vivir
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Cuando un corps de ballet es capaz de evocar la expresividad de las esculturas de Rodin (desde Las puertas del infierno hasta Balzac), algo grande está pasando. Pero Rodin, el montaje creado por el ballet Eifman, es mucho más que una sucesión de cuadros vivientes.
Con plasticidad y pasión, narra también la historia del (des)amor entre el escultor y la también artista Camille Claudel, marcada por la comunión romántica, los egos desaforados, los celos y, finalmente, los problemas mentales (Claudel pasó los últimos 30 años de su vida en una institución psiquiátrica).
Auguste Rodin
Pero además de su relación, relata también el proceso creativo de ambos artistas en todo su misterio, con tanto dinamismo que casi nos parece ver asomar el bronce y el mármol en los brazos y piernas de los bailarines. En resumen, un regalo para los sentidos que llegará a los Teatros del Canal (Madrid) el 11, 12 y 13 de marzo, acompañado por música de Ravel, Saint-Saëns y Massenet.
El creador de esta compleja y bellísima maquinaria es el experimentado coreógrafo ruso Boris Eifman, un artista enamorado de las pasiones humanas que define sus creaciones como "ballet psicológico" y que se ha hecho un nombre por sus acercamientos a los clásicos literarios: La gaviota, de Chejov, Anna Karenina, de Tolstoi, Oneguin, de Pushkin, e incluso Hamlet, de Shakespeare.
Rodin es un más difícil todavía en su habilidad para hacer de las distintas artes vasos comunicantes