Los textiles con los estampados artesanos más espectaculares para una casa de verano a todo color

Mercedes Parages se dedica a la pintura desde muy joven. Estudió Bellas Artes y solía exponer en galerías sus series sobre tauromaquia, pájaros o maternidades de mujeres africanas, pero hizo un parón ensu carrera para formar una familia. Cuando retomó su actividad, nueve años después, ya no lo hizo sobre lienzos. Empezó a hacerlo sobre porcelana y pronto buscó nuevos retos.

«Se me ocurrió aplicar mi técnica al tejido: manteles, cortinas, zapatillas... El tacto y la sensación que produce siempre me habían gustado». A los manteles les siguieron biombos, cabeceros de cama, cortinas... y ya no ha parado. «Mi idea es extender la pintura a proyectos de grandes dimensiones. Trabajo también con decoradoras que me piden piezas concretas», explica.

En cada encargo, está pendiente de todos los detalles, desde el momento en que el carpintero elabora la base hasta que se pasa al tapizado con el lino y el remate en terciopelo. Luego llegan los bocetos y después el pincel y los colores, todo a mano alzada. «Me dejo llevar en cada motivo, me meto en un mundo que me arrastra. Es como seguir el ritmo de la naturaleza», reconoce.

Los pedidos se han multiplicado y los trabajos de Parages se han convertido en uno de los secretos de decoración más difundidos, con un imaginario que crece silvestre como la fauna y flora: pájaros, mariposas, insectos, peces, elefantes, juncos, hojas o flores aparecen sobre linos y algodones, en ajuares y piezas decorativas.

Los papeles pintados de la firma francesa De Gournay o los motivos y combinaciones del fundador del movimiento Arts and Crafts, William Morris, son dos de sus inevitables puntos de referencia. Su último proyecto es un papel pintado para la firma de interiores española Be Water.

« El lino me permite pintar naturaleza sobre naturaleza, y es un material que me encanta porque es cálido, natural y me fascina cómo quedan los colores sobre el tejido, así como su tacto y su color, la caída que tiene, que fluye igual que la propia pintura», asegura la artista.

Mercedes Parages ha convertido su casa en taller, donde pinta siempre sobre mesa, a un ritmo sosegado y atendiendo encargos, pero sin caer en la urgencia ni la rutina. De ese modo, cree, es más sencillo no perder el amor por el trabajo detallista.

«La gente va entendiendo cada vez más lo que es la artesanía y ha aprendido a valorarla. Cada servilleta, cada pieza, es completamente única», señala. Nunca repite motivos o colores. «Voy poco a poco, no tengo prisa. Me encanta ir contracorriente en un mundo que marcha tan deprisa y donde prima el usar y tirar. Me emocionan los pequeños gestos como acariciar una tela o elegir un color».