El pintor y la viajera

El baño turco puede verse en el Museo del Prado hasta el 27 de marzo.

Cristina Morató
Cristina Morató

En primer plano una odalisca vuelta de espaldas toca el laúd. Un suave rayo de luz ilumina su espalda desnuda. A su alrededor, mujeres estiradas, tomando el té, conversando, absortas en sí mismas o tumbadas. Al fondo, una joven se desliza en el agua sonriendo. Ni un hueco en blanco, un amasijo de desnudos en posturas y actitudes distintas. Es el cuadro más célebre del genial pintor Ingres. Su obra maestra, que firmó en el ocaso de su vida, cuando tenía 82 años. Se llama 'El baño turco' y muestra a un grupo de mujeres en actitud pasiva entregadas al placer del ritual del baño o hamman.

Tiene forma de medallón, como si nos invitara a atisbar por el ojo de una cerradura y acceder a un mundo de placer y deseo prohibido. Fue su obra más compleja, la retocó mil veces y cambió su formato original que era rectangular. Ingres le dedicó 12 años de su vida. No utilizó modelos al natural, le bastó leer unas cartas que despertaron en él la fascinación por los harenes, las odaliscas cautivas y los palacios de Las mil y una noches.

Porque Ingres -a diferencia de su rival Delacroix- nunca visitó Oriente ni pisó un harén. Quien sí lo hizo fue lady Mary Montagu, esposa del embajador británico ante el Imperio Otomano. Esta aristócrata acompañó en 1716 a su esposo a Estambul, en un viaje largo y peligroso. Culta y llena de curiosidad, fue la primera europea que visitó un harén. En las cartas que envió a amigos y familiares, describía con detalle estos espacios prohibidos a los hombres.

Allí era recibida por damas turcas ricamente ataviadas, en habitaciones revestidas de nácar y marfil. Invitada a comer con cuchillos de oro y mango de diamantes en manteles de seda. Gracias a su observación, su inteligencia y su elegante escritura, lady Montagu supo captar como nadie un Oriente que influyó en los viajeros y artistas europeos.

El baño turco puede verse en el Museo del Prado hasta el 27 de marzo. / Cordon Press

Patricia Almarcegui, apasionada orientalista y excelente narradora, descubrió la conexión entre estos dos personajes extraordinarios. Leyendo los diarios de Ingres encontró que una de sus principales fuentes para El baño turco habían sido las evocadoras cartas, publicadas en francés en 1805.

Ingres y lady Montagu no se conocieron, pues la dama nació un siglo antes que el artista. Pero Almarcegui los reunió en su novela 'El pintor y la viajera' (Edic. B), un libro cautivador donde ambos dialogan sobre la mujer, Oriente y el viaje. Es la primera vez que El baño turco visita nuestro país, en una exposición del Museo del Prado. Hasta el 27 de marzo, las indolentes odaliscas seguirán embrujando a todo aquel que se atreva a fisgar en su intimidad.

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