Hemos estado ahi. Lo que más apetece en verano es una ducha fría para paliar el calor. Aunque cuando no hay una ducha, todo es válido: un ventilador a máxima potencia, un vaso de agua con mucho hielo o en ocasiones extremas (y más de estar por casa) un abanico. Ahora entendemos a nuestras abuelas cuando lo sacaban del bolso a principios de junio.
Parece muy obvio: si tienes calor, algo frío te hará solucionar el mal trago, pero... en realidad no es tan simple como parece. Te explicamos por qué.
Como solución rápida, sí: una ducha de agua fría te quitará el sofoco debido al contraste de temperatura. Sin embargo, a largo plazo, el efecto será peor. Cuando mojamos la piel con agua fría, esta mandará una señal al organismo de que estamos intentando bajar la temperatura, por lo que internamente intentará equilibrar este desajuste produciendo más calor. El cuerpo tratará de no perder temperatura en esa zona y como consecuancia, al salir de la ducha, la sensción térmica será más alta que cuando entramos.
Ahora entiendes por qué, muchas veces, cuando te has dado duchas de agua fría has acabado peor que al principio, veáse, muy acalorado y encima, con ganas de volver a meterte bajo en placentero chorro de agua fresquita.
Además, la temperatura corporal no es como un acto reflejo, sino que tarda en regularse por sí misma, por lo que el efecto durará más tiempo del que deseas si lo que querías era deshacerte del calor.
¿Cuál es la única solución? Dúchate con agua templada, no hace falta que esté caliente, es suficiente con que el cuerpo no la considere una agresión y decida nivelar la temperatura interna.
Aunque eso sí, estamos muy a favor de las duchas frías en inverno , que no solo te harán entrar en calor, sino que tienen múltiples beneficios para el organismo y también para la silueta.
Si hace calor, recuerda: abanico en mano y como antaño, a esperar con ganas septiembre.
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