Jóvenes cansados

Los jóvenes sólo quieren estar en la cama o en el sofá, sin importar si estan en Venecia o en Cuenca.

Care Santos Madrid

El verano pasado, estuve con mis hijos en la hermosa ciudad de Venecia. Un día nos llamó una buena amiga de la familia para preguntarnos qué tal lo estábamos pasando y mi respuesta fue corta y sincera: "Es como ir de viaje con un grupo del Inserso", afirmé para su sorpresa.

En efecto, así era. Mis hijos de 13, 12 y 10 años solo pensaban en comer y en sentarse. Si visitábamos algún museo, se pasaban el tiempo buscando bancos donde descansar. Si salíamos a pasear, querían regresar al apartotel para poder ver la tele y dormir. Si les proponía un divertidísimo plan nocturno con pizza y plaza iluminada, respondían, muy incómodos: "Ve tú, mamá, que nosotros estamos cansados y preferimos quedarnos aquí".

En el avión mis hijos preguntan sobre accidentes aéreos. Contesto a todo, soy una heroína.

Así que nada de planes nocturnos, a menos que estos fueran tortillita a la francesa (cocinada por mí en el apartamento), sesión de televisión y 12 horas de sueño. Incluso llegaron a preguntarme por qué tenía yo tantas ganas de salir, si no estaba bien allí, con lo bonito que era nuestro aparthotel con vistas al puente Dell'Academia. Les contesté que no habíamos ido hasta Venecia para contemplar la ciudad desde la ventana, y se me quedaron mirando con cara de extrañeza, como preguntándose por qué me alteraba tanto por una cosa tan vanal.

En aquel momento aún no había oído hablar del cansancio de los adolescentes. Se presenta de pronto, como un anuncio escandaloso de la llegada de la pubertad. Ataca en especial por las mañanas, da dolor de huesos (por culpa del crecimiento) y provoca ataques de sueño tan inesperados y brutales que hay jóvenes que no consiguen levantarse de la cama en todo el fin de semana. Quienes lo sufren están quejosos y apáticos. Les da igual estar en Venecia o en Cuenca, en definitiva, porque el único sitio donde quieren estar, en realidad, es una cama (o un buen sofá).

En fin. Concluyendo: que mejor el próximo viaje por Europa lo organizo dentro de cuatro o cinco años. A ver si el tiempo nos cura los males que provoca la edad.

En voz baja

Vuelvo de ver El rey Lear. Le cuento al pequeño que va de un rey que decide repartir el reino entre sus tres hijas y antes les pregunta cómo le quieren. "Y seguro que se enfada con la más buena", me dice. "¿Cómo lo sabes?", pregunto. Él pone cara de suficiencia antes de decir: "Pero si es evidente".

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