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Todo lo que necesitas saber sobre la depresión, la sombra invisible

En España se producen más de cuatro millones de episodios de depresión al año y la mitad de ellos permanece sin diagnosticar. Una enfermedad que afecta sobre todo a las mujeres y donde lo físico y lo psíquico están íntima e indisolublemente ligados.

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alberto bravo

El propio organismo emite las señales que nos ponen sobre la pista. La tensión y las molestias musculares pueden ser síntomas de depresión. También los dolores de cabeza, las palpitaciones, las sensación de opresión en el estómago y la dificultades para respirar. Y, por supuesto, tanto el insomnio como el cansancio desmedido. En un nivel más profundo, también puede manifestarse dolor en el pecho, boca seca, pensamientos obsesivos y hasta temblor de manos. Pero, con todo, lo más importante (aunque quizá sea lo más difícil de detectar y medir) es lo que le ocurre al estado de ánimo: esa sensación de hastío vital, esa pérdida total de interés por actividades que antes proporcionaban placer, la falta de ganas y de energía, la ausencia de motivación...

Lo opuesto a la depresión no es la felicidad, sino la vitalidad. La tristeza también está, pero no es lo primordial en una depresión, sino la laxitud y la falta de ganas y de fuerza para desesnvolverse en la vida. Cuando la vitalidad se aleja de alguien y todo empieza a parecerle imposible; cuando todo es un esfuerzo excesivo y todo se le desborda, se encienden todas las alarmas de la depresión.

Las señales son claras y, sin embargo, buena parte de las personas que sufren depresión no lo saben y no están siendo tratadas. De hecho, la OMS advierte de que la depresión aumenta y no entiende de edades. Ni siquiera los niños y adolescentes están libres de su amenaza.

Aún así, la depresión mayor se puede prevenir si se ataja en cuanto los primeros síntomas comienzan a dar la cara. La clave está en aprender a distinguir si estamos pasando por una mala racha normal o si se trata de algo más. “La diferencia está, principalmente, en la intensidad y en la duración de los síntomas”, especifica la dra. Marina Díaz, jefa de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y Presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid.

En femenino

Está comprobado estadísticamente que las mujeres son quienes sufren mayoritariamente los efectos devastadores de la depresión. Un 70% frente al 30% de los hombres. “Los cambios hormonales que atravesamos a lo largo de nuestra vida, mucho más agresivos que en el caso de los hombres, están entre las principales causas. Las mujeres pasan por embarazos, depresiones postparto, menopausia... Pero también aparecen otras circunstancias vitales, como la presión en el trabajo, la mayor dificultad para alcanzar metas laborales o la complicadísima conciliación de trabajo y familia”, explica la doctora Díaz.

Una mujer con antecedentes familiares de depresión tiene mayor probabilidad de desarrollar la enfermedad. Sin embargo, esos antecedentes no son una sentencia fija ni significan que quien no los tenga esté libre de padecerla. Para que se dé, tiene que haber una combinación de genes con factores psicológicos y del entorno.

En opinión de la dra. Marina Díaz, se trata de ser conscientes de en qué proceso estamos inmersos, porque a todos nos ocurren cosas que nos causan sufrimiento en mayor o menor grado. “La tristeza es un estado de ánimo momentáneo que forma parte de los altibajos de la vida. Pero la depresión se produce a niveles mucho más profundos. La mayor parte de las veces, su tristeza aparece sin un motivo aparente y con efectos prolongados y angustiosos que alteran decisivamente nuestras vidas”, explica la dra. Marina Díaz.

“El patrón varía y depende de muchos factores. Por ejemplo, la edad puede condicionar la forma en la que se manifiesta la depresión. Es posible que en los adolescentes se muestre con un mal rendimiento académico, abuso de sustancias o alteraciones en el comportamiento; y que en pacientes ancianos se presente con un cuadro de molestias físicas”, detalla el dr. Roberto Fernández, psiquiatra de la Unidad de Hospitalización del Hospital Universitario HM Puerta del Sur. Es la doctora Díaz quien ofrece una pista infalible para detectar el comienzo de una depresión: “Cuando desaparecen las ganas de salir, de socializar y de compartir horas con los demás es cuando hay que empezar a preocuparse, ya que la depresión es una enfermedad de soledad que convierte la interacción humana en una actividad muy estresante”.

Además, un porcentaje significativo de mujeres con depresión sufren también trastornos alimentarios (como anorexia, bulimia o alimentación compulsiva).

De hecho, el 60% de quienes padecen una depresión necesitan comer más carbohidratos y alimentos ricos en azúcar para equilibrar sus niveles de serotonina. Y cuando eso sucede, no es difícil entrar en un círculo vicioso. La revista Nature publicó un estudio del University College de Londres en el que destacaba cómo el consumo de azúcar facilitaba la atrofia del hipocampo (una de las áreas del cerebro asociada a la memoria) y favorecía la depresión. Cuando consumimos demasiado azúcar, nuestro organismo tiene que segregar insulina de forma exagerada, lo que acaba por provocar una alteración hormonal que influye en el ánimo.

El estudio también avisaba del peligro de adicción y de su relación con la obesidad, que es otro motivo habitual de depresión. Un dato a tener en cuenta: entre un 15 y un 25% de los pacientes aumentan su apetito durante un episodio de depresión. Y con ello, también aumenta su peso.

¿Se puede prevenir?

La respuesta es sí, pero con matices, porque depende del tipo de depresión que se esté sufriendo. “Existen dos: la reactiva, que tiene que ver con nuestras reacciones ante sucesos fatales y traumáticos; y la genética. La primera tiene un amplio margen de actuación en prevención, pero la segunda es complicada”, asegura la dra. Marina Díaz. La depresión reactiva es un trastorno del estado de ánimo que se produce como respuesta a un suceso o a una cadena de ellos. Un tercio de la población española considera que ha padecido episodios de depresión, según una encuesta de la OCU. Los problemas en el trabajo o los estudios son percibidos en el 46% de los casos como los desencadenantes; les siguen los problemas de pareja (40%), los de salud (37%), los familiares (31%) y los económicos (30%).

“La clave es ser consciente de que, tarde o temprano, llegará un suceso que pondrá a prueba nuestra capacidad emocional para atravesarlo. Y, aunque finalmente pueda surgir un episodio de depresión, si nos encontramos fuertes, tendremos más posibilidades de superarlo”, explica la dra. Díaz. Para estar fuertes es esencial, aunque parezca obvio, llevar una vida que incluya ejercicio y una buena alimentación, ya que ambos nos permiten estar más preparados para superar los malos momentos.

Hay soluciones

¿Qué podemos hacer entonces si sufrimos depresión? “ Psicoterapia y fármacos –asegura la dra. Díaz–. El 60% de los pacientes responde bien al tratamiento, les funciona”. Pero uno de los handicaps de los fármacos es que tardan unos 15 días en hacer efecto. Un problema, si se tiene en cuenta que muchos pacientes acuden a consulta cuando la enfermedad está avanzada o cuando están desesperados. Quizá por eso, según la última encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad, muchos de ellos abandonan el tratamiento antes de tiempo. La razón que señalan es la creencia, en un 52% de los casos, de que pueden manejar la situación sin antidepresivos. Pero dejarlos antes de tiempo suele provocar una recaída. Por eso, consideran tan importante aprender a detectarla, a prevenirla y a respetar los tratamientos.

Lo que comes, importa

La calidad de la dieta y las deficiencias de ciertos nutrientes determinan la salud mental. Lo asegura un estudio de la International Society for Nutritional Psychiatry Research. Es necesario alimentar el cerebro con ácidos grasos omega-3, vitaminas del grupo B (fólicos y B12) y vitamina D, además de zinc, magnesio y hierro. “Justo todo lo que aporta la dieta mediterránea”, apunta la dra. Díaz. Que no falten en tu dieta pescado azul, frutos secos, lácteos, verduras de hoja verde, huevos y boniatos.

Ejercicio, el gran antidepresivo

La actividad física es un complemento eficaz para prevenir y tratar la depresión, porque estimula la producción de proteínas que reparan las neuronas y aumentan su proliferación. También regula los niveles de serotonina y otros neurotransmisores, al tiempo que aumenta el flujo sanguíneo cerebral y estimula la liberación de endorfinas.

Cualquier actividad física es relevante (desde pasear a subir escaleras). Eso sí, según un estudio publicado en la revista médica The Lancet, los deportes en equipo son la mejor práctica para reducir los efectos y síntomas de la depresión (hasta un 22%), seguidos del ciclismo (21%) y ejercicio aeróbico de gimnasio (20%). Los investigadores también apuntan a que hay que hacer sesiones de entre 30 y 60 minutos, no más de cinco días por semana. Sobrepasar los 90 minutos de ejercicio o practicar más de 23 días al mes puede ser contraproducente.

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