La Fiscalía estadounidense considera los cigarrillos electrónicos como los responsables de la mayor crisis sanitaria que EE.UU. tiene actualmente entre manos. /
Parece una de esas historias en la que unos chicos cumplen el sueño de triunfar en los negocios hasta que una serie de catastrófricos sucesos pone en duda su éxito. Hace unos meses, la revista Time aseguraba que Juul, la compañía de cigarrillos electrónicos fundada por Adam Bowen y James Monsees en 2007, había cambiado la forma de fumar. Hoy, la Fiscalía estadounidense ha abierto una investigación porque los considera responsables de la mayor crisis sanitaria que EE.UU. tiene actualmente entre manos. ¿La razón? El rastro de muertes que el uso de estos dispositivos está dejando en las últimas semanas en 38 estados.
De momento, la ciudad de San Francisco y el Estado de Michigan ya han prohibido o restringido su venta. Pero no son las únicas medidas que se han tomado. El pasado 11 de septiembre, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) anunció que va a solicitar que los cigarrillos electrónicos que no tengan sabor a tabaco sean retirados del mercado. En India se han adelantado y han prohibido la venta de cualquier tipo de cigarrillo electrónico, sepa a lo que sepa. Se ha abierto la veda.
La historia del vapeo comienza en 2004. Bowen y Monsees son dos universitarios que salen a fumar a la puerta de la facultad. Están buscando una idea para su proyecto de fin de carrera. “¿Y si creamos una forma más sana de fumar?”, se plantean. Ese fue el nacimiento del cigarrillo electrónico. 15 años después, su uso se extiende y mantiene en jaque a las autoridades sanitarias de todo el mundo. Porque lo que se presentaba como una solución no solo no sirve para dejar de fumar, sino que puede que consiga todo lo contrario: después de los titánicos esfuerzos para que las nuevas generaciones no se enganchen al tabaco, el vapeo podría ser, precisamente, la nueva forma de iniciarse en un hábito, el del tabaco, que ya se cobra ocho millones de vidas en el mundo cada año, según la OMS.
Las seis personas que han fallecido en Estados Unidos en las últimas semanas comparten un mismo rasgo: fumaban con dispositivos electrónicos. Otros 540 vapeadores han sido ingresados con problemas respiratorios graves. “Lo llevamos avisando hace ya mucho tiempo: los cigarrillos electrónicos son muy peligrosos. Mucho. Y quizá estemos llegando tarde”, advierte el neumólogo Carlos A. Jiménez Ruiz, presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
La clase médica ha asistido al bombardeo comercial de las compañías de cigarrillos electrónicos con una mezcla de estupefacción e indignación. Estos dispositivos exponen a los usuarios, y a las personas que están a su alrededor, a químicos dañinos, incluidos 10 de los que aparecen en las listas de sustancias que provocan cáncer, defectos de nacimiento y otros daños reproductivos.
Los ingredientes del e-líquido de un cigarrillo electrónico, como el propilenglicol y los agentes saborizantes, inflaman el sistema respiratorio, lo que podría provocar el desarrollo de cáncer y otras enfermedades pulmonares obstructivas crónicas. Las partículas finas y ultrafinas del aerosol, incluso con una exposición breve, podrían causar irritación en la garganta y los ojos, tos, mareos y asma.
Los médicos aseguran también que vapear causa una inflamación en los pulmones a corto plazo parecida a la que ocasionan los cigarrillos normales. Por no hablar de ciertas partículas que también amenazan el funcionamiento del corazón y estrechan las arterias. El último estudio científico que se ha publicado sobre los efectos del vapeo ha aparecido en la prestigiosa revista médica JAMA y alerta de que “los cigarrillos electrónicos contienen un compuesto químico ( pulegona) que puede causar cáncer, y que ya ha sido prohibido como aditivo alimentario”.
Sin embargo, l os fabricantes se defienden. Primero advierten de que la serie de muertes de Estados Unidos tiene su origen en un uso indebido de los inhaladores, porque según ellos se ha producido una manipulación para llenarlo de sustancias tóxicas como el THC, que es el componente psicoactivo más importante del cannabis mezclado con aceite.
En el plano científico, argumentan que no existen estudios prospectivos a largo plazo sobre los supuestos efectos nocivos de su producto en comparación con el tabaco. Pero incluso así, la mayor evidencia científica, absolutamente indiscutible, es que casi todos los cigarrillos electrónicos contienen nicotina, una neurotoxina muy adictiva y altamente estudiada. La de los cigarrillos electrónicos se deriva del tabaco, al igual que la nicotina de los cigarrillos tradicionales, un químico peligroso y tan adictivo como la heroína. Pero el mayor problema radica en que, además, algunas marcas de cigarrillos electrónicos ofrecen la posibilidad de combinar y manipular el propio e-líquido. Las muertes en Estados Unidos han demostrado que eso es lo más peligroso de todo: la falta de control sobre un producto con sustancias químicas que, si no se usa adecuadamente, puede producir reacciones letales.
Ante esta perspectiva tan confusa, ¿qué hacer? Ya en 2014 la SEPAR emitió un informe en el que pedía a las autoridades sanitarias españolas que regularan el cigarrillo electrónico y sus accesorios como una medicación. “Así se controlaría el consumo indiscriminado que hay ahora mismo. El peligro es que toda una generación de jóvenes se está iniciando en el consumo de tabaco a través de él”, anunciaba el análisis. Además, entendía que la regulación de este dispositivo como medicación podría contribuir a que su producción y distribución se ajusten a los estándares de calidad y seguridad requeridos para productos de uso farmacéutico, y facilitaría la investigación científica y médica de estos dispositivos.
Pero lo que más preocupaba a los redactores del informe era el importante paso atrás en los avances hacia una sociedad no fumadora. “Se va a perjudicar el proceso de desnormalización del consumo de tabaco en lugares públicos consecuencia de la actual Ley reguladora del consumo del tabaco”, señalaban hace ya cinco años. Actualmente la legislación española permite usar el cigarro electrónico en centros de trabajo no sanitarios, bares y restaurantes. También tolera su publicidad. Básicamente, su uso está prohibido en las administraciones públicas, hospitales y colegios. Tampoco se puede vapear en medios de transporte público, trenes, barcos y parques infantiles.
En mitad del conflicto, y con la consiguiente irritación de los fabricantes de cigarros electrónicos, el Ministerio de Sanidad español ha demostrado de qué parte está. Lo ha hecho a través de un anuncio en el que aparecen jóvenes fumando con varios dispositivos (cigarros electrónicos, vapeadores o cachimbas) con un mensaje final: “Que no te engañen: el tabaco ata y te mata”. Y en Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha anunciado: “Tenemos un problema nuevo en este país que se llama vapeo, especialmente entre niños inocentes”.
“El mensaje inicial de la industria del cigarrillo electrónico es que su producto era como una metadona, que servía al fumador de cigarrillos normales para dejar su hábito. Se ha demostrado que no es así. Y se plantea como una posible puerta de entrada para que los jóvenes acaben fumando cigarrillos convencionales”, apunta el dr. Jiménez Ruiz. De la misma opinión es Joan Ramón Villalbí, presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS): “Todas las pistas sugieren esta idea. Por eso conviene atajar la situación y establecer una regulación restrictiva y con tipos impositivos tan disuasorios como los que tiene el tabaco normal”.
Ahora la primera preocupación es atajar la extensión de esta moda y la captación de usuarios jóvenes. “No es necesario esperar a que ocurran cosas como las de EE.UU. para legislar y controlar este tipo de productos y sus mensajes publicitarios. Hay que hacerlo antes de que sea demasiado tarde”, concluye el dr. Jiménez Ruiz.
Uno de cada dos estudiantes españoles de entre 14 y 18 años ha probado el cigarrillo electrónico, según datos del Ministerio de Sanidad. “Toda la promoción de esta industria está destinada a captar a chavales”, dice Joan Ramón Villalbí, de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria. ¿Cómo ha logrado seducirles? Combinando tecnología con las ansias de “romper” con lo antiguo, al fin y al cabo, “e l tabaco tradicional tiene mala imagen y eso les motiva para buscar alternativas”, afirma Iñaki Galán, del Centro Nacional de Epidemiología.
20 de enero-18 de febrero
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