Un día cualquiera, en todas las miles de operaciones que se realizan en los quirófanos de nuestro país y del resto del mundo, el personal sanitario compuesto por cirujanos, ayudantes e instrumentistas se lava cuidadosamente las manos antes de colocarse los guantes quirúrgicos. Sobre el año 1840, el médico de origen húngaro Semmelweis descubrió que un simple lavado de manos con agua y jabón del personal sanitario disminuía drásticamente la mortalidad por infecciones de las parturientas que acudían al hospital de Viena. Su descubrimiento fue mal encajado por el resto de médicos, lo que hizo que fuera despedido del hospital. Años más tarde el lavado de manos fue universalmente aceptado, pero no fue algo fácil.
¿Se imaginan que despues de tomar estas medidas de higiene, el personal sanitario de los quirófanos se tocará la cara? esto es algo impensable y está totalmente prohibido. La llamada zona T, conocida así en el mundo de la infectología, formada por los ojos, nariz y boca es una de las zonas del cuerpo por la que más fácilmente pueden ingresar virus o bacterias en nuestro organismo.
¿Por qué nos tocamos la cara? Parece ser que este tipo de gestos son un rasgo evolutivo de nuestra conducta que podrían tener su origen en una de las partes más antiguas de nuestro cerebro. De hecho otros primates como los orangutanes, los chimpancés o los gorilas también lo hacen. Se ha demostrado en estudios que al tocarse la cara se activan zonas de placer de nuestro cerebro. Hay varios estudios científicos realizados en consultorios o con estudiantes de medicina en los que se ha comprobado que nos tocamos la cara hasta 23 veces a la hora, la mayoría de ellas de manera inconsciente.
El mecanismo por el que nos contagiamos es el siguiente: una persona infectada tose y microgotas cargadas de virus quedan sobre la superficies. Un mesa, silla, el pomo de una puerta, un teclado, la bandeja del aeropuerto, etc. Se sabe que un coronavirus puede permanecer activo, según las condiciones, entre 72 horas y nueve días. Parece que sobre superficies lisas, como metal o plástico, resiste más que sobre rugosas como ropa o una tela. Cuando tocamos estos objetos con nuestras manos adquirimos el virus.
Se ha visto en un estudio del rinovirus, responsable del resfriado común, que pasada una hora del contacto con él, el 40% del virus sobre la piel era todavía viable y pasadas tres horas aún lo era el 16%. Luego llevamos nuestras manos a la cara, de manera involuntaria, para frotarnos los ojos, rascarnos una oreja, meter la mano en la boca... y el virus penetra en nuestro organismo a través de las mucosas produciendo una infección.
La buena noticia es que se ha visto, en otras epidemias que el hábito de lavarse las manos reduce la posibilidad de adquirir la enfermedad hasta en un 50%. Pero reducir el hábito de tocarse la cara no es tan fácil. Las mujeres maquilladas son más conscientes y tienen menos tendencia a realizar este gesto. Usar gafas en vez de lentillas puede ayudar, evitar la sequedad de labios y ojos puede reducir el contacto. Lo malo es que como nos obsesionemos será difícil evitar la compulsión de tocarnos la zona. Tener un paquete de pañuelos desechables cerca o la mano ocupada con un objeto, también puede ayudar.
Sobre todo recuerde que hay que lavarse las manos frecuentemente y hacerlo bien o usar desinfectante ya que los efectos del lavado solo le durarán hasta que toque otra superficie contaminada. Si tiene que estornudar, interponga un pañuelo o su codo, pero no la mano. Recuerde, como decían nuestros abuelos: "tengan cuidado que las manos van al pan”.