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"¿Por qué mi hijo no me cuenta nada?", por Isabel Menendez

Saber esperar, no criticar y tener en cuenta sus palabras son las claves para lograr que nuestros hijos nos relaten lo que les sucede. Eso sí, ellos hablan cuando pueden, no cuando sus padres quieren.

Haz click en la imagen para descubrir las mejores frases para motivar a los niños/getty

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Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

Los padres suelen inquietarse si no consiguen tener buena comunicación con sus hijos. Cuando entran en la llamada "etapa de latencia", entre los seis o siete años y hasta los 11 o 12, al comenzar la adolescencia, empiezan a guardarse cosas para ellos mismos.

En esta época, la separación interna en relación a los padres comienza a manifestarse, pues tienen que averiguar lo que pueden hacer sin la ayuda de los mayores. Comienzan entonces a guardar sentimientos, emociones y deseos que no entienden. Además, si se atraviesa algún proceso especial, como por ejemplo un divorcio, los padres suelen preocuparse más por el silencio de sus hijos, ya que se culpabilizan de lo que puede estar afectándoles. Cuanto más se conozcan a sí mismos los padres y mejor hayan asumido su propia infancia, mejor aceptarán y comprenderán el silencio de sus hijos.

Evitar errores:

  • Ser indiscretos y contarles a otros familiares o amigos lo que les pasa puede ser un error. Algunos padres no dan importancia a la intimidad de sus hijos y estos se molestan.

  • Presionarle para que hable no conduce a una buena comunicación. Puede estar callando para sentirse más independiente.

  • Suponer que hemos hecho algo mal y culparnos, o creer que está ocultando algo.

Lucía está un poco preocupada porque no consigue tener una comunicación fluida con su hija mayor. Marta tiene nueve años y no le cuenta lo que le pasa. Es estudiosa, tímida y callada. La inquietud de su madre se debe a que su hija apenas habla. Contesta con monosílabos a sus preguntas y la ve un poco seria. Lucía se separó del padre de Marta hace un año. Llevaban mal un tiempo y cuando pusieron palabras a su desencuentro, Jorge se fue de casa. La niña siempre había estado muy unida a su padre y hasta que pudo constatar que no iba a perderlo por la separación, no se quedó tranquila.

Respetar su ritmo

Ahora que Lucía ha establecido con su ex un régimen de visitas y han conseguido ponerse de acuerdo en el tiempo que cada uno está con la niña, Marta se encuentra más tranquila. Se va con su padre todos los fines de semana y la mayor parte de las vacaciones, mientras que con su madre permanece entre semana. Marta disfruta del tiempo que pasa con su padre, pero hace poco ha aparecido otra mujer en la vida de él y las cosas han cambiado un poco.

Muchas veces, un niño calla para no preocupar o por miedo a dejar de ser querido.

Como toda niña, Marta tiene sentimientos ambivalentes hacia su madre: por un lado la quiere, pero por otro la responsabiliza de que su padre se haya ido de casa. Cuando se encuentra con su padre, la niña se hace la ilusión de que es solo para ella, pero con la aparición de su nueva pareja, la antigua rivalidad materna reaparece. En la nueva situación, Marta se culpabiliza de algunos sentimientos inconscientes y calla por temor a que algo de lo que está pensando pueda salir a la luz. Por un lado permanece en silencio, porque tiene miedo de que su madre deje de quererla y, por otro, se calla porque la quiere y teme hacerle daño.

En la mayoría de las ocasiones, las motivaciones que un niño tiene para callar se deben al temor que le produce dejar de ser querido por sus padres. También pueden estar evitando hablar para no preocuparles o para no crearles angustia. En definitiva, a veces también callan por amor.

Qué podemos hacer:

  • Esperar a que hable y tener en cuenta que puede callar por temor o por amor. Están en su derecho de guardarse sus pensamientos durante un tiempo

  • Podemos contarles algo que nos ha pasado a nosotros en el día o una anécdota de cuando teníamos su edad. No interrogarles.

  • Preguntarnos cómo emprendemos el diálogo con ellos: ¿vamos muy deprisa?, ¿somos demasiado críticos?

Para que un hijo o hija pueda hablar y tener una buena comunicación con sus padres, hay que aceptar que sienten conflictos que tratan de solucionar por sí mismos. Cuando les cuesta contar lo que sienten, debemos tener en cuenta que pueden sentirse poco reconocidos o criticados en lo que dicen. Para ellos, todavía somos el centro del mundo. Cuando crezcan tendremos que dejar de serlo porque es necesario que se liberen de nuestra influencia y empiecen a guardarse cosas para ellos solos.

En caso de divorcio, es importante que los hijos no vean discusiones entre los padres por su custodia. La mayoría de los niños creen que han sido responsables de la separación, tanto porque no han podido evitarla como porque les cuesta aceptar que sus padres tienen conflictos y problemas. Cuando los adultos consiguen ponerse de acuerdo y los hijos tienen claro que no van a perder a ninguno de ellos, dejan de estar angustiados.

A veces los hijos callan porque suponen que los padres se van a enfadar y serán recriminados o sancionados por lo que van a decir. Optan por el silencio para ahorrarse una regañina. También pueden callar porque les da vergüenza sentirse ridiculizados por sus padres, lo que para ellos puede constituir un problema difícil, ya que en el manejo de su mundo emocional desean ser valorados. Tienen dificultades y se dan cuenta de ello; son muy sensibles al reconocimiento de sus capacidades.

Pueden sentirse poco entendidos si piensan que no les toman en serio o que restan importancia a sus emociones. En ocasiones, pueden callar para evitar que los padres se apresuren a intentar resolver sus problemas o intervengan en sus conflictos o en las relaciones con sus amigos, pues esto les hace sentirse más pequeños de lo que son.

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