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Cualquiera que tenga un adolescente en casa sabe que whatsapean más que hablan y que sus auriculares y su música son, con frecuencia, su refugio antiadultos. Los padres de niños más pequeños habrán visto con asombro que manejan el móvil que caiga en sus manos con más soltura que la que tienen para andar o hablar. Porque esta es una generación a un aparato conectada: el 30% de los niños de 10 años tiene un teléfono móvil y a los 14 años el 83% dispone ya de este tipo de aparatos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y otro dato preocupante: el 20,3% come mientras ve la tele o manipula una pantalla táctil o el móvil.
A base de repetir gestos mecánicamente día tras día y de tener la nariz pegada a las pantallas una media de cinco horas (y otras tantas semanales que dedican a jugar a videojuegos o a la consola), de aislarse del mundanal ruido imbuyéndose de lleno en otro ruido mayor que atruena en sus tímpanos, y de ir abandonando la actividad al aire libre (el 49% de los que tiene entre cinco y 12 años pasa menos de una hora al día en espacios exteriores), los niños y adolescentes empiezan a percibir ya las secuelas que el uso cotidiano de las nuevas tecnologías tienen en su salud. Y nos referimos a su salud física. Repasamos las más frecuentes.
En los últimos 60 años, su incidencia se ha multiplicado por dos. Mientras que en Europa el 47% de los menores de 29 años es miope, en España superamos la media, alcanzando el 50%. Y uno de cada cinco niños de entre seis y 12 años no ve bien la pizarra. "Se está produciendo una epidemia de miopía porque los niños se encuentran encerrados en espacios con luz artificial y usando constantemente aparatos electrónicos", advierte el doctor Carlos Palomino, jefe del servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
Y le dan la razón los estudios, que muestran que el aumento del problema tiene que ver, sí, con las horas que se pasan con la nariz pegada a una pantalla (que provoca, además, problemas que hasta ahora se presentaban en adultos, como sequedad ocular y fatiga visual), pero sobre todo con el hecho de que los aparatos les roban tiempo de actividad al aire libre.
Varias investigaciones revelan, por ejemplo, que los niños que viven en entornos urbanos tienen el triple de riesgo de desarrollar miopía que los que lo hacen en entornos rurales, con más horas de vida en el exterior. La teoría más aceptada es que la exposición a la luz del día estimula la liberación de dopamina en la retina, un neurotransmisor que impide que el ojo se alargue en exceso durante el desarrollo infantil y juvenil. Ese alargamiento excesivo es la causa de miopía.
El especialista recomienda ¡Niños, a la calle! La salud de sus ojos agradecerá cualquier actividad realizada con luz natural. También conviene hacer descansos de al menos 10 minutos por cada hora de pantalla o cuando están leyendo.
Los movimientos repetitivos y mantener una postura poco natural para la columna, los hombros y las articulaciones de manera prolongada dejan secuelas. "Se ha descrito un aumento de la incidencia de cuadros inflamatorios en tendones (tendinitis) y articulaciones (artritis) de la mano, en relación con un uso excesivo de teclados, mandos de videojuegos o teléfonos móviles", afirma el doctor Javier Alonso, jefe de la Unidad de Traumatología infantil de la Clínica Cemtro.
Además, manipular móviles, tabletas, ordenadores o libros electrónicos durante horas "puede provocar cefaleas, provocadas por el estiramiento prolongado de la musculatura posterior del cuello y dolores cervicales y dorsales, debidas al mantenimiento prolongado del cuello y la zona dorsal flexionados hacia adelante. Así mismo, las inmovilizaciones prolongadas mientras se sostiene uno de estos aparatos pueden ser la causa de alteraciones funcionales en articulaciones como el hombro, el codo y la muñeca", advierte Miguel Villafaina, presidente del Consejo de Colegios de Fisioterapeutas de España.
Entre los síntomas que pueden identificar este tipo de dolencias, destacan la limitación del movimiento articular, contracturas y dolor al cambiar de posición, a lo que hay que sumar los estragos del sedentarismo. "Algunas consecuencias del mal uso de las nuevas tecnologías, como es la obesidad, son factores de riesgo para patologías del aparato locomotor: escoliosis, lumbalgias, etc", advierte el doctor Alonso.
El especialista recomienda. En el caso de móviles, es mejor instalar un dispositivo de manos libres para prevenir sobrecargas en las articulaciones y en el cuello. Además, los fisioterapeutas recomiendan practicar ejercicios que fortalezcan cuello y espalda, y hacer estiramientos.
Viajamos en el metro oyendo con toda claridad la música que escucha un chaval varios asientos más allá. Las consecuencias de este hábito son que la pérdida de audición en los menores de 18 años ha aumentado en un 30% respecto a la población de hace 25 años. El tipo de pérdida de audición cuya prevalencia ha aumentado es la hipoacusia neurosensorial, es decir, la que afecta al oído interno y al nervio auditivo.
"El oído interno es capaz de percibir sonidos por el movimiento que la onda acústica provoca en la membrana timpánica y que se transmite a las células de la cóclea. Estas tienen unas terminaciones que se estimulan con la vibración y que convierten ese movimiento en un impulso nervioso que viaja al cerebro. donde la sensación acústica se hace consciente. Pero la exposición a un ruido de intensidad alta y durante un tiempo prolongado hace que estas células se dañen”, explica el doctor Francisco Márquez Dorsch, jefe de Otorrinolaringología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja.
Este tipo de sorderas poseen una característica importante: empiezan en frecuencias muy agudas, con lo que no se hacen evidentes para las frecuencias de la voz humana, las que más a menudo utilizamos, hasta que se ha desarrollado una lesión importante. El experto señala que el joven no suele ser consciente del riesgo que corre y el problema se agrava porque no solemos acudir a revisiones auditivas. Y, sin embargo, el problema es serio. "No somos capaces de reproducir las células dañadas del oído interno, por ello la lesión es irreversible. Lo que se pierde no se recupera por eso la prevención es fundamental", subraya el dr. Márquez Dorsch.
El especialista recomienda. Lo importante es bajar el volumen de los dispositivos (colocarlos a un máximo de un 60%) y limitar el tiempo de exposición al ruido: si es corto, las células pueden llegar a recuperarse. También conviene estar atento a signos de pérdida de audición, como ruidos en los oídos a pesar de que esté en silencio y hacerse controles periódicamente.
Al 30% de los niños. Es un porcentaje tan importante que muchas unidades del sueño hospitalarias han incorporado un especialista pediátrico a sus filas. Aunque en las dificultades para dormir intervienen muchos factores, la tecnología es uno de ellos. "Cada vez estamos viendo más y más casos de cómo el uso de tablets y teléfonos móviles interfieren en el descanso nocturno, no solo en adolescentes, también en niños pequeños", explica el doctor Óscar Sans, responsable de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.
En su consulta ha observado que hay un patrón que se repite en los hogares y que consiste en que, llegada cierta hora, todos buscamos un ratito de paz y, en muchos casos, eso significa niños entretenidos con la tableta. Un hábito que, sin embargo, tiene el efecto contrario. "La luz que emiten las pantallas es tan potente que el núcleo supraquiasmático, la zona del cerebro que regula el ritmo de sueño y vigilia, entiende que aún es de día e inhibe la secreción de la melatonina, la hormona que abre la puerta para iniciar el sueño", explica el doctor Sans.
Es un problema de cantidad: el sueño no llega y el niño se duerme más tarde, lo que le resta tiempo a su descanso. Pero también influye en la calidad. La intromisión de los dispositivos en el dormitorio provoca interrupciones a veces imperceptibles causadas por el aviso sonoro de un mensaje. Aunque la persona no se despierte el cerebro sí lo percibe y el sueño fragmentado por estos microdespertares no es profundo y reparador. Las consecuencias se ven durante el día: niños irritables, con falta de concentración... A largo plazo, un mal descanso nocturno se ha relacionado con obesidad, ya que provoca un desequilibrio en la producción de la grelina y la leptina, las hormonas que controlan las sensaciones de hambre y saciedad.
El especialista recomienda. Cambia el hábito de usar tablets o teléfonos en las últimas horas del día por la lectura o cualquier otra rutina que abra las puertas del sueño. Si, sigues recurriendo a las pantallas, usa una aplicación que filtre la potencia de la luz. Y dale al móvil las buenas noches y sácalo del dormitorio.