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Sin cables, sin wifi, sin cobertura... ¿El edén?

Vacaciones sin internet (y con grandes dosis de pasión) son el objeto de deseo de los hiperconectados de este mundo. ¿Ha llegado el momento del detox digital?

Paseo en la playa / Fotolia

Silvia Torres Madrid

La pregunta es sencilla: ¿qué prefieres, dos semanas sin sexo o 15 días sin internet? Dispones de cinco minutos para responder". Con esta cuestión, un amigo quiso ponerme entre la espada y la pared aprovechando que es verano, época de máximo postureo del detox digital. El asunto es que todo el mundo me ha oído decir varias veces que mi ordenador es el mejor de mis amantes: no decepciona, no ronca y da justo lo que se le pide sin esperar nada a cambio. Además, mi portátil aceptará su suerte en silencio cuando le toque ser sustituido por un modelo de última generación. ¿Qué más se le puede pedir al compañero de tu vida?

Lejos de acorralarme, la pregunta sirvió para reafirmarme en mi postura. "Dos semanas sin sexo es casi la norma, pero dos semanas sin Internet... ¡Por ahí no paso!", contesté airada. Luego descubrí que casi la mitad de las mujeres (46%) y buena parte de los hombres (30%) habían respondido como yo en una encuesta encargada por Intel hace algunos años a la consultora Harris Interactive. Cuando la noticia de la encuesta se publicó en The New York Times uno de los lectores publicó el comentario perfecto: "¿Internet o sexo? ¡Ah! ¿Pero no era lo mismo?".

Algunos hoteles les quitan amablemente el móvil a sus clientes.

La encuesta Harris Interactive, realizada entre 2.000 dueños de teléfonos inteligentes en Estados Unidos, también dice que el móvil se mira de reojo hasta en la iglesia. Pero, ¿tan malo es vivir enganchados a la red? En mi opinión es totalmente comprensible que antes de irnos a dormir nuestro último gesto sea echar un vistazo al teléfono. Y lo mismo al levantarnos: revisar el estado de la cuestión, ver qué ha pasado mientras dormíamos... Si en medio de la noche nos levantamos para ir al baño, lo suyo es que hagamos un rastreo rápido del Facebook y del Whatsapp antes de volver a la cama ¿no? ¡¿No?!

La realidad es que la invasión del teléfono, y hasta del ordenador, en nuestra cama es responsable de que cada vez durmamos menos y peor (un 20% de las mujeres y un 15% de los hombres aseguraran sufrir insomnio por culpa de su adicción), es cierto, pero es que nuestra vida social, al menos la más movida, transcurre a través de las pantallas...

Hay quien asume la "desconexión" como un reto o como una excentricidad, pero muchos otros no se lo pueden permitir o viven la pérdida de la conectividad con angustia. Son los que llevan a todas partes una batería de repuesto y los cables de conexión; y los que monopolizan siempre el enchufe más cercano.

En una época fértil en etiquetas sociológicas este miedo a "quedarse fuera" y perderse algo se ha bautizado con la etiqueta FOMO (fear of missing out). Y se relaciona con la expectativa que tienen todos (sobre todo tus jefes) de que estés siempre disponible y enterada de todo.

Cómo sobrevivir al síndrome de abstinencia...(y no morir en el intento):

Daniel Sieberg, ex reportero de Tecnología de CBS News y ex adicto confeso a todos los gadgets y redes sociales que se puedan imaginar, es uno de los líderes del movimiento D-teching y autor del libro The Digital Diet (Crown/Three Rivers, 2011). Reconoce que un día se dio cuenta de que era un obeso digital, y decidió ponerse a régimen. Estos son algunos de sus mantras:

  • Vivo en el mundo real. Es bueno saber de mis amigos y familiares a través de las redes sociales pero no permitiré que la pantalla sea nuestra única conexión.

  • Tengo que elegir entre personas o aparatos. Si alguien me habla, trataré de dejar mi gadget a un lado y prestar atención.

  • No tendré miedo a estar desconectado.

  • Confiaré en mis instintos. Si creo que estoy perdiendo mucho tiempo en las redes sociales, o jugando en internet, seguramente es verdad.

  • Eliminaré de mi conducta habitual groserías tecnológicas como poner el móvil encima de la mesa durante una cena.

Apnea del email y otras patologías...

El acceso inmediato a la información es una droga dura en un mundo profesional ultra competitivo que demanda la atención del empleado las 24 horas del día.

Al agobio tecnológico seguirán el hartazgo tech y la desconexión.

De hecho, a nuestra ansiedad multipantalla la ha salido otra etiqueta (y que no falten): "Apnea del email", acuñada por la teórica de la tecnología Linda Stone, que la define como la suspensión temporal de la respiración que tiene lugar mientras revisamos el correo mientras en nuestro cerebro se monta una carrera contrarreloj que nos deja sin aire: ¿a quién responder primero?, ¿quién puede esperar?, ¿a quién debo llamar?, ¿qué debí haber terminado hace dos días? Stone asegura que internet nos fuerza a vivir en una especie de "trastorno de hiperactividad y déficit de atención provocado" que nos agota y nos convierte en la generación menos concentrada de la historia.

Y como una ley física elemental advierte que a toda acción sigue una reacción. Al agobio tecnológico seguirán el hartazgo tech y la desconexión. Eso pronostican los gurús de las tendencias del mercado desde ¡2011! Entre ellos, JWT Inteligence, una de las mayores redes de agencias de publicidad del mundo, que vaticina el triunfo del D-teching, tercera etiqueta anglosajona que citamos y que en esta ocasión alude a la desintoxicación de los avances tecnológicos.

El concepto no tiene vocación fundamentalista, solo recomienda ayunos temporales para frenar la invasión de la tecnología en las relaciones personales.

Grandes marcas han sido de las primeras en detectar que una parte de su público está, según su propia definición, "tecnológicamente fatigado" y siente cierta nostalgia por los viejos tiempos analógicos. Microsoft incluso se ha anunciado diciendo: "Es tiempo de salvarnos de nuestros teléfonos". Y en Brooklyn, uno de los epicentros hipsters del mundo, varios bares advierten con un cartel a la entrada de que no tienen conexión wifi y de que, además no se permite entrar con ordenador. "Hable con la persona que tiene al lado", o "desconecte para poder conectar" sugiere el mismo mensaje. Hace cinco años el cartel decía justo lo contrario: "Tenemos wifi. Pasen y vean".

Unas vacaciones sin internet (e intuyo que con sexo y pasión) son el objeto de deseo, el lujo asiático al que aspiran miles de hiperconectados de este mundo. Los hoteles ofrecen planes detox para sus clientes VIPs, les quitan amablemente el teléfono en la recepción lo cual equivaldría a desarmar a un guerrero en la Grecia clásica, en su lugar les dan un libro y un juego de mesa para pasar su estancia, al tiempo que les recomiendan entrar en contacto con la naturaleza... y la gente.

Increíblemente, se paga por eso. Algunos buscadores de hoteles, como Jetcost , ya incluyen una categoría de casas con limitación de cobertura o alojamientos con móviles restringidos, y las digital breaks (escapadas sin internet de una duración de entre dos y tres días) que eran una excentricidad del mundo anglosajón, comienzan a triunfar en España.

La desconexión de internet es el nuevo zen y probablemente el nuevo sexo. ¿Serás capaz de no tuitear este artículo?

20 de enero-18 de febrero

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