenes diarias de mujeres perfectas e irreales. " Nuestra sociedad ejerce una enorme presión sobre las mujeres (y cada vez más también sobre los hombres), para que persigan un cuerpo no solo delgado, sino perfecto". El resultado es una insatisfacción casi pandémica. El extremo sería lo que se llama trastorno dismórfico, que es la preocupación exagerada y obsesiva por el cuerpo o una parte de él. Genera gran dolor psíquico porque, quien la sufre, centra su vida en ello, evita las relaciones sociales para no mostrar su cuerpo y también las sexuales, porque es donde más se expone. "Estoy muy acomplejada porque mi vagina es anormal. No es como todas, que solo se les ve la rayita. Nooo, la mía es horrible, con los labios menores como que cuelgan", se lamenta otra chica en internet. A diferencia de lo que ocurre con los genitales masculinos, los femeninos permanecen resguardados de miradas tanto ajenas como propias, especialmente después de la pubertad, que es cuando se cubren de vello. Por eso ha sido el destape propiciado por la moda de la depilación integral lo que nos ha puesto cara a cara con nuestra anatomía. Y sucede que lo que vemos en muchos casos no se parece demasiado a la imagen que se ha ido formando en nuestra mente de cómo debería ser.

¿Y cómo ha podido llegarse a la convención de qué es lo que se considera una vulva bonita? Desde Gustave Courbet -con El origen del mundo en 1866- a los dibujos lineales -esquemáticos- que aparecen en los libros y en las revistas y, por supuesto, la industria del cine porno han perfilado el canon estético que se impone. "Hay un mercado de infantilización de las mujeres, con un cierto punto inquietante sobre por qué fomentamos cuerpos infantilizados con vulvas muy pequeñitas, discretitas y sin vello. A lo que se parece eso es al de una niña. Yo me preguntaría por qué desexualizamos a las adultas y sexualizamos a las menores", apunta la sexóloga Delfina Mieville.

Hay una verdadera falta de comprensión acerca de la gama real de la diversidad genital". Y la doctora Shirin Zarbakhsh, del Hospital La Paz, lo subraya: "A pesar de que la industria pornográfica intenta imponer un modelo de vagina infantilizada, como mujer, mi opinión es que unos genitales naturales son los más bellos. Existen tantos tipos de vaginas como tipos de mujeres". Precisamente para visibilizar la diversidad (aunque sea a base de escandalizar) se están promoviendo diferentes iniciativas como The Labia Project (www.labiaproject.com), un portal de internet en el que las mujeres suben fotos de sus genitales. O proyectos artísticos que contribuyen a llenar las lagunas de una educación sexual que empodere a las mujeres para que recuperen su autoestima, como The Vulva Gallery Book (www.thevulvagallery.com), que muestra la diversidad a través de delicadas ilustraciones; o el Gran Muro de la Vagina del artista británico Jamie McCartney: "Es mi reacción al fascismo del cuerpo -dijo el artista-. Han descubierto una nueva vía para hacer caja: la vagina; y ahora les dicen a las mujeres que son defectuosas ahí abajo".

Capítulo aparte merece la cirugía de reconstrucción del himen que, aunque no tan habitual en España como en otros países, también existe y se realiza en la gran mayoría de los casos a mujeres musulmanas o gitanas. "La himenoplastia no es una cirugía muy frecuente y tiene un componente étnico religioso muy importante. En la sociedad actual, ya no tiene esa carga de virtuosismo de hace décadas o siglos", explica la doctora Zarbakhsh. Sin embargo, el imperativo cultural de la virginidad y el mito de la primera vez todavía perviven.

Algunas culturas y etnias obligan a las mujeres a pasar diferentes exámenes (como pruebas del pañuelo) para probar que llegan "intactas". En caso contrario se exponen al castigo y la discriminación; a ser repudiadas por su familia política y rechazadas por la propia. Y todo en base a la integridad del himen -una membrana que estrecha la entrada de la vagina-, a pesar de que la ciencia ha dejado claro que ni todas las mujeres sangran al tener relaciones por primera vez, ni la existencia o ausencia de himen demuestra nada, ya que también puede romperse por otras causas que no sean sexuales e, incluso, hay quienes nacen sin él. Sin embargo, sigue siendo el instrumento de control de la sexualidad de las mujeres que, por temor a las consecuencias, pasan por el quirófano para restaurar su virginidad.

Hay clínicas que se niegan a realizar estas operaciones por motivos morales, pero son pocos los que desaprovechan el nicho de negocio. Hasta los turoperadores sacan tajada, incorporando esta oferta en el llamado turismo de bisturí. La himenoplastia se encuentra entre su catálogo de servicios, junto a otros clásicos, como el aumento de pecho, la rinoplastia o el injerto capilar.

Volver a estar "intacta"

Para quienes no se pueden permitir pasar por el quirófano, también se ha inventado un plan B más económico: el himen artificial. Una cápsula para insertar en la vagina y que, bajo el efecto de la temperatura y la humedad corporal, se ablanda y, en el momento de la penetración, libera un líquido que imita la sangre. Se creó en Oriente en los años 90: cuesta entre 10 y 25 euros solo la píldora; y unos 125 euros un kit más completo con dos hímenes artificiales (uno para entrenamiento, el otro para el día D), termómetro, guantes de látex e incluso una guía para simular el pudor y el dolor en la noche de bodas. Sin embargo, no todas las revirginizaciones se hacen por motivos culturales o religiosos, y ahora también se venden también como una especie de juguete sexual para revivir con la pareja la primera vez. ¿Un caprichoso regalo para quienes ya lo tienen todo? ¿O una nueva libertad que es, en realidad, el más viejo sometimiento?

¿Retoque estético o mutilación?

La OMS define la mutilación genital femenina como una forma de violencia que comprende "aquellos procedimientos de resección parcial o total de los genitales externos femeninos por motivos no médicos". En base a esa definición, hay quien ve una relación clara entre la ablación femenina y la cirugía estética genital. Isabel Ortega, antropóloga y profesora del Máster en Relaciones de Género de la Universidad de Zaragoza, establece en el ensayo titulado Esculpir el género. Nuevas fronteras de la mutilación genital femenina, una identificación entre prácticas rechazadas por el mundo occidental (la ablación y mutilación genital femenina) y otras aceptadas, como la cirugía de reasignación de sexo o la cirugía estética vaginal. "No creo que sea lo mismo que una niña menor sea amputada en condiciones horrorosas y una adulta que lo elige -argumenta la sexóloga Delfina Mieville-, pero sí veo una relación: la conquista última del patriarcado de la violencia hacia los cuerpos femeninos, simbólica y real. Hay que darse cuenta de que algo muy típico de nuestro tiempo es la subjetivación del dominio. Es decir, ya no necesito un tirano que me diga lo que tengo que hacer, porque lo he interiorizado y ya me castro yo misma, creyendo que es mi libertad".

20 de enero-18 de febrero

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