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Se trata de un problema de salud tabú para muchas mujeres, sin embargo, lo mejor es hablar abiertamente de ello para saber qué son, por qué son más habituales en el embarazo, cómo prevenirlas y cómo tratarlas. Ocultarlas sólo hace que al dolor físico se sume angustia psicológica.
Las hemorroides son el resultado de una presión excesiva en el ano por lo que en general se producen en los casos de estreñimiento al hacer que las venas y los tejidos anales se hinchen. Durante el embarazo se produce una conjunción de diferentes elementos que favorece la aparición de hemorroides, también conocidas popularmente como almorranas, ya que existe una presión constante sobre el perineo y el estreñimiento es más habitual. Además, durante el parto es presión sobre el ano se multiplica exponencialmente y la progesterona hace que los tejidos sea más flexibles, también los de las paredes venosas, haciendo más fácil que se ensanchen. Los síntomas son dolor, picor y sangrado en la zona rectal provocando una gran incomodidad y malestar en quien las sufre.
Fortalecer el perineo. Realiza a diario ejercicios que ayuden a fortalecer tu zona perineal. Los conocidos como ejercicios de Kegel favorecen la circulación. Tu matrona puede darte las pautas para realizar estos ejercicios adecuadamente y conseguir el resultado que buscas.
Evitar el estreñimiento. Desde luego, que el peso del bebé presione sobre el perineo es algo que no puedes evitar, pero sí puedes evitar el estreñimiento en todo lo posible. Sigue una alimentación equilibrada, rica en fibra, realiza deporte suave, caminar a paso ligero a diario es suficiente, para favorecer los movimientos intestinales. Y, por supuesto, mantente bien hidratada para lo que, además de beber agua, pueden incorporar a tu dieta sopas, gazpachos, infusiones o zumos naturales.
Durante el embarazo no está recomendado utilizar todos los tratamientos tópicos por lo que resulta un poco más difícil conseguir el ansiado alivio. De ahí la suma importancia de la prevención. Sin embargo, no siempre se logra. Si es tu caso, para empezar, extrema las medidas higiénicas y procura no pasar mucho tiempo sentada o de pie, para aliviar en la medida de lo posible la presión.
Tras las evacuaciones es mejor lavarte con agua templada que utilizar el tradicional papel higiénico. Los lavados de asiento pueden procurarte alivio, así como aplicar frío o alternar frío y calor. Y no aguantes cuando tengas ganas de ir al baño. También es interesante utilizar ropa interior de algodón que transpira y en general, ropa cómoda que no apriete. Y, por supuesto, fuera vergüenza y pregunta a tu médico qué tipo de calmante o de tratamiento puedes utilizar.
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