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La Vecina Rubia y su mensaje más sincero sobre ir al gimnasio

La influencer con más brilli brilli y más rubia de Instagram ha escrito un texto en el que explica por qué ir al gimnasio todos los días no es tarea fácil.

@lavecinarubia

Diana Matilla
Diana Matilla

Llega el calor. Llega la época del destape . Y con toda esta fiebre por sentirnos mejor, llega también la fiebre por ir al gimnasio , un deporte de riesgo donde los haya cuando no eres, precisamente, asidua a la gran sala de las máquinas indescriptibles. Ser La Vecina Rubia no es fácil, y por eso, su lucha con volver al 'gym' es lo más sincero que hemos leído. Y lo más real. Porque La Vecina Rubia es como esa amiga en la sombra que te dice, de vez cuando, que no hay vergüenza en escribirle al chico que te gusta. Una y otra vez.

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Querido diario: A mí los enfados me duran menos que las ganas de ir al gimnasio. Yo voy al gimnasio por temporadas, como las series, dejando meses entre temporadas, incluso años. Quizá esta temporada sea la última que vaya, como Juego de tronos y luego puede que hagan un spin-off de mí misma, pero yendo a Zara en vez de al gimnasio. Estaría muy bien que al llegar sonase un: «En capítulos anteriores...» para recordarte cómo se usaban las máquinas. Mi preferida es la que es como la cinta del supermercado, pero en grande, y sin lo de «cliente siguiente» entre tus cervezas y los huevos de la señora de detrás que se ha intentado colar. Cuando vas al gimnasio por temporadas como las series, cada día que vuelves es como un primer día. Todo ha cambiado. La máquina de los bollitos ya no acepta las monedas de 100 pesetas y no reconoces a nadie. Te preguntas si se seguirá llevando la ropa fosforita y por suerte, eso nunca cambia. La chica de la recepción ha ido a buscar a mi entrenador personal y yo estaba más nerviosa por conocerle que cuando el señor de la ITV te dice que abras el capó y vives con el miedo de poner otra vez los limpiaparabrisas en vez de los intermitentes. Lo primero que me ha dicho es que si iba para definirme y yo le dije que mi definición en la RAE aún no aparecía porque todavía no han aceptado «brillibrilli». Me ha mirado raro. Luego creo que me estaba contando que estaban haciendo reformas, porque me ha preguntado algo del suelo pélvico y yo le he dicho que era mucho mejor la tarima. También me ha preguntado que si me había traído una toalla para el sudor, pero yo le he dicho que las guapas no sudamos, brillamos y se ha enfadado un poco o algo. Me he hecho tres series de cinco selfies en el espejo del gimnasio para integrarme. Luego he ido al bar a pedirme un batido detox, que para mi sorpresa no llevaba de todo, sino solo cosas verdes. Me gusta ser rubia, pero a veces es difícil. Voy a llamar al chico que me gusta mientras vuelve el monitor del gimnasio. Me ha dicho que me iba a preparar una tabla y estoy descorchando una botella de vino porque me imagino que será de ibéricos.

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"Querido diario: A mí los enfados me duran menos que las ganas de ir al gimnasio. Yo voy al gimnasio por temporadas, como las series, dejando meses entre temporadas, incluso años. Quizá esta temporada sea la última que vaya, como Juego de tronos y luego puede que hagan un spin-off de mí misma, pero yendo a Zara en vez de al gimnasio. Estaría muy bien que al llegar sonase un: «En capítulos anteriores...» para recordarte cómo se usaban las máquinas. Mi preferida es la que es como la cinta del supermercado, pero en grande, y sin lo de «cliente siguiente» entre tus cervezas y los huevos de la señora de detrás que se ha intentado colar. Cuando vas al gimnasio por temporadas como las series, cada día que vuelves es como un primer día. Todo ha cambiado. La máquina de los bollitos ya no acepta las monedas de 100 pesetas y no reconoces a nadie", así comienza el testimonio de La Vecina con el mejor pelazo de las redes sociales.

Con mucho humor y alegría, el amor platónico de Jon Kortajarena (o no tan platónico: cada día estamos más dubitativas) muestra como es la realidad de muchas cuando volvemos al gimnasio y tratamos de encender la elíptica sin mucha idea de qué botones tocamos o de si son los correctos.

Si eres una de ellas y perteneces al club de La Vecina, enhorabuena. No estás sola. Porque pulir la figura al ritmo de la cinta de correr o de las pesas no es cualquier cosa... ¡Bravo! Y ya no decimos nada si te atreves a cruzar las puertas de la clase de ciclo.

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