vivir
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La niña buena del pop, que no se despeinaba literalmente en sus conciertos, que sonreía como un anuncio de dentífrico y que perpetraba un hit cada cinco minutos se ha quitado esa careta para mostrar cómo es. Y sus revelaciones no sólo han cambiado la percepción que tenemos de ella, sino que han sido una lección de vida.
Taylor Swift convertía en oro todo lo que tocaba… menos las relaciones. Tenía fama de hacer puré con el corazón de sus ex y adquirió la mala costumbre de dejarlos a caldo en las iracundas letras de canciones. Lo de la amistad tampoco no era lo suyo: acabó enemistada con casi todos los cantantes del momento. En 2016 estaba de moda odiar a Swift y sobre todo criticarla en redes sociales. Así lo hicieron: Demi Lovato, Kate Perry, Justin Bieber, Nicki Minaj, Kanye West y muchos más.
La mansa joven de Texas seguía cosechando éxitos que se le indigestaban a sus enemigos. Y a ella. Estalló y se apartó durante un año de la vida pública. Ahora ha contado por fin qué pasó y sobre todo quién es de verdad Taylor Swift. Y lo ha hecho en el documental Miss Americana, que se puede ver el Neflix.
Desde pequeña le inculcaron que debía ser perfecta e intentó seguir aquel camino. “Me convertí en la persona que todos querían que fuera”. Porque por muy sexy, creativa y rica que sea, Swift, como la mayoría de mortales, necesitaba la aprobación de los demás. Y lo que obtuvo fue justo lo contrario. La prensa la linchaba inclemente por tener demasiados novios. Famosos de todo tipo la insultaban verdes de envidia.
Cuando tenía 19 años y estaba agradeciendo un premio en el escenario, Kanye West le arrebató el micrófono para decir que Beyoncé se merecía el galardón. Desde entonces la ha bombardeado con lindezas como “yo hice famosa a esa z…”. Y, además, desde redes sociales criticaban sin piedad su cuerpo. Esa fue una de las razones por las que padeció trastornos alimenticios, una de las confesiones más sorprendentes del documental.
La otra es que se llenó de rabia y se cansó de callar. Le habían enseñado que las niñas buenas no llevan la contraria y su equipo de publicistas pretendía que no dijera lo que pensaba para no meterse en líos. Pero la cantante ha decidido alzar su voz para algo más que para cantar: en contra de Trump, de la homofobia y por los derechos de la mujer. Se convirtió en una activista demócrata que dice lo que piensa, no lo que se espera que diga.
En el documental, la artista también explica que ganó un juicio contra el locutor de radio David Mueller por agresión sexual, pues mientras se hacían una foto, le tocó el trasero. La sentencia fue bastante humillante: Mueller fue condenado a pagar 1 dólar a la cantante por el daño ocasionado. A partir de ese hecho, la cantante reivindicó la lucha feminista y se convirtió en una voz incómoda, pero libre.
La nueva Taylor ya no quiere ser perfecta y eso la hace aún más perfecta.