el arte de vivir
el arte de vivir
Al igual que su cuenta de Instagram (@abetheapedeco), la casa en Madrid de Abe The Ape, el álter ego de Abraham Menéndez (Gijón, 1977), es un reflejo de la personalidad del ilustrador del momento: una vasta y desordenada erudición, un inexorable sentido del humor, una interiorización total de las estéticas generacionales y cierta propensión a la extravagancia.
En su universo caben de Avedon a Espinete. «En este piso enano, en un edificio del siglo XIX sobre el Teatro Lara, vivimos Laura, Manolito y yo», nos cuenta. Manolito Peterssen es el perro rescatado con el que posa; Laura Cano, a la que se refiere como «niña Rembrandt», es su pareja, la autora de los magistrales retratos con aires de la escuela flamenca que «hacen que nuestro cuarto parezca el Hermitage», bromea Abraham, que acaba de publicar el libro 'Divas: diosas, estrellas y estrelladas' (Lunwerg).
Pintado en un casi táctil color azul medianoche de Farrow & Ball, y decorado con una colcha de estampado chinoiserie de Coordonné y un antiguo mostrador comercial reciclado en escritorio, el dormitorio es el epítome del estilo decorativo del artista, algo así como un horror vacui culto y colorido.
Tanto en el resto de la casa, como en el cercano taller donde Abraham trabaja, habitan singulares antigüedades, como una caja de acuarelas y un espejo de latón años 20 (regalo de la interiorista y anticuaria Marisa G. Serna) que hay en el salón. Sobre ellos, un experimento de Abraham: «Compré una cabeza de ciervo horrorosamente pintada por cinco euros, y con ramas que cogí en un paseo y pájaros del bazar monté esto».
Lo dice con la misma naturalidad con la que reconoce «haber arramblado» las casas en Asturias de su madre y su abuela, de donde provienen elementos como el quinqué antiguo del dormitorio o la cerámica de Sargadelos que hay en la vitrina turquesa que compró hace años a su amigo Guille García-Hoz. «No entiendo a la gente a la que los colores le estresan; yo siento paz y alegría cuando me rodeo de tonos locos y estridentes», explica.
El artista también siente debilidad por la cerámica de La Oficial, el arte de la galería Échale Guindas y la cultura pop. «Me vuelven loco los muñecos», refiriéndose a los Mickey Mouse originales y la cabeza de Tintín que compro en un vide-greniers parisino que presiden la mencionada vitrina.
De hecho, sus viajes también han cincelado la ecléctica decoración, ya sea en forma de platos artesanos de Uganda (en la pared de la vitrina), o de testa di moro siciliana y escultórico espejo de marco dorado de Florencia, ambos sobre una chimenea hecha con moldura de escayola. «Laura siempre quiso una chimenea. Con esta moldura, pintura y luces led nos hemos autoconvencido de que la hemos conseguido».