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Seguro que ya te has hecho esa pregunta... Y la respuesta es sí, es posible. Aunque durante años la norma generalizada en los hospitales era que una cesárea implicaba necesariamente sucesivas intervenciones en siguientes partos, parece que esa tendencia está cambiando dado que cada vez son más habituales los partos vaginales en mujeres que han tenido cesáreas previas.
El principal riesgo de los partos vaginales cuando ha habido antes una cesárea es la ruptura del útero que conlleva graves riesgos de fallecimiento del bebé, de la madre o de histerectomía (extracción total o parcial del útero). Sin embargo, los profesionales sanitarios están poniendo en una balanza los riesgos reales de ruptura del útero que entraña un parto vaginal tras una cesárea previa con los riesgos que la cesárea tiene en sí misma y que son considerablemente superiores a los partos naturales.
Así, se trata de adoptar las precauciones necesarias, dando tiempo y espacio a la mujer para dar a luz de forma natural, sin forzar posturas, sin medicalizar o intentar acelerar el proceso con algún tipo de intervención externa. La postura cada vez más extendida en este sentido consiste en informar de forma clara y objetiva a las mujeres sobre los pros y los contras para que sea ella la que tome la decisión de forma consciente sobre cómo quiere que sea su parto.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que no siempre es posible facilitar ese parto natural porque los riesgos son demasiados. Conocerlos es importante para que la gestante comprenda por qué los profesionales médicos le recomiendan la cesárea a pesar de la corriente, cada vez más extendida, a favor de los partos naturales.
En los casos de sobrepeso u obesidad.
Cuando la cesárea anterior ha sido vertical o en la parte superior del útero. Si anteriormente ocurrió una rotura uterina.
Si en una operación para eliminar un mioma tuvo que abrirse la cavidad uterina.
En los casos en los que existen tres o más cesáreas previas.
Cuando la cesárea previa se ha producido recientemente. Es decir en el caso de que entre un parto y otro haya 18 meses o menos.
Cuando la gestante es de edad avanzada.
Cuando el bebé supera los cuatro kilos de peso.
En los casos de embarazo de más de 40 semanas, ya que los riesgos durante parto aumentan.