vivir
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Para muchos, el paraíso perdido no es la infancia, sino el auténtico sabor a tomate, tan esquivo en el siglo XXI. Nuestra frenética forma de consumir nos ha alejado del huerto y nos ha llevado a invernaderos que producen sin descanso hortalizas que parecen (y se llaman) tomates, pero que no saben como tales. Hoy, volvemos a los productores tradicionales, que respetan ritmos biológicos y temporadas, y recurren a innovadoras técnicas genetistas para conseguir joyas inéditas. Es el caso del Monterosa de semillas Fitó (solo lo producen ellos en el Maresme), un cruce entre tomate pera de Girona y Costoluto Genovese, grande, dulce y de sabor frutado. Nos recuerda al enorme tomate rosa de Barbastro, que puede pesar un kilo sin perder su dulzura y que desde 2014 está considerado Marca Nacional. También es fruto de la innovación el Adora (medalla de plata en la Fruit Logistica de Berlín 2018), que solo se produce en el Parque Natural de Cabo de Gata y el sur de Sicilia, de color marrón, piel carnosa y muy dulce.
Monterosa: tomatomonterosa.com
Adora: tomato-adora.com
Tomate rosa de Basbastro: comefruta.es
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