Robin Wright es Claire Underwood en 'House of Cards'. /
Claire Underwood
No ha sido fácil escoger la cita de Claire Underwood que acompaña estas líneas. Su parte del guión está llena de frases felices y terribles -"Dejaría que tu hijo muriera dentro de ti, si fuera necesario"- similares a latigazos. Y forman parte de un guión por momentos magistral (pienso, sobre todo, en la primera y en la cuarta temporada), de fuerte acento teatral.
Cuando Frank, su marido, socio y superaliado se dirige a nosotros, de su boca salen 'tuits' perfectos, aforismos perfectos, breves ensayos políticos que son versiones perfectas y posmodernas de 'El arte de la guerra', de Sun Tzu. Cuando Claire se dirige a Frank, no podemos evitar pensar en Lady Macbeth.
La violencia engendra violencia, nos dice Shakespeare en su tragedia. Y la mentira. Y la traición. Y el castillo de naipes del que habla el título frágilmente formado por actos violentos, mentiras y traiciones está siempre a punto de desmoronarse.
Si la elegancia es cuestión de esqueleto, Claire es el no va más de la elegancia. Su cuerpo y sus maneras se imponen siempre que entra en pantalla. Pero la seducción corporal no es la estrategia política que más utiliza. Gracias a su afilada inteligencia, aprende rápidamente de los mejores cómo amenazar, negociar, chantajear, conspirar, extorsionar, violentar.
Sus facciones, sus peinados, sus trajes, sus curvas, su esqueleto: hay quien dice que Satanás era el ángel más bello de Dios. La belleza física y gestual de la protagonista tiene un paralelismo en los planos, hermosos y geométricos hasta el último detalle. Como en 'Mad Men', ese preciosismo no hace más que disimular el caos, como si la armonía formal fuera la máscara del conflicto.
Pese a las apariencias, 'House of Cards' no habla sobre el Partido Demócrata ni sobre los Estados Unidos ni sobre macropolítica, sino sobre los Underwood: su matrimonio, la micropolítica. Y mientras Frank evoluciona mínimamente como personaje durante cuatro temporadas, porque ya era enteramente monstruo desde el primer minuto, Claire lo hace a pasos agigantados con sus carísimos zapatos de tacón, hasta ponerse a su altura. Si el drama de Shakespeare contaba solo con el nombre de él en el título, el de ellos dos debería llamarse Los Underwood. Atractivos y terribles, hijos de Satanás. Tal para cual.
Es una serie política que narra el asalto, más o menos democrático, de Frank (Kevin Spacey) y Claire Underwood (Robin Wright) a la Casa Blanca. El ascenso de los dos protagonistas está teñido de traiciones, manipulación y muertos, porque no tienen ningún tipo de escrúpulo. Desde un punto de vista formal, es llamativo que Frank se dirija de vez en cuando directamente a nosotros, sus espectadores, rompiendo la cuarta pared.
* Jorge Carrión es autor de 'Teleshakespeare' (Errata Naturae)