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¿Hablas Instagram? Así se comunican tus hijos

Han nacido entre pantallas, su diario se llama Instagram y bailan a ritmo de Musical.ly. Si queremos entender su juego, es hora de hablar con ellos, aunque para eso tengamos que aprender antes sus reglas. Pero tenemos un tutorial para lograrlo. Palabra.

Haz click en la imagen para descubrir a los 6 famosos que intentaron dejar las redes sociales por un tiempo./getty

Haz click en la imagen para descubrir a los 6 famosos que intentaron dejar las redes sociales por un tiempo. / getty

Allende González-Lacarra

Son las 10 de la mañana, Marta se dispone a disfrutar de un agradable desayuno junto a sus dos hijos, Luis de 17 años y Belén de 15. Hablan de lo que hicieron anoche, de cómo les va en el colegio... y de la foto que acaba de colgar Belén en Instagram. "¡Oye Belén, muy chula tu foto, por fin subes algo decente!". Belén se ríe; su hermano tiene razón, ella es más de compartir sin filtro, pero una no cumple años todos los días. "Un momento, ¿qué foto? ¡Yo me la he perdido, voy a verla!", dice la madre. Belén sonríe, disimula, pero lo sabe: esto va a acabar fatal. Y mientras Marta trata de encontrar la foto de su hija, Belén intenta desesperadamente acertar con la única combinación de teclas que puede evitar un auténtico cisma familiar, o peor, un castigo 2.0.

"No me sales, ¿por qué no me sales? -dice Marta mientras se va dando cuenta de lo que sucede-. ¿Es que me tienes bloqueada?". Fin del agradable desayuno en familia. "No, bueno... Puede ser un fallo mamá", dice Belén. Marta lo intenta con un segundo nombre en el buscador. "¡Luis, a ti tampoco te encuentro!". Silencio incómodo, sonrisas culpables. Luis: "¿Dos fallos, mamá?". Buen intento, pero no va a funcionar.

Romper la barrera

El 40% de los usuarios de Instagram tiene entre 13 y 24 años, son la Generación Z.

Los hijos de Marta son los sucesores de los millennials, los auténticos nativos digitales. Pertenecen a la Generación Z: tienen entre nueve y 24 años y, según un estudio reciente de Instagram, desde que cumplen los 13 -edad mínima para tener su propio perfil en la aplicación- representan más del 40% de sus usuarios. Un dato nada desdeñable, que ha motivado que la plataforma creara una página web (parents.instagram.com) donde ofrecen pautas a los padres para manejar la red social favorita de sus hijos -en versión PDF y tutorial, por supuesto-. En esta guía, Instagram explica claramente en qué consiste la propia app y cómo configurar perfiles para padres e hijos de la forma más segura posible. Un manual que evidencia una realidad que no deja de ser curiosa: nosotros debemos esforzarnos por comprender el funcionamiento de algo que para ellos es innato. Un hándicap con el que hay que jugar, teniendo en cuenta que es responsabilidad de los adultos ayudar a construir la identidad de sus hijos y hoy esa identidad se juega en las redes.

Entender el funcionamiento de todas estas herramientas es fundamental si queremos llegar a conectar con los más jóvenes, ya que, para poder mantener una conversación, primero hay que aprender su idioma. Y precisamente, para ayudarnos a iniciar ese diálogo, la guía concluye con 10 preguntas elaboradas por la psicóloga Ana Homayoun para mejorar la comunicación en familia. Cuáles son las cinco cuentas a las que más les gusta seguir o en qué piensan antes de publicar una fotografía son solo dos de las cuestiones que pueden abrirte las puertas a lo desconocido.

Marcar distancia

Hablar con nuestros hijos es el primer paso para entender mejor a ese 72% de niños españoles de entre seis y 11 años que asegura tener perfil en cualquiera de las redes sociales (muchos creados con una edad falsa), una cifra que aumenta hasta 92% si hablamos de adolescentes de entre 14 y 16 años. Son algunos de los datos que expone el periodista y experto en salud, ciencia y tecnología, David Ruipérez. Su último libro, Mi vida por un like, es un detallado análisis sobre las situaciones a las que se enfrentan los más pequeños, en un mundo tan real como virtual, donde examina el impacto sobre los niños de influencers, instagramers y youtubers. "Los likes o los me gusta -nos explica- son una forma de aceptación, de refuerzo positivo o de recompensa emocional. Pero algunas personas llegan a obsesionarse con que una publicación obtenga un alto número de likes, sobre todo cuando quieren convertirse en influencers".

Pero, más allá de esta cuestión, hay otro aspecto a tener en cuenta: ¿por qué a los adolescentes no les importa que les vea una interminable red de (apenas) conocidos, pero rechazan que les sigan sus padres? Esta disyuntiva, asegura Ruipérez, puede llevar a determinados adultos a tomar medidas tan desesperadas como poco recomendables. "No es lo habitual, pero puede haber padres que traten de crearse un perfil falso para intentar que el chico o la chica lo acepte como amigo en una red social. Pero si los hijos lo descubren, algo que es muy posible, la confianza paterno-filial puede quedar significativamente dañada", asegura Ruipérez. Para evitar esta situación, el experto defiende que la mejor forma de control es haber establecido previamente, cuando el niño todavía es pequeño, un ambiente de diálogo, de tal manera que, cuando no estés con él, confíes en que va a ser capaz de tomar la decisión más adecuada.

Porque puede que nos sintamos aliviados si vemos que nos abre las puertas de su alter ego digital, pero la verdadera barrera está en esa cuenta secundaria que, muy probablemente, también tiene y te oculta. Eso sí que es estar en lista, y no lo que piden para entrar en algunos locales. Aunque quedarse fuera tampoco tiene por qué ser malo, ¡ojo! igual en ese local no pintamos nada, por mucho que nos duela. David Ruipérez lo explica así: " Es sano que los adolescentes tengan su espacio, tampoco les acompañamos cuando salen de fiesta. Es conveniente implicarse en la vida digital de los hijos, pero siempre desde la educación, la confianza y el respeto".

Rocío Ramos-Paul, la conocida psicóloga del programa de televisión Supernanny, le da la razón: "A mi consulta acuden muchísimos padres por este motivo, y me preguntan si es bueno seguir a sus hijos en redes sociales. Yo suelo contestar que depende, pero de forma general no lo aconsejo. Lo que sí que hay que hacer es estar al tanto, hablar con ellos y darles pautas para que no cuelguen nada de lo que luego se arrepientan". Sin embargo, puesto que todo se basa en la comunicación, la psicóloga agrega que, si los padres insisten en querer establecer contacto virtual con sus hijos, lo primero de todo es pedírselo: "Si no tienen inconveniente, perfecto. Pero si nos dicen que no, sin enfadarnos, la mejor opción es negociar, explicarles que nos genera intranquilidad no saber qué están colgando, y llegar a un acuerdo para que cada cierto tiempo sean ellos quienes nos enseñen sus perfiles. Eso sí, hay que agradecérselo y transmitirles que así nos quedamos mucho más tranquilos".

Así son, así se conectan

  • El 72,4% de los menores españoles de entre 14 y 16 años reconoce que mira el móvil constantemente.

  • El 90% afirma tener entre dos y cinco dispositivos personales.

  • El 83% cree que tiene más habilidad tecnológica que sus padres.

  • El 83,5% cree que en redes sociales se miente más que a la cara.

  • El 92% usa el móvil para sentirse integrado en un grupo.

  • Fuente: Informe Conectados de Google, la FAD y BBVA (2019).

La responsabilidad de estar alerta

Únicamente existe una excepción para Rocío Ramos-Paul que sí requiere el pleno conocimiento del material publicado y es que si se tienen sospechas de que nuestros hijos andan con compañías problemáticas, o si presentan comportamientos que "rozan lo desadaptativo".

A esta responsabilidad de estar alerta también se suman los profesores, tal y como explica el aragonés César Bona, considerado uno de los mejores docentes del mundo y finalista en 2015 del Global Teacher Prize, conocido como el Nobel de educación. "Es muy importante que los profesores estemos pendientes de saber quiénes son los referentes de nuestros alumnos en las redes sociales -explica-. Conocerlos es una buena forma de poder guiarles en este mundo digital. En realidad, internet es como un océano donde podemos encontrar cosas increíbles, pero también latas oxidadas".

Opina y puntúa es un juego despiadado que parece (pero no lo es) inofensivo.

En este sentido, Bona considera fundamental dotar a los docentes de las herramientas necesarias para navegar con soltura en este universo oficialmente paralelo y lo explica así: "Hace pocos años, íbamos al aula de informática y enseñábamos Word, Excel... Ahora existen más opciones y tenemos que ampliar nuestros conocimientos para poder hablar con los más jóvenes, inculcarles un uso responsable de internet y prevenir posibles problemas en el futuro. La prevención siempre es la clave", sostiene. Sin embargo, a pesar de los posibles riesgos, el profesor defiende que, "usado con sensatez", el entorno digital es una herramienta positiva en la que todos podemos aprender de todos, una idea que queda reflejada en su último libro La emoción de aprender.

Los niños necesitan referentes y ahí siempre tendremos a padres y profesores. Pero lo cierto es que, gracias a internet, esta nueva generación se ha llenado de jóvenes autodidactas, dispuestos a conquistar el mundo sin ayuda de nadie. Sin embargo, en nuestra mano está intentar equilibrar el tiempo que pasan delante de las pantallas, especialmente cuando son pequeños, y sobre esto trata precisamente Niños conectados, el último libro del médico especialista en Neurología Pediátrica Martin L. Kutscher. El texto gira en torno a una pregunta: ¿deberían los padres poner límites al uso de los medios digitales? "Definitivamente, sí. No podemos culpar a nuestros niños de que estén todo el rato con el móvil si nosotros, padres y maestros, no logramos enseñarles a equilibrar el uso del tiempo de pantalla. Pero también es verdad que somos la primera generación que tiene que enseñar esta materia, y no poseemos modelos que nos guíen en esta tarea", explica el neurólogo.

Para enfrentarnos a este problema, en la línea de lo que defendía la psicóloga Ramos-Paul, L.Kutscher nos propone firmar con nuestros hijos un " acuerdo sobre el tiempo de pantalla", una especie de contrato entre las dos partes que viene ya parcialmente redactado en su libro, a falta eso sí, de las cláusulas y condiciones propias de cada familia. "En este pacto se establecen una serie de normas no negociables, como el buen comportamiento en internet, el cumplimiento de las directrices de cada colegio con respecto a los dispositivos móviles o la prohibición de utilizar cualquier tipo de tecnología mientras se conduce (sí, los padres también tienen normas que cumplir), pero el resto los tiene que establecer cada familia". Apagar el móvil durante las comidas, el uso de dispositivos electrónicos antes o después de hacer los deberes, o el tiempo que se dispondrá de ellos son, según señala L.Kutscher, "puntos sobre los que se puede debatir". Una vez revisado, el contrato se hace oficial con fecha y firma. Es una posible solución que los más pequeños, al ser tratados como adultos, "reciben con entusiasmo" y que resulta, cuando menos, interesante. Además, si las negociaciones fallan, siempre podemos pedir la ayuda de un moderador (tíos o hermanos mayores siempre son una buena opción). Todas estas medidas les preparan a ellos para cuando crezcan, y nos ayudan a nosotros a conectar con la realidad en la que viven, a comprender sus nuevos hábitos y a estar alerta de a qué se enfrentan.

Porque si entendemos el idioma de la Generación Z, podremos darnos cuenta de cosas como que sus extraños movimientos faciales mirando a cámara quieren decir en realidad, que están grabando un vídeo en musical.ly, o que sus stories -las famosas publicaciones de Instagram que duran 24 horas- se llenan de juegos como el Opina o puntúa. Un en apariencia inofensivo -pero despiadado- intercambio de valoraciones en el que cada amigo, seguidor o follower califica públicamente al interesado.

Instagram quiere que habéis de esto:

  • Además de permitirte tener tu perfil público o privado, bloquear a determinados usuarios, elegir qué contenido no quieres ver, advertir (anónimamente) del mal comportamiento de otros y limitar su tiempo de uso, la aplicación te recomienda hacer estas 10 preguntas a tus hijos para empezar el diálogo:

  • 1. ¿Qué te gusta de Instagram?

  • 2. ¿Qué te gustaría que supiera sobre Instagram?

  • 3. ¿Cuáles son las cinco cuentas qué más te gusta seguir?

  • 4. ¿En qué cosas piensas antes de publicar algo?

  • 5. Si tienes varias cuentas, ¿qué compartes en cada una?

  • 6. ¿Cómo afectan los Me gusta y los comentarios a la manera en la que te sientes sobre una publicación?

  • 7. ¿Conoces a tus seguidores? (Si tu hijo(a) adolescente tiene una cuenta privada, pregúntale cómo decide quién lo sigue). ¿Qué haces cuando alguien que no conoces intenta ponerse en contacto contigo con un mensaje directo?

  • 8. ¿Qué opinas sobre la cantidad de tiempo que pasas en internet?

  • 9. ¿Alguna vez te has sentido incómodo(a) con algo que has visto o vivido en la red?

  • 10. ¿Qué harías si vieras que una persona le hace bullying a otra en Instagram? (¿Conoces las herramientas para reportar y el filtro de comentarios ofensivos?).

El juego de la polémica

Sobre este polémico juego, la psicóloga Patricia Ramírez opina: "En estos juegos se busca elevar nuestra autoestima gracias a las valoraciones o comentarios positivos de los demás, pero lo hacemos confiando en la buena fe de la gente, y esto no siempre es así. El riesgo está en no saber cómo encajar una crítica negativa". Críticas que, además, pueden no ser constructivas ni estar justificadas, ya que, por lo general, quien emite un juicio de valor negativo, no suele estar muy apegado a la verdad. "Si vemos a nuestros hijos participando en este tipo de juegos, lo más recomendable es acercarnos sin juzgarles, pedirles permiso para opinar sobre el tema y aconsejarles, por ejemplo, que antes de escribir nada sobre nadie piensen en cómo se puede recibir el comentario o la puntuación".

Los tiempos cambian y con ellos las herramientas que cada generación utiliza para lograr adaptarse a las nuevas circunstancias. Pero existen determinadas verdades que trascienden cualquier tipo de cambio, como que la mejor forma de prevenir es educar, y que hay que hacerlo siempre desde el respeto y el diálogo. Por eso es importante que manejemos estos nuevos códigos, para, entre otras cosas, recordar a quienes tienen el futuro en sus manos, que su singularidad les hace grandes, que no necesitan la aprobación de sus iguales digitales y que son, definitivamente, mucho más que un número.

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