Hay niños especialmente sensibles con poca tolerancia a la frustración que parecen estar enfadados siempre y es algo que puede suceder a cualquier edad. Entre los niños más pequeños las rabietas son las protagonistas. En estos casos se debe a que los niños no saben cómo expresarse por lo que las pataletas son su medio de comunicación.
Ante estas situaciones, la calma será tu mejor aliada. Responde con tranquilidad y no cedas a sus deseos. Pídele que te diga lo que necesita con tranquilidad y sólo entonces podrás escucharle y entenderle.
Sin embargo, hay niños de primaria que también pueden vivir enfadados continuamente. ¿Qué hacer cuando se muestras irascibles o golpean? En muchos casos se debe a que están enfadados por cuestiones externas que no saben reconocer pero, por sentimientos que no identifican y por situaciones que no pueden controlar.
En esos casos, lo mejor es ofrecer a los niños un entorno seguro en el que puedan expresarse tal y como son, sin juzgarles y explicarles que los sentimientos negativos son algo normal que todas las personas tenemos y que no son algo malo si aprendemos a canalizarlos y si conseguimos comportarnos de modo que no le hagan daño a nadie.
Si el comportamiento del niño provoca dolor en los miembros del hogar hay que hacérselo saber si buscar culpa, desde una postura objetiva que le dé una visión más clara de lo que provocan sus continuos enfados y ofrecerle alternativas llegando a acuerdos con él en lo que tendrá que asumir las consecuencias de sus actos.
Según van creciendo, pueden empezar a controlar esos continuos enfados, sin embargo, la adolescencia no es la mejor edad para conseguirlo. Son muchos los niños que durante la adolescencia parecen estar todo el tiempo enfadados. Son más impulsivos, por lo que suelen actuar sin meditar antes sobre las consecuencias de sus actos, lo que les puede llevar a verse envueltos en peleas o en comportamientos peligrosos.
En esta etapa, la actitud para ayudarle ante estos enojos perennes es prestarle atención desde la discreción, sin juzgarlo o reñirle continuamente para que no se sienta evaluado en cada gesto que hace. La escucha activa será uno de tus mejores aliados en combinación con límites claros y firmes. Es mejor tener pocas normas pero muy bien establecidas.
Vivimos acelerados, pasando una tarea a otra sin apenas un respiro y respondemos ante los problemas diarios desde el enojo y la irritabilidad. Si este es el ejemplo que damos a nuestros hijos, es muy probable que ellos también respondan ante contratiempos enfadados. La irritabilidad se convertirá entonces en protagonista dentro de casa.
El ejemplo es la mejor educación que puedes dar a tu hijo en el control de sus enfados. Ellos conseguirán estar más tranquilos y tú también, lo que hará que el ambiente sea mucho más agradable.
Respirar: Enseña a tu hijo desde pequeño a encontrar su paz interior. Hacer juegos de respiración y de vuelta a la calma le enseñará a controlar su enfado cuando note como se le acelera el pulso y la rabieta se acerca.
Reír: La risa en familia mejora la complicidad y la comunicación. Las cosquillas, los juegos de imitación harán de la risa una rutina y así, cuando nos encontremos ante una situación complicada por el comportamiento de los niños, respirad profundo y pensar y se pueden cambiar los gritos por las risas. Así conseguiremos que nuestros hijos aprendan esta nueva actitud. Sin embargo, la risa no debe eximirles de sus responsabilidades.
Lo bueno del día: Cada día, antes de dormir, hablad sobre lo mejor que ha tenido el día. Podéis hacerlo todos los miembros de la familia y así tendréis un estupendo recopilatorio de buenas sensaciones para alejar los enojos.
20 de enero-18 de febrero
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