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Con la llegada del frío llegan también los primeros resfriados y los problemas respiratorios entre los niños. Las toses pasan a ser la banda sonora diaria y los más pequeños hacen honor a su apelativo de ‘mocosos’.
Si bien tienen origen diferente, la gripe y los catarros comparten la mayoría de los síntomas. Se trata de infecciones respiratorias de las vías altas y presentan tos, mocos y fiebre. Su tratamiento se basa en mitigar los síntomas con antifebriles, mucolíticos y una hidratación adecuada. Lavarse las manos de manera rutinaria y lavar los juguetes compartidos por los niños son algunas de las principales medidas de prevención. En los casos recomendados, se puede poner la vacuna de la gripe.
Se trata de una infección viral que inflama el sinus y el pasaje nasal causando también exceso de mocos. Esta congestión nasal puede llegar a causar dolor de cabeza por la presión en el sinus. Puede llegar a durar más de diez días sin que haya mejoría. Los baños de vapor favorecen la dilatación de las vías respiratorias y mejora la presión.
Su principal síntoma es una tos perruna y espasmódica unida a la dificultad para respirar. Se trata de la inflamación de la laringe que puede llegar hasta la tráquea. Debido a tamaño de las vías respiratorias de los niños es más sencillo que se obstruyan debido a infecciones víricas. La laringitis es la enfermedad más habitual entre los niños de entre seis meses y los tres años. Respirar aire frío hace que aumente la adrenalina y puede ayudar a mejorar la respiración del niño. De hecho, la adrenalina forma parte del tratamiento de urgencia que se proporciona a los niños a través de los aerosoles.
Se trata de una infección que comienza en el sistema respiratorio superior pero que pasa al sistema respiratorio bajo, causando bronquiolitis y afecta a más del 90 por ciento de los niños menores de dos años. Los niños que sufren casos severos de VSR tienen más riesgo de desarrollar asma. La dificultad para respirar puede causar fatiga y letargo.
Se trata de la inflamación de los bronquiolos debido a una infección. Dado que los bronquiolos llevan el aire a los pulmones cuándo éstos se hinchan y se llenan de moco comienzan las dificultades para respirar. Muy habitual entre los tres y los seis meses de vida, sólo afecta a niños lactantes y menores de dos años. Sus síntomas son tos, fiebre, aumento de la frecuencia respiratoria, respiración corta y rápida y retracción de los músculos y de la piel en el pecho y el cuello.
Se trata de la inflamación de los bronquios y suele afecta a niños a partir de los seis meses. En los casos más agudos puede causar broncoespasmos y dificultar considerablemente la respiración. Sus causas pueden ser variadas, desde una infección vírica hasta una irritación por tóxicos, es decir por humos o vapores irritantes, pero las alergias también pueden causar esta inflamación. Su tratamiento se basa en mucolíticos y expectorantes, así como antipiréticos para la fiebre y antibióticos bajo receta médica. Además es importante evitar la sequedad ambiental mediante humidificadores para ablandar las secreciones.
Es una de las patologías más frecuentes en la infancia y es muy más habitual en otoño e invierno que en los meses cálidos. Se trata de un proceso inflamatorio que provoca condensación alveolar y se ven afectados lo bronquiolos respiratorios, ductos, sacos alveolares y alveolos. La infección se puede producir por bacteria (neumococo en la mayoría de los casos), virus, parásitos, hongos o tóxicos. Los pulmones producen fluido extra y se acumula en las vías respiratorias. Normalmente se diagnostica con radiografía y requiere ingreso hospitalario.
Es asma es una de las causas más comunes de hospitalización de menores y afecta al cerca del seis por ciento de los niños menores de cinco años. Los niños con asma tienen vías respiratorias muy sensibles y que se irritan con facilidad por lo que se desencadena en el momento en que se ven expuestos a humos, alergias, virus, irritantes químicos, contaminación, esfuerzo, frío… Las vías respiratorias se inflaman y se produce exceso de moco provocando obstrucción y tos, especialmente durante la noche. En muchos casos los síntomas mejoran con el crecimiento, mitigándose, incluso desapareciendo. El tratamiento que suele aplicarse mediante aerosoles e inhaladores, se personaliza para cada niño.
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