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Hace 35 años, en 1979, España vivía aún la transición democrática. En ese ambiente entre festivo y revulsivo, una mujer, la galerista Juana de Aizpuru, tuvo una idea: crear una feria de arte contemporáneo que atrajera la mirada internacional sobre la creación y el mercado español. Y no era una fácil. Nuestro país había vivido desvinculado de las corrientes artísticas internacionales y el público desconocía las claves de la creación de los últimos 30 años. Pero había un gran interés y todo el mundo apostó por esta iniciativa. Si algo singularizó los primeros años de ARCO fue la complicidad, inaudita en Europa, de todos los implicados: instituciones museos, ministerios de Cultura, Hacienda y Obras Públicas, medios de comunicación y profesionales.
En estos 35 años, la feria ha vivido sus más y sus menos. Fue epicentro de la difusión del arte español, portugués y latinoamericano por el mundo; acogió grandes galerías que apostaban por ella a pesar de que el mercado español era pequeño y conservador; sufrió crisis y cambios de identidad. Fue dirigida por tres mujeres Juana de Aizpuru, que la creó; Rosina Gómez Baeza, que la cimentó; Lourdes Rodríguez, que trató de volverla más competitiva, hasta la llegada de Carlos Urroz, su actual director, que la ha situado otra vez en el plano de la realidad.
ARCO (que ahora se llama ARCOmadrid) ha logrado mucho en estos años: colocar el arte contemporáneo en el panorama cultural español, potenciar un mercado antes casi inexistente y atraer al público de forma masiva como ninguna otra feria. Es, y todo el mundo lo reconoce, la feria más acogedora y festiva del planeta. Una celebración del arte en toda regla. La única a la que el conjunto de la sociedad ve como un gran evento cultural. Siete profesionales nos explican por qué ARCO is different.
María de Corral no necesita presentación. En su apabullante currículum aparece como miembro del comité científico, patronato o consejo de las más importantes instituciones culturales españolas, incluido el Museo Reina Sofía, donde fue directora de 1991 a 1994. De hecho, fue la primera mujer junto a Rosa Martínez encargada de dirigir una Bienal de Venecia. Con su hija, Lorena Martínez de Corral, creó Expoactual, desde la que gestionan proyectos expositivos y asesoran colecciones privadas e institucionales. Lorena dirige, además, la colección de arte de la Fundación Coca-Cola otra singularidad española, puesto que es la única sucursal de la multinacional que realiza este tipo de mecenazgo, y concentra gran parte de sus compras en ARCO.
Hace 10 años ya les fue encomendado realizar un programa de galerías para celebrar el 25 aniversario de la feria y en esta nueva celebración repiten, pero de forma aún más ambiciosa: su proyecto, Imaginando otros futuros, trae a Madrid a 35 galerías míticas que son cruciales en la historia de nuestra feria. Muchas vuelven tras años de ausencia.
"No ha sido difícil convencerlas reconoce. La principal batalla era decidir cuántas galerías españolas incluir, y finalmente decidimos que solo una, la de Juana de Aizpuru. Hemos planteado un diálogo en cada estand, entre artistas de dos generaciones distintas, para hacer una mirada hacia atrás (no exhaustiva), y en paralelo imaginar cómo va a ser el futuro, que es en lo que nosotras siempre pensamos", resume Lorena.
Ella, licenciada en Geografía e Historia y Máster en Historia del Arte por el Institute of Fine Arts de la Universidad de Nueva York, se formó a pie de estand en ARCO. "Trabajé durante años en la feria, primero en galerías nacionales, como Estampa, y luego ya con internacionales, como Barbara Gladstone o Donald Young". Su madre vivió los inicios en primera persona. Entonces, en 1981, era directora de exposiciones de la Fundación LaCaixa.
"Esta feria fue un esfuerzo común, que cambió el panorama del arte de nuestro país. Todo nuestro mundo profesional quería que tuviera éxito". Para María, "ARCO es una feria hoy consolidada, no solo porque las galerías quieran venir, sino por todo lo que genera alrededor. Hasta los programas de encuentros y charlas, que en su día fueron criticados, porque se decía que confundían lo que era una feria, son algo que inventó ARCO y que luego han copiado todas las demás".
"Siendo una galería española, el primer objetivo que te marcas es entrar en ARCO. Cuando lo consigues, supone la gran oportunidad para ser conocido por profesionales y para dar visibilidad y prestigio a tu proyecto". Belén Valbuena es la mitad de Maisterravalbuena, una de las galerías jóvenes de mayor prestigio. Aunque ella había trabajado anteriormente para otras galerías durante la feria, entró con su propio proyecto en 2009, algo que se consigue solo con el rigor de tu propuesta. De hecho, uno de los eternos conflictos para las galerías es ser seleccionados. "ARCO sigue siendo una feria muy grande. Aunque sea duro, la calidad se consigue reduciendo el cupo de galerías. Es así".
El prestigo de los artistas de la galería redunda siempre en su incorporación: precisamente para esta edición, ha escogido la obra de María Loboda, un artista de origen polaco cuyos trabajos se disputan grandes instituciones públicas. "He estado presente en todas las ediciones desde que tengo galería española. Siempre ha sido una feria muy cálida conmigo, muy amigable. Este año, además, expongo a la vez. A nivel profesional, las ferias son como un iceberg: todo lo que pasa por debajo, a parte de la propia exhibición de tu trabajo, es mayor de lo que se ve. Es una red de trabajo increíble", apunta.
Belén Valbuena tiene claras cuáles son las virtudes y singularidades de la cita madrileña: "Es una feria ecléctica y abierta. Es la que más público tiene, con diferencia, y la que da más acceso a coleccionistas latinoamericanos, más incluso que Miami Basel. Y también es una de las ferias a las que acuden un mayor número de instituciones y comisarios. Es, además, una feria muy cercana, donde se comparte y todo el mundo se encuentra muy cómodo. Otras te imponen mucho y aquí los coleccionistas vienen a comprar piezas de calidad, pero suelen hacerlo de una forma mucho más relajada".
"ARCO es el sitio en el que todos los profesionales del arte hemos crecido. Le debemos mucho", alaba sin reservas la crítica de arte y redactora jefe del ABC Cultural. Laura Revuelta recuerda sus primeras ediciones, en los años 90, como "el lugar de una actividad frenética, donde estabas agobiada por la falta de tiempo y la necesidad de saludar a la carrera a todo el mundo".
Reconoce sin ambages que la feria cumple con la idiosincrasia española: "Es a la vez un sitio de mercado y venta, y un gran acto social. Y eso es así por nuestro carácter. Realmente, es el gran evento cultural de nuestro país". Cree que la feria ha estado siempre "muy amoldada a lo que le ha tocado vivir. En sus orígenes fue muy revulsiva, pero porque eran tiempos revulsivos. Sus dos primeras directoras nos enseñaron lo que era el arte internacional, el mercado, las galerías... Con Lourdes Rodríguez hubo un amago de volverse muy profesional y quizá demasiado competitiva con otras ferias, muy centrada en atraer a grandes artistas que no sé si eran asimilables por el mercado español. Luego ha tenido que adaptarse a ese mercado. Que debe crear un coleccionismo de base, como está haciendo ahora".
Revuelta lamenta las oportunidades perdidas "Que la feria no se franquiciase cuando pudo, como hizo Art Basel en Miami, que era nuestro destino natural. Una pena, porque entre esa feria y la creación de MACO en México hemos perdido peso como transmisores del arte latinoamericano" y acepta como algo natural la complicidad que ha existido siempre entre la prensa y la feria: "Seguimos manteniendo esa aureola de gran acontecimiento cultural. Y eso la vuelve muy especial", reconoce.
Y eso, que en España tendemos a narrar la feria buscando el escándalo, el circo o la extravagancia. Un fenómeno al que los profesionales suelen asistir tan estupefactos y como enfadados. "Menos mal que poco a poco ha ido a menos. Quizá porque ARCO es ahora más profesional y menos llamativa. Esa foto de la pieza escandalosa se va perdiendo".
"Yo nací coleccionista", dice Estefanía Meana. De hecho, esta bilbaína, hija del también coleccionista Fernando Meana, es una de las más prestigiosas de la nueva generación. "Ser hija de coleccionistas me ha ayudado a vivirlo de otra manera. Más reposada". Decidió, desde sus primeras compras, crear un punto y aparte en la colección familiar, Meana-Larrucea, "y coleccionar vídeo: no quería competir con mi padre, era un soporte que nos faltaba y quería delimitar mi espacio".
Es consciente de que "las colecciones no hablan tanto de arte como de los propios coleccionistas, quizá de una forma más sincera de lo que querrríamos admitir", reconoce que ARCO es "su feria", por la que siente especial ligazón emocional. "La primera vez que fui tendría 12 años. Me he criado allí". Lorena no entiende el motivo de que vaya tanto público "que luego no visita museos el resto del año". Pero también opina que es "una celebración, una feria más fresca y menos encorsetada en los protocolos del mercado". Y reconoce que la feria ha atraído en los últimos años a galerías muy interesantes con las que iniciar grandes amistades, "algo fundamental para el coleccionista español que quiere acceder al arte más interesante que se está haciendo ahora".
Pertenece a la última hornada de artistas españoles y su currículo está jalonado de premios y adquisiciones para colecciones nacionales. Esta asturiana licenciada por la Universidad de Vigo practica la "pintura expandida", que adquiere tintes escultóricos. Es su segundo ARCO, de la mano de su galería en Puerto Rico, Agustina Ferreyra.
"A una feria vas siempre con incertidumbre; con muchas ganas también, y al final se convierte un reto: es una puesta en escena que a ver cómo funciona dice. Las ferias suponen más presión. Te dan visibilidad, y ante un público especializado: viene toda la comunidad artística, críticos, comisarios y coleccionistas. Y si algo caracteriza al ARCO de los últimos años es su interés por los artistas más jóvenes".