En el salón principal, decorado en colores marfil, Lorenzo Castillo con su familia: Alfonso, María, Teresa, y Clara, y los niños. En el suelo ha colocado almohadones de piel de lobo a medida, y las telas son de lana y terciopelo de su última colección de telas. El biombo de roble es de estilo Luis XVI, del s. XVIII. La butaca de cerezo, tapizada en piel de cordero, es de estilo Directorio. / pedro walter

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Navidades en casa de Lorenzo Castillo, el interiorista estrella

En el corazón de la Sierra de Guadarrama, Lorenzo Castillo ha rehabilitado esta magnífica casa. Allí celebra la Navidad rodeado de sus sobrinos, con un menú tradicional y una decoración sobria, pero con un toque exuberante.

El escenario donde celebran la Navidad el interiorista Lorenzo Castillo y su familia se ha trasladado este año muchos kilómetros hacia el interior de la península: desde su Ribadesella natal, en Asturias, hasta Lozoya, una preciosa localidad en la Sierra de Guadarrama, a orillas del embalse de La Pinilla. "Nos encantan las celebraciones familiares. Festejamos la Navidad, la Nochevieja y, sobre todo, el Día de Reyes. Ponemos el nacimiento, nos encanta ir a la cabalgata y nos gusta cantar, desde Nat King Cole a música country o Bob Dylan. Mi madre tiene 83 años, pero le gusta", explica sobre estas fiestas, en las que los auténticos protagonistas serán sus sobrinos Lorenzo e Íñigo Damir, de nueve años, Santiago, de siete, y Javier y Álex Yun, de seis.

En la escalera que sube a la buhardilla, se asoman Javier, Santiago, Íñigo Damir, Álex Yun y Lorenzo. La guirnalda de Floreale tiene pino, esparraguera, ramas de roble y manzanitas en miniatura. / pedro walter

Prestigioso interiorista y reconocido anticuario, Castillo es responsable de algunos de los proyectos de decoración más alabados de los últimos tiempos: desde hoteles en Nueva York, Florencia, Provenza, Barcelona o Madrid, hasta restaurantes, tiendas y residencias privadas. Precisamente, una de las que ha reformado con más mimo es esta, formada por un conjunto de construcciones -de los años 50 y 60, aunque hay alguna de principios del siglo pasado- en una finca con pinos y robles.

"Buscaba, desde hace tiempo, una casa no muy lejos de Madrid. Y cuando encontré esta, me enamoré. Me pareció impresionante el entorno natural". Había sido una finca de caza, donde se organizaban, además, reuniones de amigos. "Los edificios estaban muy deteriorados. Pero, a pesar del abandono, tenían algo especial", relata el interiorista.

La chimenea, al fondo, se ha decorado con guirnaldas de Floreale y vasos de cerámica de Camelio, con ramas de magnolio. El espejo de ébano del s. XVII es de Benito Torrijos. La mesa se vistió con terciopelo de la colección de Lorenzo Castillo, vajilla de Compañía de las Indias y cristalería de Vista Alegre. El centro de mesa también es de Floreale. / pedro walter

Lo que más llamó su atención fue que no era un caserón. "Esa era la gracia y la dificultad al restaurarlo. En la casa principal habilitamos un salón grande y tres amplios dormitorios. Para unirla con la cocina, que estaba en otro edificio, me inventé un invernadero con estructura de cristal y metal de doble altura, al estilo de los conservatories que hay en Estados Unidos y Canada. Era arriesgado, pero ha quedado precioso, porque permite ver el pinar". Además del edificio principal, hay una casa que sirve de estudio, dos para invitados, otra donde viven los empleados y la antigua capilla.

Solo los muros

La obra fue monumental: solo se dejaron los muros perimetrales de piedra y la construcción se rehizo integramente. "Quería una casa cómoda, cálida, así que pusimos climatización geotérmica, una de las energías renovables con más auge, que permite que la vivienda esté permanentemente caldeada". Las ventanas, antes muy pequeñas para evitar el frío, se convirtieron en cristaleras de arriba a abajo, para que el exterior entrara visualmente en la casa. "Hicimos las carpinterías y los tejados nuevos, pero mereció la pena".

María, cuñada de Lorenzo, pone la corona. A su lado, las hermanas del decorador Teresa y Clara, en una silla Art Decó, y sus sobrinos Lorenzo e Íñigo Damir (de pie), y Javier, Álex Yun y Santiago. La alacena es fernandina, con vajilla de Vista Alegre, como la de la merienda, mezclada con piezas antiguas de Moustier. La mesa es del XIX, de Isabel Martínez, y los cubiertos de servir, victorianos. / pedro walter

En cuanto a la decoración, ha tenido muy en cuenta la roca de la zona, pero también los pinares y el pantano que se ve en el horizonte. "Queríamos un remanso de paz, no un refugio clásico de montaña. Por eso, utilizamos el efecto tono sobre tono: un mismo color para todo, en distintos matices. Elegimos un blanco roto, de Farrow and Ball, que se repite en todos los ambientes, en techos, paredes, carpinterías, telas, cortinas, sofás... y que produce sensación de calma. Esa base neutra nos ha permitido utilizar piezas de mobiliario y decoración muy escogidas".

Navidad en verde

"La casa no tiene jardín, se ha mantenido la vegetación autóctona, austera. El otoño es una época preciosa, por el colorido de los robles. Y en invierno con nieve, es maravilloso. Mi idea era meter dentro de la casa el exterior, con el color verde seco del paisaje; un tono tranquilo, plateado; mezclados con los de los robles: burdeos, naranjas, tostados, dorados....", explica el interiorista.

En el invernadero se ha colocado una corona, con eucalipto, hortensias y roble rojo, y el árbol de Floreale. Sobre la mesa, piezas de vajilla de Moustier. / pedro walter

Solo en el comedor se ha permitido un punto barroco: las paredes están cubiertas de grabados de los siglos XVI y XVII, y sobre la chimenea hay un espejo de ébano español del XVII y cerámicas chinas del XVI. "Esa sencillez permite una decoración navideña más rica. La chimenea la hemos decorado de forma voluminosa, en verdes y dorados, y con ramas de magnolio en unos vasos. La mesa francesa del XVII está cubierta con terciopelo amarillo de mi colección. La vajilla es de la Compañía de Indias, del XIX, y las servilletas, de hilo bordadas en rosa palo, enlazan con el color de la guirnalda".

El belén, de estilo napolitano, es de Isabel Valdés y está inspirado en La Adoración de los Magos, de Juan Bautista Maino, que está en el Museo del Prado. Es de Belenes Valdés, para Anticuario Cotanda. Los arreglos, con pino, ramas desnudas y un toque burdeos son de Floreale. / pedro walter