La altura de los techos, de cuatro metros, los espacios infinitos, las cornisas o los ventanales de cuarterones fueron lo primero que enamoró a la interiorista Pía Capdevila cuando le encargaron la reforma de un palacete de principios del siglo XX, en el exclusivo distrito 16 de París.
Estaba en buen estado, pero la familia –él francés y ella española, con tres niños– quiso adaptarlo a sus necesidades. Se mantuvo la distribución de seis plantas, igual que los elementos originales de techos, ventanas, cristaleras, cornisas, molduras, columnas, chimeneas y la escalera principal, de mármol, con el pasamanos de madera, hierro y latón, y se limpió la fachada de piedra.
Se optó por una distribución funcional y diáfana, adaptada a una casa familiar, y se aprovechó al máximo la luz procedente de una terraza y un patio. Espacios acogedores y comodidad fueron sus premisas. Las estancias eran muy grandes, pero la interiorista utilizó piezas de mobiliario hechas a medida.
Su estilo de líneas depuradas con algunos toques retro, la paleta de grises, negros y piedra, junto con la mezcla de madera, hierro y textiles naturales fueron el hilo conductor que ha permitido revivir el espíritu señorial de la casa, manteniendo un aire sobrio y delicado. Para el espacio de los niños se escogieron colores y materiales más cálidos. El resultado es una combinación perfecta de clasicismo y contemporaneidad, de una elegancia envolvente y fresca.
El palacete de la interiorista Pía Capdevila en el centro de París que nos ha conquistado
La interiorista Pía Capdevila en un rincón de la vivienda. Su lema “escuchar para poder disfrutar” guía su manera de sacar partido a los espacios. Arriba, comedor y salón. Las columnas y el recibidor acristalado son originales de la casa. Butaca de Guadarte.
Fotos: Jordi CANOSA / Estilismo: Mar GAUSACHS