El personaje deKatja (Amy Diamon) es una estrella del patinaje que sufre anorexia. / D.R.

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Los juegos del hambre

Una película sueca vuelve a poner sobre la mesa la anorexia nerviosa , una enfermedad que se oculta en las habitaciones de muchas adolescentes y que afecta a casi medio millón de mujeres españolas.

Stella, de 11 años, ve a su hermana mayor deslizarse sobre el hielo como si flotara. Katja es una joven promesa del patinaje, una chica delgada, siempre maquillada y preciosa. Stella apenas ha entrado en la adolescencia, es pecosa y despreocupada. El pelo rojo es lo único que comparten. Eso, y una gran complicidad.

Pero mientras la mayor, siempre aplicada, controla su dieta y entrena duro, a la pequeña, pese a que desea imitarla, el deporte le parece cansino y prefiere comer patatas fritas. Sin embargo, la aparente perfección de Katja esconde un secreto que Stella pronto descubrirá: su idealizada hermana sufre (y esconde) anorexia nerviosa y bulimia.

Mi "perfecta" hermana se estrena el 10 de junio y llega avalada por numerosos premios en festivales como la Berlinale o Cannes. En ella, la directora sueca Sanna Lenken mira hacia la anorexia, enfermedad que ella misma padeció, desde los ojos no exentos de humor de una niña preadolescente.

La anorexia también afecta a los hombres. Se calcula que son el 11%, y cada vez son más jóvenes.

"Es una historia sobre el amor entre hermanas, la familia y la búsqueda de tu propia identidad. Pero también tiene que ver con la imposibilidad de crecer sana si quieres conseguir el "ideal femenino" que nos imponen", señala Lenken. La cineasta, que hasta ahora contaba en su haber con un puñado de cortometrajes, recuerda cómo se sentía de adolescente. "Simplemente no estaba satisfecha con quién era. La anorexia está relacionada con la angustia, más que con la comida o con tu cuerpo. Solo conseguí curarme después de varios años, cuando decidí que quería ser fuerte y no frágil", explica.

Para rodar la película, Lenken tuvo que pasar por la habitual discusión con los productores que, por supuesto, consideraban que no era una historia lo suficientemente comercial. El éxito de público y crítica evidencia la diferencia entre lo que la industria cinematográfica considera apetecible y lo que realmente quiere ver la gente en la pantalla.

"Hollywood cree que los temas llamados femeninos no venden apunta Lenken. La anorexia es tan común como el alcoholismo, pero apenas hay películas que traten de ella, mientras que hay innumerables filmes sobre alcohólicos interpretados por hombres", reflexiona.

Aunque la anorexia afecta también a los varones, lo hace en una proporción de nueve mujeres por cada uno de ellos y se calcula que en España la sufren unas 400.000. La edad en la que se desata el transtorno es cada vez es más temprana y se ha convertido en la tercera enfermedad crónica más común entre las adolescentes.

Amy Diamon y Rebecka Josephson dan vida a dos hermanas que tienen que lidiar con la anorexia de la mayor. / D.R.

Mi "perfecta hermana"

El primer largometraje de la directora sueca Sanna Lenken narra la historia de Stella, una niña de 11 años que admira a Katja, su hermana mayor, joven promesa del patinaje que guarda en secreto su anorexia. Le película muestra con humor y ternura la profunda relación que las une, así como también los celos, los primeros amores y el mundo ajeno en el que viven los padres. Lenken se inspiró en su propia relación con su hermana y en cómo ella la ayudó a superar sus trastornos alimentarios. "Es una de las personas más importantes de mi vida. Es lo bueno de las hermanas, por mucho que os peleéis, siempre os tenéis la una a la otra", afirma.

Enemigo al acecho

Lo cierto es que alrededor de este problema hay muchos estereotipos y mitos. Desde la simplificación "es una moda" con el que algunos adultos zanjan la cuestión hasta los perversos cuentos de princesas que muchas afectadas urden para embellecerla. Se trata de un problema muy complejo, al que conviene abordar por partes. Y la primera perspectiva ha de ser la de las afectadas.

Para entrar en contacto con ellas navego por esos blogs y webs que las asociaciones de familiares y médicos consideran que deberían estar prohibidas por hacer apología de estos trastornos. En ellos dan consejos, se miman unas a otras, cuentas sus largas penas y sus pequeñas alegrías (casi siempre en gramos). Hay muchas cifras. Las de las calorías de cada alimento que consumen. Las de los días/horas que llevan sin comer. Las de la báscula que siempre marca demasiado.

Fotograma de Mi "perfecta" hermana / D.R.

También hay muchas fotos de chicas extremadamente delgadas que usan como inspiración para no cejar en su empeño de tener piernas de alfiler, para hacer desaparecer sus vientres y dejar emerger a "la princesa" oculta tras la "asquerosa grasa". Dejar de ser "vacas". Observo horrorizada que la mayoría de esas imágenes proceden de revistas, anuncios o alguna actriz tipo Angelina Jolie. Es el mundo que les ofrecemos.

Ser aceptada en el instituto fue lo que me llevó a seguir perdiendo peso

B. (enferma anónima)

Al final, consigo contactar con una chica con anorexia que tiene un blog donde cuenta sus vivencias, cuelga recetas bajas en calorías y explica cómo disimular que no come. La mayoría de sus post huelen a soledad y transpiran el dolor de una niña-mujer que no encuentra su sitio.

B. tiene 16 años y estudia Bchillerato. Accede a la entrevista tras garantizarle el anonimato. Me deja claro que no mitifica la anorexia, ni hace apología de ella. "No soy de esas chicas que se consideran princesas y tienen montada una especie de "religión" alrededor de esto", dice, aunque reconoce que da tips y consejos para perder peso y mantenerse delgadas, algo que, explica, la mayoría no consigue.

"El primer estereotipo sobre la anorexia es que todas las chicas son esqueletos andantes, cuando las hay que pesan 80 o 90 kilos". El segundo mito que señala es la idea de que lo son por seguir una moda o por capricho.

Ella reconoce que la mayoría tienen problemas afectivos o emocionales. En su caso ha sufrido acoso escolar desde niña. "Todos iban a lo fácil: llamar a alguien gordo es un hit. Me sentía discriminada, apenas me hablaban y mucho menos los chicos. Incluso mis supuestas amigas se metían con mi físico. Ser aceptada fue lo que me llevó a seguir perdiendo peso. Y, aunque suene horrible, cuando este año volví al instituto con bastantes kilos de menos, como por arte de magia todos me hablaban, incluso chicas que se metían conmigo cuando estaba gorda".

La directora sueca Sanna Lenken padeció anorexia nerviosa durante su adolescenia. Mi perfecta hermana es su testimonio fílmico sobre su experiencia. / D.R.

El dolor de B. es palpable, como la claridad con la que explica un sistema en el que todos, en mayor o menor forma, participamos: la exaltación de la delgadez y, con ella, la aversión por la gordura. Las víctimas de trastornos alimentarios caen como las piezas más débiles de este ajedrez social aunque, en realidad, su preocupación por el peso esconde mucho más: miedo, baja autoestima, ansiedad, inseguridad y falta de herramientas para gestionar el crecimiento.

B. jamás ha hablado con su madre de su enfermedad y se define como bastante tímida, con problemas para mostrar sus sentimientos. Sueña con estudiar Psicología o con ser maquilladora de películas gore. Le preguntó si cree que está enferma. "No", responde.

Tú no eliges tener esta enfermedad, caes en ella y te puede matar

Belén Olías

Reconocer la enfermedad, dicen los especialistas, es uno de los primeros pasos para salir de ella. La novela Clara frente al espejo (Arcopress) narra cómo una joven con anorexia consigue curarse. Para su autora, Belen Olías, de 21 años, escribirla fue parte de su terapia. "Me desahogaba y me permitía expresarme. Pensé que quizá podría ayudar a alguien como lo había hecho conmigo", explica Belén, que fue una estudiante modélica con un expediente excepcional hasta que todo se resquebrajó.

"En mi interior había un inmenso dolor que no era capaz de procesar. Una tremenda inseguridad acompañada de odio visceral hacia mí misma. Vivir en una sociedad donde ser delgado parece la vía para sentirte bien contigo mismo no lo puso fácil. Vi en mi cuerpo lo único que podía controlar de mi vida, y canalicé ahí todo el daño que quería hacerme", recuerda.

Para reflejarse, de verdad...

Corazón de mariposa (Plataforma, 2014), de Andrea Tomé. Novela de corte autobiográfico, en la que la escritora gallega explora la banalización de este trastorno. / D.R.

Esperanza y secuelas

Belén pertenece a ese 70% de personas que se recuperan de sus trastornos alimentarios, pero advierte de su gravedad. "No se elige tener esta enfermedad, caes en ella y no es una tontería. Te puede matar, hay que tomarla en serio. Infinidad de veces he oído que la anorexia se cura comiendo. No me cansaré de repetir que son trastornos mentales, no físicos. Necesitan tratamiento y mucho tiempo para abordarlos".

En el camino hacia su curación, Belén tuvo que afrontar la relación con su familia. Con su madre tenía cosas que solucionar. Con su padre llegó a convertirse en una guerra abierta. Hoy reconoce que los valora más que antes. También imagina que para ellos debió de ser como "la impotencia elevada a la enésima potencia".

El paciente necesita tratamiento, pero la familia precisa ayuda

Edurne Larrarte

Algo así sintió Edurne Larrarte cuando diagnosticaron anorexia a su hija. "Desorientación, culpabilidad, "qué he hecho mal o qué no he hecho", miedo... Es un problema muy grave que puede llegar a romper una familia. El paciente necesita su tratamiento, pero la familia también requiere ayuda", explica Larrarte que acudió a la Asociación Aragonesa de Familiares de Enfermos con Trastornos de la Conducta Alimentaria: Anorexia y Bulimia (ARBADA), de la que hoy es presidenta. Reconoce que lo que más les ayudó fue la unión de su familia.

"Aún así, el proceso se ha hecho larguísimo y ha habido situaciones muy duras que te cuesta entender. Por eso es imprescindible la atención profesional adecuada y los grupos de autoayuda". Desde ARBADA aconsejan prevenir la enfermedad con una vida saludable, compartiendo proyectos en familia y valorando los logros de los hijos. Y, sobre todo, fomentando su autoestima y la comunicación con ellos. Prestándoles atención.

Existe el final feliz

Hoy, ya curada, Belén Olías anima a otros enfermos a "que hablen, que pidan ayuda. Esta enfermedad te da una falsa sensación de seguridad y control sobre ti mismo y tu vida. Pero es el trastorno el que te controla a ti. Esa seguridad no es real, está vacía y es muy fácil perderte en ella". Para ella, parte de la solución ha consistido en aprender a resolver sus conflictos y a gestionar y expresar sus emociones.

"Ahora sé que la fuerza radica en no esconder, en decir lo que te pasa y ponerle solución, en hablar de lo que sientes. Esa gestión emocional, que no se suele enseñar, me ha salvado". Antes de empezar a escribir este reportaje, leo algunos informes de terapeutas en los que es obvio el cariño al hablar de las pacientes. Subrayo una frase: "Entre todos tenemos que conseguir ayudarlas a verse como lo que realmente son: perfectas por ¡ser imperfectas"

Fotograma de Mi "perfecta" hermana / D.R.

¡Ojo al perfeccionismo!

(Por Rosa Calvo Sagardoy; Psicóloga adjunta del Hospital Universitario La Paz de Madrid y una de las mayores expertas españolas en anorexia y bulimia)

Cuando aún no hay una patología clara ni una pérdida de peso excesiva, hay dos claves para detectar a anorexia. Una es la rigidez. Muchas chicas hacen dieta, pero si no son capaces de romperla para un cumpleaños o una comida especial hay que preocuparse.

La falta de flexibilidad va a marcar que se convierta en paciente. Si a eso le añades un rendimiento escolar muy brillante, con cuadernos y conducta impecables, ya hay una constelación de características que pueden conducir a la anorexia. Nadie es perfecto y quien lo parece es porque esconde una conducta equivocada. Los padres deben estar muy atentos y preocupados porque es anómalo.

Lo que subyace es un trastorno obsesivo-compulsivo que puede derivar en uno alimentario. Lo normal es tener dificultades, momentos de bajón, cometer errores, etc. Los padres deberían de pedir una consulta para buscar ayuda y pautas, siempre con un profesional especializado en trastornos alimentarios.

Y, desde luego, se tienen que plantear que esa rigidez tan perfecta en casa, que pueden estar auspiciando, es un foco de patología mental. En la vida debe haber espacio para el error, que deben hacer visible tanto en ellos como padres, como en sus hijos. Ayuda mucho ser normal, no excepcional.

Otras señales de alarma:

  • Pérdida progresiva de peso.

  • Negar la pérdida de peso y/o no considerarla nunca suficiente.

  • Evitar de forma obsesiva alimentos calóricos (azúcares, grasas...).

  • Amenorrea (ausencia de menstruación de manera prolongada).

  • Uso descontrolado de laxantes y diuréticos.

  • Ejercicio físico excesivo.

  • Se avergüenza de su cuerpo y habla de sí misma con desprecio.