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¿Puedo acabar con los mocos de mi hijo?

El exceso de mucosidad en los bebés es inevitable en los primeros años porque actúan como defensa ante otros virus. Anota estos consejos para aliviar los mocos y evitarlos todo lo posible.

Joaquina Dueñas
Joaquina Dueñas

Si a los niños se les ha llamado desde siempre ‘mocosos’ por algo será. Ciertamente, la mucosidad es habitual en los bebés y en los niños pequeños. Para entenderlo, lo primero que hay que saber es que los mocos son una defensa contra los virus y limpia las vías aéreas de gérmenes. Teniendo en cuenta que durante los primeros años de vida el sistema inmunológico de los niños es inmaduro, los pequeños pueden pasar por entre siete y diez infecciones víricas al año, por lo que la mucosidad se convierte en perenne.

Sin embargo, la mucosidad puede ser muy incómoda y especialmente alarmante en el caso de los bebés, pero los padres deben aprender a mantener la calma y a seguir una serie de consejos para poder aliviarlos y evitarlos en todo lo posible.

Limpieza suave: Para retirar la mucosidad cuando el bebé estornuda o los mocos salen de la nariz, límpiale con un pañuelo suave tantas veces como consideres necesario. No introduzcas objetos en el interior de las fosas nasales que puedan dañarle.

Lavados nasales: Son el mejor aliado para eliminar la mucosidad acumulada. El mejor momento para hacerlo es antes de la comida, también en el caso de los lactantes. Así los pequeños estarán más cómodos para comer. Antes de dormir también es un buen momento para que el niño pueda descansar mejor.

Habitaciones aireadas: Procura que las habitaciones en las que tu hijo pase el mayor tiempo del día y de la noche estén bien aireadas. Por supuesto, evita en todo caso el humo del tabaco y cualquier otro tipo de humos o vapores que puedan sobrecargar el ambiente.

Humedad: Si el ambiente es muy seco por el uso de radiadores o de otros sistemas de calefacción, procura utilizar humidificadores o colocar un vaso de agua sobre el radiador de modo que el ambiente no esté reseco e irrite las vías respiratorias del niño. Ten cuidado también para que el ambiente no sea demasiado húmedo. Tanto si usas dispositivos humidificadores como si pones un recipiente, mantenlos siempre limpios para que no cree moho.

Química: Evita los detergentes de fuertes aromas, los ambientadores químicos u otro tipo de productos de limpieza que puedan irritar las mucosas nasales.

Alérgenos: Los pelos de los animales pueden ser un alérgeno. Si vives con animales y tu hijo estornuda más que la mayoría de los niños y tiene siempre mocos puede que sea alérgico a la mascota. Prueba a mantenerlo alejado un tiempo del animal y si mejora será necesario hacer las pruebas pertinentes para confirmar o descartar la alergia.

Polvo: Procura mantener la habitación despejada de peluches, decoración, polvo de tizas u otro tipo de polvo que pueda acumular ácaros y que pueda desencadenar alergia en tu hijo. Para ello, lo mejor es limpiar con paños húmedos y utilizar una mopa para no levantar el polvo durante la limpieza.

Alimentación: Aunque el niño tenga muchos mocos, debe seguir comiendo y es muy posible que se muestre inapetente. Tanto si es lactante como si ya toma alimentos sólidos, procura darle más tomas con menores porciones. En el caso de la lactancia puedes alimentarlo a demanda, de modo que pueda alimentarse a la vez que se hidrata.

Hidratación: Precisamente una buena hidratación es imprescindible para expulsar mejor los mocos. Para ello, procura que tu hijo beba agua (en el caso del lactante bastará con la leche materna) y tome líquido todo lo posible. Para ello, incorpora sopas y frutas en el menú.

Eucalipto o cebolla: También puedes cortar una cebolla y colocarla junto a la cabecera de la cama para que sus vapores despejen las vías respiratorias del niño. Otra opción es utilizar preparados de eucalipto en crema. Si lo haces, sigue cuidadosamente las instrucciones de uso del producto y comprueba que es apto para la edad de tu hijo.

Lavado de manos: Sea cual sea el momento del año, los niños se contagian a través del contacto, por lo que es imprescindible acostumbrar a nuestros hijos a lavarse las manos varias veces al día, especialmente después de estornudar o de sonarse la nariz. En el caso de los bebés, límpiale también periódicamente, especialmente si tenemos en cuenta que los bebés se chupan las manos.

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