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La ansiedad y el estrés son dos grandes enemigos de la dieta equilibrada y la báscula. Pero no te rindas antes de tiempo: mantener una dieta saludable y no ganar ni un gramo es posible si aprendes a usar distintas técnicas cada vez que notes que pierdes la calma. Por ejemplo, la alimentación consciente es un buen aliado para controlar lo que ingerimos. Y escoger los alimentos adecuados para llenar nuestra nevera cuando estamos estresados también es una buena medida para evitar caer en la tentación de los alimentos ricos en grasa y azúcares. Pero existen más trucos para evitar que el estrés y la ansiedad te lleven a comer demasiado de lo que no te conviene. Te los contamos todos.
Tu cuerpo te pide galletas de chocolate y no una ni dos, sino medio paquete. Eso que sientes no es hambre en realidad, sino tu estrés tomando las riendas de tu cerebro y tu estómago. El hambre real no te pide sabores concretos ni ese helado con virutitas de chocolate, al hambre de verdad le vale con una pera. Pues un buen truco para darle a tu hambre emocional su parte y no tomar calorías vacías de más es poniendo a la vista alimentos que te permitan asociar proteínas y fibra. Tanto las proteínas como la fibra llenan más que las grasas o los hidratos y por mucho estrés que tenga tu estómago avisará a tu cerebro que gracias a las proteínas y la fibra ya está lleno. No habrá galletas que valgan.
Esconde los alimentos que no aportan nada a ninguna dieta (o mejor, ni los compres) y aprovisiona tu nevera de fuentes de proteínas de calidad (yogures naturales sin azucarar, aperitivos de tofu marinado, hummus de garbanzos, frutos secos, huevos cocidos, salmón ahumado, pechuga de pavo asada en casa y fileteada…). Si combinas este picoteo de emergencia con frutas de temporada no habrá hambre emocional que se te resista.
Si estás estresada es muy importante que hagas varias comidas al día o caerás en la tentación de devorar al final del día todo lo que no has comido a lo largo de la jornada. Planifica unos tentempiés saludables y no te los saltes: son apenas cinco minutos y podrás llegar con mucha menos ansiedad ala siguiente comida principal.
Si has tenido un día espantoso, vuelve a casa por un camino que no te haga pasar por tu restaurante de comida rápida favorito. La mejor forma de no caer en la tentación de comerte unas tortitas es no pasar por delante de esa pastelería. Cuando el estrés haya hecho acto de aparición en tu vida, no lo ignores, sé consciente de que estás bajo mínimos y que te puede conducir a intentar consolarte con comida. ¿Tu mejor opción? Eludir esos sitios y reservar un hueco en tu agenda para visitarlos cunado pase el huracán de emociones y puedas, de verdad, disfrutar de lo que comes.
Entre otros efectos el estrés hace que metabólices peor las grasas, es decir, que quemes menos grasas de las que consumes, ¿y adivinas dónde queda acumulado ese excedente? Exactamente, en tu tripa. Para evitar que tu perímetro abdominal se resienta debes tener en cuenta este factor y recordar que mientras estés en una situación estresante es mejor que seas consciente de las grasas que consumes al cabo del día. Escoge siempre las de mejor calidad ( frutos secos, aguacate, pescados azules y aceite de oliva virgen extra están permitidos), desecha las demás e intenta no regar tus ensaladas con un litro de aceite. No huyas de la grasa, pero consúmela con moderación si estás estresada.
Las especias picantes (como la pimienta) son estimulantes metabólicos. No es que por si solas puedan hacer que tu metabolismo se acelere locamente, pero sí tienen un ligero efecto de reactivación del metabolismo que puede ayudar a mitigar el hecho de que estrés haga que todo entre en modo off. Quizá no te lo parezca, pero si estás en pleno pico de estrés es un buen momento para poner un poco de picante a tu vida.