vivir
vivir
Es en el momento del desayuno en familia o durante el juego compartido en el sofá por los tres [ella, Andreu Buenafuente, su pareja, y su hija Joanna de 3 años] cuando Silvia toma consciencia verdadera, real, de esos "pellizcos de felicidad" que le ha enseñado a detectar la maternidad.
"Joanna ha empezado a manifestar su felicidad, así que me ha enseñado a reconocer esos momentos, a que no se me escapen las pequeñas cosas, las realmente importantes. Con ella he aprendido a relativizarlo todo: el trabajo, las críticas, aquello a lo que antes le daba una importancia extrema...". Y también a observar la vida desde otro ángulo.
" Ella me ha enseñado a detenerme a mirar una mariposa o una mariquita o un gusano que se enrolla cuando lo tocas, y a echarle imaginación a todo. Cada noche me tengo que inventar un cuento y, si me equivoco en algún paso porque estoy repitiendo el del día anterior, ¡tengo al público más exigente de todos! Mi crítica más sincera es ella".
La maternidad ha despertado en la actriz, y colaboradora del programa Late Motiv que conduce Buenafuente en #0, un sentimiento de amor inconmensurable. "De repente, te sientes otra vez enamoradísima y sientes un amor como diferente, absoluto, muy profundo. Es una cosa rara, muy especial...". Tanto como la madre que Joanna le hace sentir que es.
"Está en la etapa de "Mamá, eres tan guapa..." o "Mamá, eres tan buena...", como me soltó el otro día [risas]. Imagino que, si la hubiera tenido más joven, le habría inyectado todavía más energía a la cuestión. Ahora, puedo darle un poco de calma y que me vea leer. Dicen que acaban imitándote... Ya me gusta la madre que soy y ella se lo pasa pipa conmigo, soy su mejor compañera de juegos".
Honestamente, Silvia reconoce lo difícil que le está resultando recuperar su autonomía como mujer. " Cuidar a mi pareja y mi profesión da sentido a mi vida, pero es que ahora Joanna ocupa un lugar que le da sentido a todo. La clave, quizás, sea bajar un poco el nivel de exigencia como madre, entender que hay una prioridad, pero, cuidadín, también otras y no hay que descuidarlas, que todo eso no te genere frustración".
Las risas, en casa, han pasado a convertirse en la mejor de las terapias. "Estás siempre pensando en lo que quieres transmitirle, en lo que proyectas. Por ejemplo, intento que aprenda a reírse de sí misma porque creo que es el mejor antídoto: así nadie podrá hacerle daño o será más fuerte si la burla sobre ella ya la tiene asumida. También he dejado que arriesgue y conozca sus propios límites, y tratar de no tener miedo a que se haga daño".